Por Ricardo Salgado
La tarea del Frente Amplio de Resistencia Nacional, o el Frente Nacional de Resistencia Popular, como quedó bien claro en la Asamblea Extraordinaria del sábado 17 de septiembre, es sumamente compleja, no por los requisitos que el gobierno de la oligarquía quiera manipular para evitar su inscripción, o por la pantomima de descalificar firmas por miles que seguramente ya está bien planificada, sino por el camino tortuoso que se vislumbra para sus militantes y dirigentes. La estrategia de “limpieza ideológica” al estilo Uribe, está en marcha, sin signos de que esta política cambiara de ningún modo y cuenta con el apoyo sin tapujos del imperio (algunos dicen que le echamos la culpa de todo a estos señores, ¿será posible que existan otros culpables después de un siglo de lo mismo?
Por otro lado, se tiene que producir en corto tiempo un planteamiento concreto para el pueblo en términos del cambio que nos proponemos llevar adelante en el país. Los eslóganes de la derecha, trillados y sin fundamento, son su mejor arma, por lo que imponer una agenda de verdadera transformación es esencial dentro del programa de trabajo del frente en los próximos meses. En pocas palabras, tendremos que defendernos de los sicarios de todo tipo, al tiempo que impulsamos la creatividad de todos nuestros colectivos para proponer; estamos, sin duda alguna, en el laberinto donde ocurre el doloroso parto de la nueva Honduras.
De inmediato se plantean acciones que nos orientan a una lucha más organizada por la defensa de los derechos de miles de hondureños y hondureñas que han estado sometidos a enorme presión por las políticas neoliberales, produciendo una verdadera guerra entre el régimen, lacayo de los grupos facticos y la sociedad misma. La movilización parece una de las armas más efectivas con que contamos, pero debería tratarse de ir escalando los niveles en las mismas, después de todo, el descontento si es creciente, y nuestra indefensión es ostensible, en todos los ámbitos de la vida cotidiana. La impunidad es tremenda, acosa en todas las direcciones, incluso a aquellos que no intervienen abiertamente en la lucha; por ejemplo los bancos hacen un festín dejando en la calle a numerosas familias, mientras se niegan sin empacho a impulsar la economía nacional; los tribunales condenan al pobre a pagar interese de usura, y a las personas decentes se les persigue como si fueran animales de presa.
El poder judicial es poco menos que una porqueriza donde se revuelcan los jueces para cometer todo tipo de fechorías. Este seudo poder del Estado, podrido desde sus cimientos, solo podrá corregirse mediante un inicio desde el “punto cero”, desde la Asamblea Nacional Constituyente, como parte del proceso de refundación de la patria. Está claro que los incontables recursos que se han invertido en modernizar los aparatos de justicia no han servido de nada. Si nos sometemos a la idea sistémica de que todo se mide por sus resultados, los órganos administradores de justicia de Honduras deberían ya estar en el cesto de la basura. Hoy, todo el andamiaje legal del país está dirigido a perseguir políticamente a los opositores al régimen, y al golpe de Estado Militar, mientras se cometen las arbitrariedades más variadas e inimaginables contra toda la sociedad. Literalmente, no existe justicia en Honduras, y en su lugar se ha posicionado la irracionalidad más extrema que se haya conocido.
Ante tal estado de cosas, se ha aprobado la recolección de firmas para presentar al Congreso una solicitud para que lleve a cabo un plebiscito que consulte al pueblo si desea que se derogue la amnistía que protege a todos los delincuentes (materiales e intelectuales) que consumaron el golpe de Estado Militar del 28 de junio de 2009, así como a los responsables de la comisión de crímenes contra la humanidad, y violaciones a los derechos humanos. La lucha civil del pueblo avanzando en busca justicia se da en momentos en que el Jefe del estado Mayor Conjunto, y participante del secuestro y expatriación del presidente constitucional de la República, ha dicho que los eventos en el Bajo Aguan son una “emboscada hecha por guerrilleros” contra el ejército.
Las declaraciones del general y beato, no son casuales; hace muchos meses venimos advirtiendo que se estaban produciendo las condiciones para, mediante la invención de una insurgencia armada, justificar arrestos, torturas, persecución y asesinato de miembros de la resistencia nacional. El patrón se ha seguido al pie de la letra, y antes de que termine el 2011, ya se cuenta con un escenario para aumentar las ejecuciones de nuestros miembros. Informes de buena fuente nos indican que en cualquier momento nos mostraran mapas conteniendo los supuestos “puntos ciegos” desde donde ingresan las armas procedentes de Nicaragua. Todo esto obedece a un plan mayor, coordinado por el departamento de defensa de los Estados Unidos de América.
Mientras esto sucede, los “juececitos” y “magistraditos”, hacen su papel de sirvientes y someten a Enrique Flores a una situación extrema, en la que ellos sostienen a la victima de los pies, amenazándola con dejarla caer al caldero hirviente cuando ellos quieran. Las Fuerzas Armadas, el Ministerio Publico, el Comisionado de los Derechos Humanos, la Procuraduría General de la Republica, la podrida policía criminal, todos están involucrados en este crimen, contra el cual el pueblo ahora se movilizará, y solicitará que se juzgue y condene a todos los payasos de este trágico circo montado por los asesinos de siempre, que baña de sangres, sufrimiento y miseria a las grandes mayorías de Honduras.
Es previsible que en los días y meses siguientes, se multipliquen los crímenes, ante lo que nuestra única salida es multiplicar la fuerza de nuestra respuesta; caer en paranoia por la acción de estos asesinos sería un gravísimo error que nos condenaría a un siglo más de oscuridad, y al reinado del terror, fundamentado en falsos preceptos y promesas de riqueza.
Pero la tarea de luchar por nuestros principios es únicamente una parte de la responsabilidad que tenemos enfrente; el reto de revertir todas las atrocidades cometidas por el régimen post golpista, y además profundizar un proceso de verdadera transformación es ahora ineludible. Los ejes principales de este planteamiento, postulados en la asamblea del frente, son colosales: a) Soberanía Alimentaria; b) Soberanía Energética; c) Soberanía sobre los Recursos Naturales; y d) Soberanía Popular requieren de trabajo dedicado, constante y permanente. Salir de la maldita pobreza solo es posible si somos capaces de imaginarnos hoy como será el mundo que construiremos. Deberíamos agregar que tanto la Educación como la Salud, son sectores en los que el Estado, y el pueblo deben ejercer soberanía plena.
Los años que siguen nos llevan a buscar mecanismos que nos permitan que todos los hondureños tengan garantizadas la salud y educación con la más alta calidad, y que en este campo el mercado no será un determinante cualitativo. Acceso universal al saber, y a la salud, esas son misiones fundamentales. Las condiciones de vida de todos los hogares deben garantizarse en el más corto plazo, mientras se recobran los recursos robados, se nacionaliza la producción energética, y se crea independencia en la importación de derivados del petróleo. Además, se debe establecer un marco regulador para garantizar la estabilidad del trabajo, y que el mismo dignifique a los individuos, permitiéndoles llevar una vida decorosa, y que sean capaces de crear patrimonio y bienestar para sus familias.
Las fracasadas tesis de mercado, que siguen siendo aplicadas en nuestro país, mientras lo hacen pedacitos, deben ser reemplazadas de inmediato por una visión más productiva, tendiente al desarrollo y al impulso del movimiento interno de mercancías locales, para satisfacción de las necesidades de las mayorías. Además debe estudiarse la posibilidad de desdolarizar, de una vez por todas, la economía nacional, al tiempo que se multiplican los vínculos con otras economías, manteniendo los principios de autodeterminación, e integración con el resto del continente.
Los temas que se deben abordar de inmediato son muchos, en este modesto trabajo apenas tocamos las tareas fundamentales, y las amenazas que se ciernen sobre nosotros. La lucha pues, recién acaba de comenzar.
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