jueves, 24 de mayo de 2012

Nuestra propuesta




Estamos cerrando una de esas semanas a salvo del olvido, por trágicas y brutales. Tiempo sin Estado ni Derechos. Tiempo de muerte. El llanto aún estaba vivo en Ahuás por la masacre de la DEA sobre población civil, cuando llegó la violencia sobre las Emisoras Unidas. Y, luego, otra vez sobre el campesinado del Aguán, contra un ex alcalde de Santa María del Real y enseguida en Tegucigalpa, contra la cúpula policial. ¿Quién sigue?

La situación es absolutamente precaria para el Estado y la Sociedad hondureña, tan mal que es imposible pasarla por alto en los taxis, cafeterías, mercados, casas y medios. Hasta en las embajadas y batallones.

Los pasos son de animales peludos encima de quienes ponen en riesgo sus privilegios, y de quienes vivimos alrededor de este duelo de mafias.

No hay nadie que esté a salvo en esta selva de la barbarie, por lo que aquél tiempo embustero de yo lo dije y verdad que se los advertí pero no me hicieron caso… se terminó.

Con profetas o pitonisas, o sin ellos, la situación de Honduras es terminal. Una afrenta a la humanidad.

La inseguridad se convirtió en violencia y la impunidad en monstro. Y se volvieron contra sus propios creadores, y quienes no fuimos a ese zoológico del horror también padecemos.

Por tanto, ¿cuál sería una propuesta lógica que nos salve a la mayoría de lo peor que está por venir?

Hay que desechar con honestidad, sin poses de víctimas ni de vencedores, esa falsa pretensión de la existencia del Estado de Derecho y sus instituciones, y reconocer que su ruptura en junio 2009 amenaza principalmente a quienes crearon la ficción posterior.

Admitir que un proceso electoral como el convocado el jueves en el contexto actual, sólo traerá más muerte y desolación para imponer el consenso de los violentos y de los monstros, y provocar desde abajo a otras fuerzas con inmenso poder de reacción.

Debería considerarse la creación de un espacio de alta credibilidad internacional para que los liderazgos legítimos del país acuerden una transición política hacia un nuevo pacto social y político, sin la intervención ni mucho menos el arbitraje de Estados Unidos, que es un perturbador de la solución hondureña.

Considerar, además, que si las elites optan otra vez por la vía de la reforma, el mismo sistema poroso se rompería en añicos y debilitaría aún más el famélico consenso social y político. Promover el diálogo y la unidad encima de los cadáveres de los periodistas es una distracción ingenua por quienes desean ganar tiempo para simular algo y no cambiar nada.

El régimen actual debería dar los primeros paso hacia una alianza política–social que asuma temporalmente los poderes del Estado, en tanto transcurre el proceso de conformación y sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente.

Los poderes fácticos deberían ser considerados como participantes no deliberantes en un proceso de consulta previa hacia la Constituyente, que ni trance impunidad ni otorgue legitimidad a los forajidos.

La Unión Europea no debería seguir, como lo hace, esperando que el Departamento de Estado asuma la definición y ejecución de su propia propuesta hegemónica para Centroamérica, sino recuperar su antiguo liderazgo integrador en la región.

Toda nuestra disposición para conversar y ampliar estas ideas con quien las estime pertinentes.

No hay comentarios: