sábado, 19 de mayo de 2012

Cuidadosa planificación para desarticular el país




El asesinato del periodista Alfredo Villatoro, coordinador de noticiarios del complejo radial HRN, ha conmovido a la sociedad hondureña y causa luto en el periodismo nacional.

Ese espantoso crimen, hasta ahora inexplicable, viene a ser la gota que derramó el vaso en el largo historial de la criminalidad en nuestro país, ya que, entre sus posibles motivaciones, está la de sembrar el terror en el ámbito de la comunicación social para impedir la función orientadora y esclarecedora de los medios.

La circunstancia y el momento en que se produce este atentado, que es un atentado contra la sociedad hondureña, refleja el interés de crear la confusión y el caos, creando así una situación fatal de vulnerabilidad aprovechable para el control del país por el crimen organizado.

El ataque al sistema de comunicación social tiene un significado trascendental, cuando entramos en el proceso político-electoral y va condensándose el esfuerzo para reorganizar y modernizar las instituciones de seguridad del Estado.

Desde ese ángulo, puede entenderse la secuela de asesinatos de periodistas en Honduras, que parece inscribirse en una cuidadosa planificación para desarticular nuestro país, convirtiéndolo definitivamente en un Estado fallido.

Infortunadamente, la respuesta gubernamental al desafío es hasta ahora incongruente y, sin duda, carente de la capacidad operacional necesaria para, por lo menos, contener la embestida criminal, principalmente por la falta de los recursos financieros y técnicos comparables a los del adversario.

El colapso de la organización policial y las dificultades para refundarla sobre bases profesionales y técnicas acordes con las exigencias de la seguridad ciudadana, es seguramente el talón de Aquiles del estado de indefensión en que se encuentra la población hondureña en todos sus niveles.

El asesinato de los estudiantes universitarios que destapó la gangrena generalizada en el cuerpo policial fue, por lo que estamos viendo, apenas el inicio de la concienciación nacional acerca de la profundidad de las raíces del crimen organizado en nuestro país.

La despiadada muerte del periodista Villatoro, por su connotación de crimen ejemplar para demostrar la magnitud del poder criminal, no debería ser asumida con temor y resignación por parte de los medios, de los periodistas y de la sociedad, en general, sino como el aguijón para reaccionar con determinación y valentía ciudadana contra ésta, la peor amenaza a que los hondureños estamos enfrentados.

Debemos considerar, por lo mismo, que la salvación nacional corresponde a nosotros mismos, bajo cualquier circunstancia. Es la ciudadanía, con su poder colectivo y en el interés comunitario, la que posee el potencial para enfrentar el reto y para obligar a las autoridades del Estado a cumplir con su deber de darnos la seguridad a que tenemos derecho.

Lamentamos profundamente la muerte del periodista Alfredo Villatoro, compartimos el dolor de su familia y de sus compañeros de trabajo, y estamos convencidos de que nos toca, a medios de comunicación y a periodistas, encabezar la defensa de la libertad de expresión, sin la cual la sociedad hondureña estaría condenada al atraso y la disolución.

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