El concepto de la pasión y la pasión del concepto: dos movimientos que se coagulan en el vértice de este libro. Toda la reflexión filosófica de León Rozitchner gira en torno a un número preciso de coordenadas inscriptas en un horizonte humanista, crítico de la racionalidad modernista y cientificista que promovió la ideología de la Revolución burguesa y los sectores sociales dominantes que la dirigieron. Su escritura a lo largo de medio siglo no es más que una prolongada batalla política contra la concepción del sujeto que desde aquel 1789 europeo se instaló como hegemónico en la racionalidad occidental hasta hoy.
En su investigación de varias décadas —que no fueron inmunes a los trágicos avatares de Argentina…, exilio en Venezuela incluido, en tiempos sangrientos del general Videla— León Rozitchner mantuvo la misma obsesión: desarmar, conceptualizar y mostrar los obstáculos históricos (la servidumbre, la dominación, la explotación y el terror) que tanto en la sociedad capitalista como en la subjetividad se oponen a la plena realización del ser humano.
Desechando el fácil y cómodo papel que podría haber ocupado como epígono periférico y dependiente de Lucien Goldmann, Jean Wahl, Claude Levi-Strauss o Merleau-Ponty, con quienes se formó intelectualmente en París, sus escritos eluden el triste y sedimentado hábito de la glosa mecánica, la cita obediente y la repetición sumisa. Si algo caracteriza a León Rozitchner ha sido el pensamiento vivo, crítico y sobre todo propio.
Aun así no es difícil identificar las fuentes que nutren al pensamiento rozitchneriano: Karl Marx, Sigmund Freud, Maurice Merleau-Ponty, Karl von Clausewitz. Su mayor aporte a la filosofía argentina y latinoamericana reside en la originalidad con la que empalmó vías de entrecruzamiento entre paradigmas teóricos tan diversos.
Amante apasionado de la polémica, desde su juventud Rozitchner ha cultivado meticulosamente el arte de la confrontación sin cuartel, del agón filosófico, de la lucha teórica. Muchas veces hasta el límite de la provocación.
Esta inteligente compilación da clara muestra de esa trayectoria.
El primer artículo, “Comunicación y servidumbre”, de la mítica revista Contorno, desnuda desde un ángulo hegeliano la estrategia discursiva elitista de Eduardo Mallea. El segundo “La izquierda sin sujeto” (un clásico latinoamericano), publicado originariamente en La Rosa Blindada [http://www.rosa-blindada.info/?p=772] y reproducido más tarde en la revista cubana Pensamiento Crítico, cuestiona la simbiosis de peronismo y socialismo ensayada a partir de los Manuscritos económico filosóficos de 1844 de Marx por John William Cooke en un número anterior de la misma revista La Rosa Blindada, mientras arremete sin piedad contra el economicismo de un marxismo troglodita y rudimentario (hegemónico en el stalinismo, pero no sólo allí…).
Un párrafo aparte merece su texto del exilio venezolano “Filosofía y terror”, de 1980. Allí denuncia —tejiendo las categorías de Hegel con las palabras proféticas de Rodolfo Walsh— a los filósofos tradicionales de Argentina que se refugiaban en el búho de Minerva para avalar el terror estatal-militar-policial y llegaban a participar del congreso de filosofía que ese mismo año abría en la Universidad de Buenos Aires el brigadier Cacciatore y clausuraba el feroz carnicero-general Videla.
Y como si no le alcanzara, en su escritura siguen las referencias críticas a José Pablo Feinmann, Rodolfo Puiggrós, Raúl Sciarretta, Oscar Masotta, Jacques Lacan y Michel Foucault.
También al exilio pertenece su crítica a los ex izquierdistas que apoyaron la guerra de Malvinas, especialmente el grupo socialdemócrata exiliado en México (encabezado por Juan Carlos Portantiero y José Aricó, entre muchos otros). En 1986 Emilio de Ípola acusó recibo y reconoció la falta desde la revista Punto de vista en un cargado artículo contra Rozitchner (“La especulación filosófica como política sustituta”) en el cual, con no poca ironía, lo llamó “el único filósofo marxista argentino realmente existente que nunca parafraseó recetas dogmáticas ni hizo culto al talmudismo”.
Repleto de pasiones encendidas, discusiones ardientes y trágicos preanuncios, este excelente libro hace por fin justicia a un pensador original e iconoclasta, insumiso y desobediente, que, aun a riesgo de quedarse solo, nunca persiguió los mimos, las palmaditas en la espalda ni las caricias del poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario