miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jóvenes: Si no pelean el presente carecerán de derechos en el futuro


Vos el Soberano

Por Julio Escoto

Carencia es palabra de moda: carencia de seguridad ciudadana, de oportunidades, de justicia, de ingreso digno, de calidad de vida, de un presente en buena construcción y particularmente de futuro… Alguien describió a la desesperanza y al deterioro en que se halla la sociedad hondureña, desde hace décadas, mediante metáforas: carecemos de todo y están por robarnos la luz del final del túnel. Pues ya es más que obvio, comprensible y visible, que el ensayo económico que con zalamerías y presiones impuso al orbe el gobierno mundial del Consenso de Washington es un fracaso: el libre mercado fue incapaz de procurar el desarrollo concreto del ciudadano común y mucho menos su felicidad. Al convertir en agente consumidor —más que agente productor— a inmensos conjuntos de personas generó una visión de mundo profundamente egoísta e insolidaria cuya práctica conduce a la sociedad a la inevitable destrucción. En tanto se considere a lo material —y a lo pecuniario— como razón mayor de la existencia, el hombre está condenado a regodearse en el lodo de lo superficial y a no elevarse nunca. El poema del salvadoreño Alfredo Espino sintetiza el sueño de esta honda ambición humana: “Dos alas, quien tuviera dos alas para el vuelo”…

Tres generaciones coetáneas estamos pagando ese cruel ensayo: los viejos arribamos al umbral eterno viendo cómo se despedaza y reparte a la nación, cómo sus recursos se entregan para beneficio ajeno y no para el propio, asistiendo con dolor al espectáculo cada vez más miserable y vulgar de camarillas y grupos de poder, los partidos políticos, que escenifican las peores conductas antidemocráticas. La generación de media edad sufre, dependiente e hipotecada, la tentación permanente de la corrupción para lograr sobrevivir: solo con alguna truncia, mordida o chanchullo se redondea al ingreso del día. Los púberes se hunden en un mar intencionalmente concebido de tentaciones vanas: el gadget o tecnología de moda (móvil, ipod, laptop, ipad, youtube, facebook), cuando no enfangados en cultos de explotación religiosa o sumidos en las drogas. El síndrome de los tiempos es la estupidez. Entre más ignorante la persona, menos infeliz.

Pero eso es nada en comparación con el porvenir de la próxima generación madura. Cuando los hoy muchachos arriben “a la edad de merecer”, como valoraban las abuelitas, y contraigan matrimonio, ¿dónde irán a residir; con los padres?... Ni Estado ni empresa privada tienen interés en edificar multifamiliares o colonias populares que cubran siquiera medianamente el monstruoso déficit habitacional que registra el país... ¿Cuál será su ingreso, mañana, ante la abundancia demográfica y la competencia profesional si ni les reconocen el salario mínimo? ¿Cuánto costarán las escuelas de sus hijos en 2021, bicentenario de “independencia” patria? ¿Qué sistema médico los cubrirá que no demande dos ojos de la cara? ¿Pensiones, jubilaciones sin entes de seguro social colectivo y con los actuales institutos de previsión fracasados? ¿Dónde el parque para distracción familiar, el museo educativo, el deporte gratis, el beneficio de la cultura estatalmente subsidiada, el transporte público ahorrativo y eficiente? ¿Cuál será el precio del dinero y del crédito, del agua, del combustible y la electricidad con la inflación trotante que ya padecemos? ¿Los rodeará un ambiente limpio u otro ecológicamente destrozado y enajenado? ¿Tendrán siquiera derecho a un cementerio?... Su prospecto es turbio; dígase sin elegancia que se los llevará el diablo.

Si no pelean el presente carecerán de derechos en el futuro, momento en que será tarde para enmendar. Su vivencia luce marcada por una terrible condición de esclavitud económica y de injusticia, posiblemente agravada con las crisis venideras del capitalismo en el mundo. La brecha entre ricos y pobres se ensancha cada vez más, lo que pronostica disparidades brutales en lo social y por ende violencia endémica. Quizás nunca como hoy una generación ha ganado o perdido en la infancia su destino

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