miércoles, 16 de mayo de 2012

Amor de Madres




La generación de periodistas de los años ochentas no olvidarán los gritos y llantos de las madres de los desaparecidos partiendo el viento en el centro de Tegucigalpa. Agarradas de los barrotes de la vieja Presidencial y armadas de carteles y mantas en la Plaza La Merced.

Algunos de aquellos periodistas vieron el dolor de las madres de los desaparecidos con desprecio y desdén. Otros, con profundo respeto y humanidad.

Hubo quienes pidieron en los periódicos anticomunistas de la familia Larach que a sus hijos los fueran a buscar a Cuba y Nicaragua, o a Rusia. Sus restos, sin embargo, estaban arrojados en cementerios clandestinos y en unidades militares.

En las emisoras unidas y en programas tarifados por las Fuerzas Armadas trataban sin respeto la angustia de las madres que preguntaban por sus seres queridos. Se burlaban de ellas.

Al inicio eran 3, 11, 25… al final fueron 187 las víctimas, según aceptó el Estado en el informe “los hechos hablan por sí mismos”.

Los apologistas del odio llamaban ñángaras y piricuacos a los héroes y heroínas de la justicia y la dignidad… calificaban de delincuentes terroristas a los desaparecidos.

Las madres contestaban entre sollozos que algún día los militares y políticos responsables habrían de pagar las torturas y crímenes contra los amores de sus vidas.

Y no transcurrieron siquiera 25 años cuando aquellos criminales del 3-16 eran expulsados sin visa por sus propios amos del norte, o se asesinaban entre sí, causando dolor y desprestigio a sus hijos y sus mujeres.

Impunes como fueron sufrían, además, la vergüenza de verse retratados como delincuentes asesinos, sin lealtad, honor ni sacrificio, meros narcos mafiosos, gatilleros del bajo mundo, al estilo de los delincuentes comunes.

En las manos de aquellos salvajes estuvieron los opositores políticos contra el militarismo de ROSUCO, Álvarez Martínez, Facussé y todos los liberales y nacionalistas perversos que desgobernaron el país en aquella época en complicidad con el sanguinario imperio estadounidense.

Los medios de comunicación, con excepciones de honor, están en deuda con la Patria por sus enormes silencios y brutales boconadas en aquella época.

El periodismo frente a las violaciones a los derechos humanos es un capítulo por escribirse en Honduras, igual que el papel de los medios de comunicación en el Golpe de Estado de 2009.

En una fecha como la de mañana domingo, Día de las Madres, dejamos el análisis a la conciencia de cada comunicador y comunicadora de este país sobre su contribución al desastre que sufre el país en el presente.

Haber sido entonces alcahuetes y encubridores de la corrupción e impunidad de los chafas, la APROH, el COHEP, los cachurecos y liberales, es causa principal de la inseguridad y violencia en nuestros días.

Tenían toda la razón las mujeres contra la muerte como Bertilia Alemán, Fidelina Borjas, Liduvina Hernández, Gertrudis Montes, Gertudiz lanza, Zenaida Velásquez y Bertha Oliva.

Ellas buscaban en los lugares correctos, nombraban a las personas responsables y gritaban como nunca las mujeres lo hicieron, cuando el Estado criminal arrebata a sus seres queridos.

Honduras no sanó aquella herida ni con verdad ni con justicia, mucho menos con reparación.

Más bien, por exigir al Estado una ley de reparaciones que compense a las familias los daños causados por la desaparición forzada, una jauría de animales entrenados ladra y ataca ferozmente al Comité de Familiares de Detenidos-Desaparecidos en Honduras, cuyo liderazgo exige con valentía esa deuda del Estado hondureño.

Las madres han sobrevivido a todo – algunas no resistieron el dolor y murieron con esperanza –, y siguen reclamando la verdad y la justicia a través de sus generaciones de relevo.

El dolor de madre es un sentimiento profundo, que viene desde lo hondo de sus entrañas rasgadas por el Estado.

Pero aún en tragedias como la desaparición forzada de hijos e hijas por razones políticas, que revienta la paciencia y hace estallar la ira, las madres han mostrado el verdadero acero de sus vidas.

El ejemplo de sus luchas nos estremece, a todas ellas nuestro abrazo en esta fecha. Reconocemos que nos han heredado la pedagogía del dolor y la metodología de la memoria.

De ellas Honduras aprendió que cuando gritan ni olvido ni perdón es porque no pueden olvidar, porque no quieren además. Pero que esa determinación no significa odio ni sed de venganza, sino dolor y amor con esperanza.

Mujeres Madres de la desaparición forzada, gracias por su ejemplo de coraje. Por su llanto potente en la interminable noche de los desaparecidos y las desaparecidas. Gracias por iluminar los 30 años del Cofadeh con memoria…exigiendo justicia.

Buenas noches.

No hay comentarios: