lunes, 18 de agosto de 2014

Un dos y un ocho, no es 28



La memoria es un paraje tal vez, un olor que remite afecto, rechazo, dolor. Pueden ser rostros que sonríen o nos agreden, nos ignoran. La memoria es un lugar sin lugar que sobrevive en cada una de nosotras, como puede. Es personal y es tremendamente colectiva. Está en los colores de las cosas, en palabras que partieron los días en pedacitos, en besos que nos siguen llenando de dulzura de sólo evocarlos. Es pasar por la esquina de una calle y tener ganas inmediatas de vomitar o huir. Es sangre sobre el asfalto y los montes.

Si decimos junio y le agregamos 28, un tropel de imágenes, olores, sentimientos, nos invaden a miles de personas que compartimos este país. Se atropellan las palabras que tratan de recuperar nombres y rostros que año con año se van borrando: los asesinados, sus verdugos. Amontonamos anécdotas llenas de fuerza porque sentíamos que se iba a poder transformar de raíz el acumulado de injusticia histórica que hace que ni los niños más pequeños quieran vivir aquí. Lo sabemos porque estuvimos ahí y lo vivimos, lo tenemos en la piel, en la colectiva palabra de la memoria dispersa como los días.

Los y las golpistas envejecen esbeltos sobre nuestras muertas. Los vemos lozanos e insoportablemente ricos con lo que ganaron en los últimos cinco años: negocios, impuestos, comercios, tráficos, robos públicos; sonriendo porque saben cuánta fortuna van a seguir teniendo gracias a sus esclavas y esclavos, a quienes les palmea el hombro su mediocre cantante guatemalteco favorito. Se habla de ellos como personas respetables, siguen siendo funcionarios, representantes del país, se les hace homenaje en los mercados, se les ve en los medios con sus últimas cirugías y sus ropas impecables. 

De este lado nuestro quedó la derrota, completa como uno de esos balones de futbol tan famosos en estos días, pero viejo, desinflado, roto, hecho mierda, hasta da pesar patearle. De este lado miramos el éxodo de infantes sin flautistas ni Hamelines, acompañamos a parientes a un Seguro Social que no tiene nada que ofrecer, cocemos frijoles africanos, sabemos que el dengue es peor que el año pasado y que aumentó el suicidio y la enfermedad mental. Presenciamos a diario el hambre y sus parientes, y nos acusamos unas a otros por pura rabia. Volvimos a comprar en las tiendas de los patrones, a comer su basura, a tragar sus venenos televisados e impresos, a celebrar sus mafias futbolistas y sus cultos religiosos, a pedirles de nuevo justicia en sus pulidas instituciones que más parecen escenarios donde nosotras somos las que montamos los espectáculos y ni cobramos. 

Claudicamos como gentillal de gente, nos cansamos, nos desencantamos con el desencanto anunciado. Luchan algunas y algunos, cierto, con esperanza auténtica, y lo hacen con sus vidas, no hay de otra, no es porque así lo elijan, pero en comparación con los mejores días, son pocas personas; la mayoría nos volvimos al rincón de lo posible, de lo poquitero, de lo peor es nada, del trabajito pinche, la consultoría basura, de la rabia por el voto robado, del mal amor mejor que nada, de la jubilacioncita, la chupa para olvidar, la beca tal vez, del miedo a granel y repartido por las noches como una píldora contra la locura.Qué lástima me da, qué lástima me doy escribiendo sobre la derrota de este tiempo, sobre la mía. 

Cuando los limitados líderes de los recientes pasados tiempos nos insistían en mantener impecable nuestro prestigio de pueblo pacífico y hasta gritar ciertas cosas no era correcto; cuando hacían discursos sobre las bondades de sus propuestas de orden y paz democrática con todo lo que íbamos a ganar una vez que ese poder fuera nuestro y los nuestros nos representaran, cuando nos avisaban que si hacíamos siquiera un amago de ira contra los que nos mandaban a matar todos los días, nos asesinarían en la calle, nos avisaron además que no podríamos defendernos. Entregamos nuestros poderes por el miedo y la falta de confianza en nosotras mismas, aflojamos nuestra capacidad de pensar sin ellos, de actuar sin sus mandatos, soltamos nuestra osadía para procesos autónomos que ya estaban sucediendo, renunciamos pacíficamente a decidir con claridad, a errar inclusive.

Deben ser tantos años de escuelas y de curas, de pastores y madres mandonas, de jefes y salarios, de malos libros, de procesos electorales, de mal sexo, de maridos o amores chantajistas. Todas las prácticas sistemáticas que nos atrofiaron la capacidad de intentar, de ensayar otros modos por miedo a equivocarnos y a ser de otra manera, nos quitaron la capacidad de ver con claridad que por repetida una fórmula no es ni eficaz ni la más atinada, nos dejaron esta desgraciada costumbre de repetirnos.Lo han logrado, perfectamente.

Es cierto lo que dijeron los líderes, nos hubieran matado a un montón, ahí en la calle. Pero estoy segura que nos hubiéramos defendido porque la creatividad, la energía y la fuerza estaban con nosotras. Así como se abrían las puertas desconocidas, nos daban agua manos solidarias, nos repartíamos las burras que eran pocas, el pisto para el bus que era menos, nos acompañábamos a nuestras casas; así como caminamos por días, como nos juntábamos sin horarios de oficina, como se organizaban las madres para cuidar a las hijas e hijos de todas, la juventud para moverse pensando en colectivo, las artistas y sus propuestas sin financiamiento, hubiéramos podido de un modo que ni siquiera imaginamos. Lo hubiéramos hecho porque era la vida y no la muerte la que estaba de nuestro lado ético. No salíamos a matar ni a dejarnos matar, nunca lo hicimos, se nos paraban los pelos de emoción entre tanta gente a fuerza de sentirnos vivas y construyendo digna vida para esta tierra hermosa y dolida. 

Lo que no avisaron los grises líderes, y lo que no vimos como gentillal de gente es que entre la vida y la muerte hay otra cosa, este modo de andar que es como se anda aquí cada día: una manera que estamos perfeccionando porque está Hecho en casa y sí que está bien hecho, y esto se llama desvivir. Y en verdad es indigno, vergonzoso y espantosamente triste. 
Melissa Cardoza
Julio 2014

No hay comentarios: