miércoles, 30 de mayo de 2012
Víctimas y victimarios
Por Aníbal Delgado Fiallos
Hoy enterramos a un hondureño más víctima del aparato criminal que se ha tomado el país; se agrega a la lista de los muchos que cotidianamente aparecen con su cuerpo destrozado en los montes, barrancos o arroyos; se trata de un joven artesano que era un luchador, un combatiente comprometido con las batallas por la justicia; Jesús Pineda era su nombre y era, además, mi amigo.
¿Cuál es la lógica de este sistema que troncha la vida de centenares de hondureños, jóvenes la mayor parte?; unos dicen que los jóvenes enredados en la delincuencia común, encontrados reincidentes cinco, diez veces, al final son eliminados por la policía porque ya resultan insoportables.
Otros afirman que son victimados por organizaciones que se dedican a matar por encargo para vengar agravios familiares, políticos, económicos, pasionales de quienes les pagan, o porque se resisten a entregar las pocas pertenencias que cargan en la calle, en el vehículo que manejan, a la salida de un banco o en un autobús o no pagan lo convenido o algo más en ese infame sistema de impuesto de guerra.
También se afirma que los victimarios son personas enloquecidas por sectarismo deportivo sintonizado en sus más altos decibeles potenciados por el alcohol o la droga, y disparan a quien encuentren a su paso o a quien sea su antagonista de barra.
Finalmente está la motivación política y social, el ataque violento a la izquierda y a las organizaciones sociales de lucha; en esta etapa no a la alta dirigencia y dirigencia media como en la década del 80 sino a la militancia de base, pareciera que con la intención de desalentar a quienes estimulan a la acción política en los sectores populares e infundir el miedo entre amigos y simpatizantes del proyecto democrático en el momento en que nuevas alternativas se vislumbran en el horizonte.
En el escenario del crimen en Honduras hay mucho de todo esto y quizá de otros componentes más, pero hay algunas características que es necesario precisar: las víctimas en su gran mayoría son gente joven y pobre; la forma de operar y la capacidad para burlar la policía hace pensar que todos los crímenes, independientemente de su motivación, obedecen por un lado en un comando unificado con un objetivo preciso de tipo político y, por otro, a una sola estructura operativa; se ha encontrado que en esa estructura operan policías y expolicías y convictos y exconvictos, y la hipótesis más monstruosa que es necesario comprobar: que en ella también se encuentran empresarios, dirigentes de los partidos, personajes del Gobierno central, la judicatura y del mismo Congreso.
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