jueves, 24 de mayo de 2012

Lecciones aprendidas en Irak en el combate al narcotráfico en Honduras




Por Thom Shanker

Base de operaciones avanzada Mocorón, Honduras
La Armada de Estados Unidos, usando lecciones del conflicto de la década pasada en la guerra que está siendo peleada en la selva misquita, ha construido un campamento con poca notoriedad pública pero con apoyo del gobierno hondureño.

Militares hondureños entrenan en la base de Mocorón.

Es una de las tres bases levantadas aquí -una en la selva tropical, una en la sabana y una en la costa- cada una en una ubicación crucial para intervenir a los contrabandistas que mueven cocaína hacia Estados Unidos desde Sudamérica.

Honduras es el último punto focal en la guerra contra las drogas de Estados Unidos. Mientras México aplica presión a los capos narcotraficantes que usan su territorio como una sede de tránsito, más del 90 por ciento de la cocaína proveniente de Colombia y Venezuela dirigida para Estados Unidos pasa por Centroamérica. Más de un tercio de esos narcóticos pasan a través de Honduras, un país con vastas áreas sin control -y con uno de los índices per cápita de homicidio más altos en el mundo-.

Esta nueva ofensiva, emerge justo cuando las fuerzas armadas de Estados Unidos relajan su conflicto en Irak y Afganistán y se están movilizando para confrontar nuevas amenazas, también demostrando la nueva modalidad de guerra de la nación: misiones de pequeñas huellas con un número limitado de tropas, alianzas con militares extranjeros y fuerzas policiales que toman el liderato en operaciones de seguridad y con objetivos estrechamente definidos, ya sea dirigidos a insurgentes, terroristas o grupos criminales que amenazan intereses estadounidenses.

El esfuerzo saca provecho de lecciones duras aprendidas de una década de contrainsurgencia en Afganistán e Irak, adonde tropas fueron movidas de bases gigantes a puestos dispersos en áreas remotas y hostiles y de esta manera poder confrontar insurgentes.

Pero la misión aquí ha sido adaptada a estrictas reglas de enfrentamiento, que prohíben combates estadounidenses en Centroamérica, un asunto delicado dada la historia problemática en Honduras, que fue la base para la operación secreta una vez operada por Oliver North para canalizar dinero y armas a los rebeldes combatientes de la vecina Nicaragua. Algunos escépticos todavía se preocupan porque la fuerza militar estadounidense pueda accidentalmente darle poder a elementos rufianes de las fuerzas de seguridad local.

En operaciones de narcóticos anteriores, helicópteros transportando escuadrones antinarcóticos hondureños y estadounidenses partían desde la capital, Tegucigalpa, cada vez que una fuerza de operaciones de inteligencia identificaba huellas de aviones contrabandistas en el radar.

El vuelo de tres horas requerido para alcanzar puntos de encuentro de los carteles no dejaba mucho tiempo libre para detectar aviones descargando toneladas de cocaína a canoas locales, que después se dirigían río abajo, debajo de la sombra de la jungla a encontrar botes rápidos y sumergibles en la costa, para el viaje hacia el norte.

Se han creado las nuevas postas -modeladas en las bases de avanzada en Irak y Afganistán que daban a las tropas un pequeño y seguro hogar en territorio insurgente-, con cómodas barracas.

Tanques gigantes que sostienen 4,500 galones de combustible de helicóptero. Paneles solares aumentan generadores. Cada sitio soporta rotaciones de dos semanas para 55 personas, cada uno no más de 30 a 35 minutos de vuelo de la mayoría de puntos de entrega de contrabando.

Antes de su asignación a Centroamérica, el coronel Ross A. Brown pasó el 2005 y 2006 en Irak como comandante de la tercera armada del tercer batallón de caballería pesada, responsable de la parte de sur de Bagdad. Era un tiempo tan violento que el presidente George W. Bush ordenó un incremento en los niveles de tropas para retomar la iniciativa.

El coronel Brown es ahora comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Bravo, adonde alrededor de 600 tropas son responsables de los esfuerzos militares en todo Centroamérica. Él tiene órdenes de mantener una huella discreta, apoyando autoridades locales y a la Administración Antidrogas (DEA), que lidera la misión estadounidense antinarcóticos.

Tropas estadounidenses aquí no pueden disparar, excepto en caso de defensa personal, y ellos tienen prohibido responder con fuerza aunque agentes hondureños o de la DEA estén en peligro.

“Al combatir el crimen organizado transnacional, estamos promoviendo estabilidad, que es necesaria para la inversión externa, crecimiento económico y minimizar la violencia”, dijo el coronel Brown.

“Nosotros también estamos irrumpiendo y deteniendo el nexo potencial entre crimen organizado transnacional y terroristas que le harían daño a nuestro país”.
Para llegar a la base de operación avanzada Mocorón, un helicóptero Black Hawk voló a través de montañas cubiertas de niebla, sobre la jungla y a través de sabanas con marcas de 200 yardas donde hay pistas de aterrizaje para contrabandistas narcotraficantes.

Conduciendo operaciones durante un día reciente en la posta adonde miembros de equipo de respuesta táctica hondureña, la unidad élite contra narcotráfico del país. Ellos trabajan al lado del equipo de apoyo extranjero desplegado o FAST, creado por la DEA para irrumpir la venta de opio en Afganistán. Con la campaña en Afganistán apaciguándose -y con expectativas más bajas respecto a lo que Washington puede hacer para parar el tráfico de heroína ahí- miembros de FAST estaban en Honduras para planificar misiones de interdicción en Centroamérica.

Y fuerzas de operaciones especiales hondureñas, con entrenadores de fuerzas especiales estadounidenses -los Boinas Verdes del Ejército- fueron transportados de la posta por helicópteros hondureños para plantar explosivos que cortarían con cráteres las pistas de narcotraficantes. La infantería hondureña proveyó de seguridad la posta, que sigue bajo comando hondureño.

Estas misiones fueron conducidas en medio de recordatorio de las guerras sucias de los 1980. Uno de estos recordatorios fue una delegación de miembros del Congreso haciendo una visita reciente para examinar el respeto a los derechos humanos de las fuerzas locales. Legislación prohíbe asistencia militar de Estados Unidos a fuerzas extranjeras que violan los derechos humanos, antes que la Fuerza de Tarea Conjunta Bravo pueda cooperar con milicias centroamericanas, deben de estar certificadas por embajadas americanas en los países donde esas operaciones tengan lugar.

Otro recordatorio yace en la pista de la base aérea Soto Cano, la base hondureña fuera de la capital alberga una academia militar local y la central del coronel Brown. Detrás de un alto cerco está el complejo una vez utilizado por el señor North, un teniente coronel de la marina de las operaciones contra en Irán, en un esfuerzo clandestino de vender armas a Irán y desviar fondos para apoyar a rebeldes en Nicaragua, a pesar de la legislación que prohíbe asistencia al grupo que viola los derechos humanos. Hoy en día la maleza tropical borra los rastros de la base secreta.

Aún así esa historia mantiene su sombra, escépticos del esfuerzo americano dicen: “Sabemos desde los años de Reagan que la infraestructura de Honduras -ambas su maquinaria gubernamental como sus fuerzas de seguridad- sencillamente no son lo suficientemente fuertes, lo suficientemente a prueba de corrupción, para ser un bastión de la democracia”, dijo Larry Birns, director del Consejo de Asuntos del Hemisferio, un grupo de investigación de política de Washington.

La embajadora americana en Honduras, Lisa J. Kubiske, es responsable de traer orden al complejo y en algunas ocasiones, en una contrastante mezcla de programas interagencias, supervisa el acatamiento de la legislación de los derechos humanos.

Uno de esos socios, el comandante Pablo Rodríguez de la Naval hondureña, es el oficial de mayor rango de la segunda base de avanzada en Puerto Castilla. El apuntó en su “flota adicional”, varias docenas de embarcaciones incautadas a los traficantes, las más rápidas de las cuales estaban modificadas con armaduras kevlar sobre motores fuera de borda y monturas para ametralladoras con el fin de perseguir narcotraficantes. Las modificaciones fueron financiadas por el Departamento de Estado.

“Tenemos limitaciones en la velocidad de movimiento, aún cuando tenemos fuertes indicaciones de un cargamento de droga”, dijo el comandante Rodríguez. “No podemos hacer nada sin soporte aéreo. Por eso es importante que Estados Unidos venga acá”.

Despliegues americanos permanentes al exterior se reducen para equilibrar un menor presupuesto del Pentágono -y las misiones van a reflejar esfuerzos conjuntos incrementados en lugar a las tradicionales operaciones de fuerzas especiales. Un esfuerzo significativo es la presencia de 200 de esas tropas asignadas a entrenadores a través de América Central.

La tercera base de avanzada, en El Aguacate en Honduras, ha resurgido de una pista aérea abandonada de la CIA durante la era de Reagan.

Carteles de narcotráfico, crimen organizado transnacional y violencia de pandillas son designadas como amenazas por Estados Unidos y los gobiernos centroamericanos, con un mayor consenso de cuando se construyeron esas bases -en una era cuando la región era vista con un estrecho prisma de comunismo y anticomunismo.

“La demanda de droga en Estados Unidos ciertamente exacerba retos colocados a la lucha de nuestros países vecinos contra estas organizaciones -y del porqué de la importancia de asociarse con ellos en sus esfuerzos”, dijo el viceadministrador, Joseph D. Kernan, el segundo oficial del Comando Sur, que es responsable de las actividades militares en Centro y Sur América. Antes de esta asignación, Kernan estuvo años en la unidad de combate de los Navy SEAL, y él mira el esfuerzo de combatir a los carteles tan necesarios como prevenir a los terroristas que pueden unirse a grupos criminales para llevar a cabo ataques en este hemisferio.

Estos son paralelos “insidiosos” entre organizaciones criminales regionales y redes terroristas, dijo Kernan. “Ellos operan sin ninguna consideración a las fronteras” para poder traficar drogas, personas, armas y dinero, dijo. 

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