martes, 15 de mayo de 2012

“Cuando se implanta la 'desculturización', los tertulianos histéricos triunfan”



Por Elvira de Miguel

Elvira de Miguel: Dicen los “grandes analistas” españoles de la comunicación que es necesario buscar nuevos modelos de negocio y que sobran muchos medios de comunicación y periodistas. Pero Juan Luis Cebrián se llevó el año pasado, sólo en bonos, 8,22 millones de euros del grupo PRISA, una empresa en bancarrota que está a punto de hacer un nuevo recorte en la plantilla del diario El País. Otro tanto ocurre en El Mundo, donde hay un nuevo ERE para echar en torno a 200 profesionales. En ABC acaban de pasar por lo mismo. Y el diario Público ha tenido que cerrar. ¿De verdad sobran tantos periodistas?
Pascual Serrano: Si se trata de hacer el periodismo que están haciendo las grandes empresas con sus grandes medios, probablemente sobren periodistas. Un ejemplo: para la entrega de los premios Príncipe de Asturias había acreditados mil informadores. Evidentemente sobraban los mil porque la única cosa a informar in situ era del acto de la entrega, y se estaba emitiendo en directo por TVE2. Sin embargo, yo echo de menos periodistas en otros lugares donde suceden muchas cosas pero que, quizás, no quieren informarnos. El 80% de las noticias que se difunden son promovidas por algún actor interesado: un gobierno, la oposición, una firma comercial, un sindicato, una ONG, un club deportivo… Evidentemente, para incluirlas en los medios de comunicación , no hacen falta periodistas. Los despidos de profesionales de la información son la consecuencia de un modelo de periodismo vacío y servil.

E. M.: En su opinión, ¿está hoy la sociedad española mejor o peor informada respecto a otros periodos recientes, como la transición española? ¿Son demasiadas las 54 facultades que hay en España para expender títulos de periodismo, relaciones públicas o publicidad?
P. S.: Para empezar, en las facultades no se aprende periodismo. Pero eso no es lo más grave, sucedió siempre. Lo peor es que en los medios tampoco. Aprenden a ensamblar declaraciones e incorporarlas y difundirlas en los correspondientes soportes técnicos. Hoy nadie busca noticias, solo seleccionan entre la paja que llega a las redacciones. Sin duda estamos peor informados. No sólo porque los medios y las sociedades se han hecho más etnocéntricos y no se interesan ni comprenden lo que sucede lejos o en otras culturas, sino porque la dinámica y el culto a la inmediatez y la brevedad están terminando con la posibilidad de comprender el mundo.

E. M.: En su libro Traficantes de información explicaba los atropellos laborales que sufren los trabajadores de los medios de comunicación mientras los altos directivos disfrutan de sueldos millonarios y contratos blindados. ¿A qué obedece esta situación? ¿Es un reflejo de lo que está pasando en la sociedad?
P. S.: Es un reflejo del funcionamiento de las empresas en el turbocapitalismo. El consejero delegado de la planta de la Fiat en Turín cobra tanto como los cinco mil trabajadores de la fábrica juntos. Pues en el periodismo sucede igual. Al fin y al cabo, nuestros medios han sido convertidos en empresas comerciales como si fueran fábricas de lavadoras o de coches. Creo que el libro Traficantes de información lo muestra con claridad.

E. M.: Sin embargo, muchos ciudadanos no sienten ninguna solidaridad con las condiciones que padecen en este momento los periodistas. Piensan de ellos lo mismo que de los políticos, que no les representan. Parece que están hartos de la doble moral y de la reproducción constante en los medios de los discursos dominantes del poder. Aumentan los que ya no creen en la posibilidad de que haya periodistas que luchan por encontrar la verdad y la justicia. ¿Qué responsabilidad tienen los profesionales en esta situación? ¿Cómo podrían organizarse para tener algún tipo de control sobre las juntas directivas para las que trabajan?
P. S.: La solución es difícil. El periodista es como el albañil más humilde que trabaja en un edificio. Le encargan que se limite a poner ladrillos conforme a los planos que le han dejado y con el presupuesto que se ha establecido. Alguna vez hasta he pensado que es como el último empleado administrativo del ministerio de un régimen dictatorial: forma parte del sistema represivo pero tampoco puede derrocarlo desde su posición. Lo más urgente es que los periodistas vayan tomando conciencia crítica del sistema en el que están viviendo. Es triste, pero tengo la impresión de que, a pesar de disponer de más información que la media de los ciudadanos sobre lo que sucede, no son más críticos que otros sectores menos formados académicamente y con menos acceso a la información. Me temo que el periodismo es uno de los gremios más alienados y sumisos.

E. M.: ¿Cree que un ciudadano puede suplir en Internet la labor informativa de un periodista profesional?
P. S.: Sinceramente no. No quiero parecer corporativista, mi respuesta anterior creo que demuestra que no lo soy, pero sigo creyendo que en el buen periodismo hay técnicas, conocimientos teóricos, una vasta cultura, prácticas de trabajo, actitudes ante la vida que se aprenden estudiando y ejerciendo la profesión, que no se tienen por el mero hecho de ser ciudadano. Otra cosa es que se pueda ser un buen periodista sin haber pasado por la facultad de periodismo. Eso sí, sin duda.

E. M.: ¿Ayudan las redes sociales realmente a mantener más informada a la ciudadanía o pueden suponer, por el exceso de información, una mayor desubicación para el que busca saber lo que ocurre en realidad?
P. S.: Las redes han aportado elementos positivos y elementos negativos. No sabría decir cuál es el balance final, pero en cualquier caso, están ahí, debemos operar con ellas y utilizarlas lo mejor posible. Entre lo negativo que han traído las redes está la falta de rigor y contraste en lo que se difunde, la jibarización del contenido informativo, la frivolidad, la destrucción de las jerarquías de las noticias, la desaparición de un proyecto colectivo de periodismo… Entre lo positivo, que han colaborado en la democratización de la distribución de la información y que han minado el oligopolio de los grandes medios.

E. M.: El 3 de Mayo acabamos de celebrar el Día Internacional de la Libertad de Prensa con manifestaciones del gremio y declaraciones grandilocuentes y, como decía Groucho Marx, “partiendo de la nada, hemos alcanzado las cotas más altas de la miseria”. Los profesionales sabemos que conseguir buena información suele ser muy caro: viajes, meses de investigación, fuentes… ¿Cómo se puede poner en práctica la libertad de prensa sin ser un traficante de información con inmensa capacidad para endeudarse, conseguir dinero y poder?
P. S.: Aceptando que se trata de un interés público y un servicio público, y por lo tanto con la implicación de los poderes públicos. Si se deja en manos del ámbito privado, quedará a merced de la rentabilidad o de otros intereses que no sean los de informar a la ciudadanía.

E. M.: ¿Afectará también a los usuarios de Internet la desigualdad económica para obtener contenidos de calidad en la red?
P. S.: Seremos víctimas de la desigualdad económica y de la desigualdad cultural. Hoy ya tenemos una información destinada a una población iletrada formada en el culto a la espectacularidad, la frivolidad o el chismorreo; y otra, menos numerosa, que maneja las claves de comprensión de los acontecimientos. Esta última yo la dividiría en dos: la que utiliza esa comprensión en su propio interés personal, profesional o económico; y la que, desesperadamente, intenta abrir los ojos al resto de los ciudadanos.

E. M.: Las radios y las televisiones públicas también están en el punto de mira de los políticos. Las señoras Aguirre y Cospedal mantienen sus promesas electorales de privatizar o ceder la gestión de las cadenas autonómicas. ¿Son “un gasto que no nos podemos permitir” como ellas insisten?
P. S.: Sin duda suponen un gasto, pero esa afirmación política “no nos podemos permitir” es una manipulación miserable. Habría que compararlo con lo que “sí nos podemos permitir”. Creo que si nos podemos permitir financiar a la Iglesia y a la familia real, bombardear Libia u ocupar Afganistán, no deberíamos aceptar que no podemos tener una televisión pública autonómica.

E. M.: Desde terrenos ideológicos completamente dispares hay muchas otras voces que critican la gestión de estos medios que se han usado por los distintos partidos en el poder como canonjías para pagar favores y servicios prestados. Además, a muchos todavía les rechinan las prejubilaciones en RTVE a los trabajadores de esa cadena pública que apenas habían superado los 50 años y se encontraban en su mejor momento profesional. Van a estar cobrando su salario por estar tranquilamente en casa, hasta que les llegue la jubilación a los 65. ¿Es posible organizar un modelo estatal rentable y útil para la ciudadanía?
P. S.: Es verdad que muchas televisiones autonómicas se han convertido en correas de transmisión de gobiernos y partidos en el poder, y que su nivel de manipulación resulta detestable. Es verdad también que han podido derrochar dinero mediante subcontratas a productoras de amigos o al pago de estrellas mediáticas que no lo merecían. Pero esa no es una razón para privatizar o cerrar nada. Si pensásemos que los jueces del Tribunal Supremo no fuesen independientes y actuaran al servicio del Gobierno, no propondríamos cerrar ni privatizar el máximo tribunal, sino crear los mecanismos para terminar con esos problemas. Por otra parte, debemos dejar claro que una televisión, o cualquier otro medio público, no tiene por qué ser rentable. Debe estar bien gestionada, pero no necesariamente ser rentable, como no lo son un hospital o una escuela. Garantizar el derecho de los ciudadanos a estar informados, garantizar la pluralidad, garantizar el acceso democrático a los medios, no lo va a hacer el mercado privado. Lo deberá hacer el Estado y eso puede costar dinero.

E. M.: Para acabar, muchos “tertulianos” y columnistas ofrecen una imagen de la profesión que dista mucho de la realidad diaria de los periodistas. Son especialistas en embrollar a la gente con sus opiniones sobre lo divino y lo humano. Actúan al servicio de quienes les pagan y están ahí (porque si no, no estarían), por decir lo que dicen y callar lo que callan. ¿Cómo evitar que sus opiniones superficiales sustituyan al verdadero periodismo?
P. S.: Se trata de un problema bastante generalizado en muchos países, no sólo en España. En Estados Unidos algunos comentaristas enloquecidos de la Fox tienen una audiencia escalofriante. Se trata del fenómeno de una especie de predicadores de extrema derecha que han descubierto un nicho de audiencias entre un sector fundamentalista de la ciudadanía que, a medio camino entre el pensamiento fascista y el analfabetismo social, encuentran en esas voces la reafirmación de sus limitadas ideas mentales. No es que sea mal periodismo, es que no tiene nada que ver con el periodismo. Cuando en una sociedad se implanta la "desculturización", el individualismo, la ausencia de valores y solidaridad colectiva, los fenómenos como el fascismo, las sectas o los tertulianos histéricos triunfan.

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