domingo, 18 de septiembre de 2011
Independencia
Diario Tiempo
En los últimos tres años el Día de la Independencia lo hemos celebrado en forma peculiar, con poco entusiasmo y, prácticamente, cada quien por su lado. Ese es un reflejo del estado de ánimo colectivo, en un mundo –como dijera el poeta—para todos dividido.
Hace 190 años las cinco parcelas de América Central proclamaron su independencia del gobierno español en la ciudad de Guatemala, sede de la Capitanía General, también sin mucha fanfarria, con la presencia en la plaza central de una multitud de lugareños tirando cohetillos y dando vivas a la Independencia.
El nuevo gobierno nada tenía, en realidad, de nuevo. El régimen seguía incólume con el poder del clero y la aristocracia intacto. Después de todo, D. José del Valle, nuestro sabio Valle, que redactó pero no firmó el Acta de Independencia, estaba convencido de que los guatemaltecos –para él los centroamericanos—no estábamos preparados para ser independientes.
A lo largo de estos 190 años, vale decir casi dos centurias, el argumento de D. José del Valle se ha repetido en aquellas circunstancias en que surge la posibilidad de un cambio político, económico y social en nuestros países, los del Istmo. Nunca estamos preparados, y, en consecuencia, se impone la preservación del régimen.
Linda fórmula, perfectamente funcional, que ha adquirido aplicación universal por su eficacia para justificar el control elitista en cada nación y el control hegemónico en escala mundial, bajo el discurso de la libertad, la democracia, el bien común. En fin, con la ilusión de la Independencia.
Igual que en 2009 y 2010, hoy los desfiles cívico-militares, aunque disminuidos, serán la expresión de nuestro “clima” de independencia. Las escuelas y colegios privados marcharán al paso oficial, y la mayoría de los públicos, de la masa, irán en ánimo de resistencia popular.
En ambos lados, por supuesto, prevalecerá el sentimiento de unidad y solidaridad, naturalmente que con diferente identificación del fervor patrio. Unos satisfechos, contentos, seguros del suelo que pisan. Los otros, inconformes, “indignados”, reclamando patria y justicia.
Es un momento especial, intrigante, porque se hace dramáticamente perceptible la existencia de dos conceptos sobre el ser nacional, esta vez provocado por el símbolo de la Independencia. El que desconoce su trascendencia y lo trivializa en fiesta, y el que le confiere a la independencia su valor fundamental para la identidad nacional y la existencia del Estado.
Es la misma contradicción que se impone en torno al problema de la integración nacional y el sub-producto de la reconciliación. Entre el desarrollo económico y social auténtico y la inserción desnaturalizada de las Ciudades Modelo. Entre la dignidad de la Independencia y la sonrisa fácil de la dominación extranjera.
Ese es, entonces, el momento de Honduras en este Día de la Independencia. La presencia, en primer plano, del eterno dilema: Ser o no ser.
Septiembre 15, 2011
En los últimos tres años el Día de la Independencia lo hemos celebrado en forma peculiar, con poco entusiasmo y, prácticamente, cada quien por su lado. Ese es un reflejo del estado de ánimo colectivo, en un mundo –como dijera el poeta—para todos dividido.
Hace 190 años las cinco parcelas de América Central proclamaron su independencia del gobierno español en la ciudad de Guatemala, sede de la Capitanía General, también sin mucha fanfarria, con la presencia en la plaza central de una multitud de lugareños tirando cohetillos y dando vivas a la Independencia.
El nuevo gobierno nada tenía, en realidad, de nuevo. El régimen seguía incólume con el poder del clero y la aristocracia intacto. Después de todo, D. José del Valle, nuestro sabio Valle, que redactó pero no firmó el Acta de Independencia, estaba convencido de que los guatemaltecos –para él los centroamericanos—no estábamos preparados para ser independientes.
A lo largo de estos 190 años, vale decir casi dos centurias, el argumento de D. José del Valle se ha repetido en aquellas circunstancias en que surge la posibilidad de un cambio político, económico y social en nuestros países, los del Istmo. Nunca estamos preparados, y, en consecuencia, se impone la preservación del régimen.
Linda fórmula, perfectamente funcional, que ha adquirido aplicación universal por su eficacia para justificar el control elitista en cada nación y el control hegemónico en escala mundial, bajo el discurso de la libertad, la democracia, el bien común. En fin, con la ilusión de la Independencia.
Igual que en 2009 y 2010, hoy los desfiles cívico-militares, aunque disminuidos, serán la expresión de nuestro “clima” de independencia. Las escuelas y colegios privados marcharán al paso oficial, y la mayoría de los públicos, de la masa, irán en ánimo de resistencia popular.
En ambos lados, por supuesto, prevalecerá el sentimiento de unidad y solidaridad, naturalmente que con diferente identificación del fervor patrio. Unos satisfechos, contentos, seguros del suelo que pisan. Los otros, inconformes, “indignados”, reclamando patria y justicia.
Es un momento especial, intrigante, porque se hace dramáticamente perceptible la existencia de dos conceptos sobre el ser nacional, esta vez provocado por el símbolo de la Independencia. El que desconoce su trascendencia y lo trivializa en fiesta, y el que le confiere a la independencia su valor fundamental para la identidad nacional y la existencia del Estado.
Es la misma contradicción que se impone en torno al problema de la integración nacional y el sub-producto de la reconciliación. Entre el desarrollo económico y social auténtico y la inserción desnaturalizada de las Ciudades Modelo. Entre la dignidad de la Independencia y la sonrisa fácil de la dominación extranjera.
Ese es, entonces, el momento de Honduras en este Día de la Independencia. La presencia, en primer plano, del eterno dilema: Ser o no ser.
Septiembre 15, 2011
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