martes, 12 de agosto de 2014

Los sobrevivientes de Ahuás y las secuelas que dejó el ataque de la DEA



Por Marvin Palacios

La masacre que efectivos de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA)  y militares y policías hondureños protagonizaron en Ahuás el 11 de mayo de 2012, contra un pipante que transportaba a 16 indígenas miskitos desarmados e indefensos, aparte del dolor para los familiares de las víctimas mortales, también ha dejado secuelas permanentes en las vidas de los sobrevivientes.

Familiares de las víctimas y sobrevivientes de Ahuás permanecieron en la sede del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH) del 28 de julio al 1 de agosto para ampliar testimonios del brutal hecho y además para testimoniar  incidentes que revelan que la DEA estaría involucrada en torturas psicológicas para obligar a los sobrevivientes a cambiar su versión de los hechos y reforzar la posición del gobierno de Estados Unidos en el sentido que los equipos antidrogas participantes, dispararon contra el pipante en respuesta a un supuesto ataque de los que se transportaban en la pequeña embarcación.

Clara Wood, sobreviviente y madre del niño Hasked Brook Wood (muerto en el ataque) reveló en una entrevista al periodista Félix Molina, director de Alternativas en Comunicación (AlterEco) durante su estancia en el COFADEH, que a finales de 2013 fue contactada por la vía telefónica por un hombre al que solo identificó como Edy (al parecer este hombre es miskito y maneja una organización ambientalista) para que viajara a Tegucigalpa.

Wood señaló que aceptó porque dicho hombre conoce a una prima suya, así que estuvo en la capital en 2 ocasiones a principios de este año, y que Edy la llevó ante don Andrés, un sujeto que se identificó como agente de la DEA.

Don Andrés junto a otros estadounidenses, le aplicaron el polígrafo a Clara Wood para obligarla a que cambiara su versión de los hechos del 11 de mayo de 2012 y  que declarara que tanto Melanio Olopio, piloto del pipante y su ayudante Emerson Martínez (muerto en el ataque), portaban armas y que habrían disparado contra uno de los 4 helicópteros que se incautaron de un cargamento de drogas sobre el Río Patuca a la altura de la comunidad de Paptalaya, municipio de Ahuás, en el departamento de Gracias a Dios.

Wood sostuvo que Edy le dio una pastilla para los nervios, pero que ella no sabía para qué era ni a qué sería sometida. Así que una vez que fue conducida en lo que aparentemente fue en las instalaciones de la Embajada de Estados Unidos en Honduras,  don Andrés (al que Clara llamó el gringo)le preguntó en varias ocasiones si Melanio Y Emerson portaban armas, y ella habría respondido que no, que ninguno de ellos portaba armas de fuego y que jamás dispararon contra el helicóptero.

Pese a que el agente de la DEA le indicó que abriera una cuenta de banco y que le ayudaría con 100 mil dólares, Clara Wood mantuvo su posición de que nadie disparó,  y que los narcotraficantes no andaban en pipantes, sino en lanchas.

De hecho la operación antidrogas ejecutada por la DEA falló, en el sentido que atacaron a una embarcación de indígenas miskitos que estaban desarmados e indefensos.

El error se produjo cuando la lancha que transportaba drogas y que aparentemente fue abandonada por los narcotraficantes, se cruzó en el cauce del pipante a pocos metros del landín (pequeño embarcadero) de Paptalya.


No se explica un error de este tipo cuando se sabe que los helicópteros utilizados cuentan con potentes faroles y sus efectivos están dotados con artefactos para visones nocturnas.

Pero volviendo al caso de las torturas psicológicas a la que fue sometida, Clara Wood comentó que una vez que los sujetos le quitaron el polígrafo, y le indicaron la salida del lugar donde se encontraba (del cual solo recuerda que era un edificio de una embajada con terraza) salió llorando y que Edy le dijo: ..”ay vieja perdimos todo por una cosita…”, refiriéndose a la pérdida de los 100 mil dólares que el agente de la DEA le habría prometido por cambiar la declaración.

La experiencia demuestra que los sobrevivientes de Ahuás han estado sometidos, como el caso de Clara Wood, a torturas psicológicas y a promesas de pago de dinero, aprovechándose de la ingenuidad y la buena voluntad de los sobrevivientes que viven en condiciones precarias en su comunidad.

Clara dijo que su deseo es alcanzar justicia por la pérdida violenta de quien llamó era su bebé, el niño de 14 años Hasked Brook Wood. “Cada vez que veo a un niño parecido, recuerdo a mi bebé”, dijo sollozando.

Otro caso lamentable de aquellos que vivieron para contar la tragedia, es el del joven Lucio Nelson (24) originario de Barra Patuca que aquella madrugada viajaba en el pipante para trasladarse a Ahuás y visitar a unos parientes.

Lucio Nelson recuerda que varios de los que viajaban dormían, eran alrededor de las 2:00 de la madrugada y que de repente despertaron por el ruido de los helicópteros y el sonido de la percusión de los proyectiles de armas de fuego, tanto de ametralladoras como de fusiles de asalto que provenían de los helicópteros.

Una lluvia de proyectiles, entre estos de grueso calibre, cayó sobre ellos y como pudieron se lanzaron al agua. Lucio afirma que sintió el quemón de las balas que impactaron su cuerpo y que logró llegar hasta la orilla. Su brazo derecho cerca del codo sangraba al igual que la parte de atrás de su cintura.

La vida para Lucio consistía en ayudar a su padre en el cultivo de arroz, plátano y yuca para la venta y para su propia subsistencia. “A veces se gana y a veces se pierde, porque algunas veces con las llenas se pierden las cosechas”, dijo.

“Antes del ataque yo ayudaba a mi papá (Edgardo Nelson) a sembrar arroz, trabajaba junto con mi hermano pequeño cuando viajaba mi papá, para sacar unos pesitos para darle a mi mamá, y ahorita como no puedo trabajar con este brazo, intento pero no puedo y eso me pone triste, mi esposa quiere estudiar enfermería pero no puedo apoyarla”, sostuvo Lucio.


Después del ataque de Ahuás, Lucio Nelson fue intervenido quirúrgicamente en el Hospital Regional Atlántida de La Ceiba, pero el hueso no se pegó bien y el brazo quedó  vulnerable y sujeto a eventuales fracturas.

El padre de Lucio, Edgar Nelson solicitó al personal médico que le dieran los proyectiles extraídos del cuerpo de su hijo, pero lo médicos se negaron. La idea de Edgardo Nelson era contar con una prueba balística del ataque para utilizarla en un eventual juicio.

“Esos proyectiles eran de las armas de los americanos (estadounidenses), uno de los tiros me pegó cerca del codo, uno en la espalda y otro en la pierna, y ahorita no puede agacharme bien, cuando camino me duele la espalda”, narró el joven.

Esta situación ha entristecido a mi familia porque antes ayudaba a mi papá, “ahora miro a mi padre que se va solo al trabajo, a veces me pega tristeza y le digo a mi papá, ..¡papá busca una persona que te ayude…!, pero él me dice, no tengo pisto para pagar a alguien, él se pone a llorar conmigo..

Las recientes radiografías practicadas en el brazo derecho, a la altura del codo, revelan que el hueso no se pegó bien y que es necesario practicar una nueva cirugía, de acuerdo con la recomendación hecha a la familia de Lucio, por parte de un ortopeda cubano.

Sin embargo, Lucio siente temor de ingresar nuevamente al quirófano porque cree que quedará peor. Su vida productiva fue frustrada por el ataque de Ahuás y las posibilidades de dedicarse a un trabajo que no requiera de gran esfuerzo, son mínimas, ya que en Barra Patuca solo hay empleo ya sea como agricultor o como pescador.

“Como no puedo trabajar y no puedo mantener la muchacha que está a mi cargo, me causa mucha tristeza a mí, a mi padre y a mi madre”, comentó este joven sobreviviente de Ahuás.

La DEA y los tratos crueles, inhumanos y degradantes
Los efectvos de la DEA no solo atacaron desde los helicópetros al pipante en que se transportaban  los indígenas miskitos, provocando 4 muertes y otras cinco víctimas con heridas de gravedad, tres de ellos que quedaron lisiados como Lucio Nelson. También perpetraron vejámenes, tratos crueles inhumanos y degradantes  contra pobladores de Ahuás.

Es el caso del comerciante Doly Wood, propietario de una bodega de abarrotes y venta de combustibles para las lanchas de transporte.


Doly Wood nació en Brus Laguna el 27 de octubre de 1957, desde niño se propuso trabajar como marino y lo logró. Estuvo embarcado por varios años y visitó numerosos países, hasta que decidió establecerse en el municipio de Ahuás en la mosquitia hondureña.

“Me gustó Ahuás porque Brus Laguna es una zona muy baja y me decidí ir a Ahúas porque aparte que la zona es más alta, hay hospitales, hay aviones privados conocidos como Aguilas de Socorro, entonces por cualquier emergencia yo puedo salir para La Ceiba porque soy un enfermo cardíaco, entonces debido a eso, yo me mudé para Ahuás”, relató Doly Wood.

Yo soy un comerciante, he luchado siempre y me manejé trabajando casi 15 años embarcado en marina mercante en el exterior, yo soy un marino experto y navegador también, desde la edad de 18 años y pude recaudar fondos, porque siempre fui futurista y ya no quería trabajar lo ajeno, quería ser independiente, añadió el entrevistado.

Consultado en torno a la vida y ambiente de Ahuás antes del ataque de la DEA, Wood dijo que “Ahuás ha sido un lugar tranquilo los 14 años que he estado ahí, entonces de repente sucedió esto y como siempre ésta gente anda trabajando ahí clandestinamente, y uno no está metido en esto, no sabe nada y de la noche a la mañana ahí están los accidentes”.

Sobre el ataque del 11 de mayo de 2012, Wood dijo que “eso fue terrible porque era la primera vez que mirábamos sucediendo estas cosas, a las 2:00 de la mañana, me sacaron de la casa, me intimidaron, bueno la familia quedó con traumas hasta el sol de hoy”.

“Recuerdo que había extranjeros porque el queme tenía encañonado, era un tipo con un acento inglés, me tuvo 3 horas en el piso del patio de mi casa, con la bota en el cuello, el tipo era de tez negra, alto y flaco, yo sentí que se me iba la vida y yo le advertí que era enfermo cardíaco, que yo no era narcotraficante, que era un hombre luchador…pero él me dijo:…¡ We don´t care, a nosotros no nos importa..andamos cumpliendo nuestra misión!...”.

Doly Wood añadió que durante era tratado de esa forma, los efectivos de la DEA rompieron la bodega de  su negocio para robarle combustible. “Ellos a la brava rompieron mi bodega a la fuerza, dejaron mi puerta quebrada, saquearon el combustible y después se fueron”.

“Ellos me decían que si la droga incautada era mía, y yo les decía que no sabía nada, que yo estaba durmiendo, pero ellos insistían en preguntarme si la droga era mía, me decían que yo era narcotraficante y yo les decía que no, que yo desconocía todo esto, que era un hombre trabajador y que además era un enfermo cardíaco”, explicó Wood.

Doly Wood indicó que aquella madrugada fueron varios los efectivos militares y agentes de la DEA los que descendieron de los helicópteros y  que en su casa permanecieron 3 de ellos, “dos en el portón y uno que me interrogaba”.

“Yo entiendo bien el inglés y del helicóptero bajaron los hombres y hablaban en inglés, yo los estaba escuchando a unos metros de distancia, gritaban para hablar porque  el helicóptero no se apagaba. Había dos helicópteros sobrevolando y otros dos estaban en tierra.

Recordando el ataque, Doly Wood aseguró que en la operación antidrogas los agentes de la DEA se equivocaron de embarcación. “Ahí fue donde fallaron, porque atacaron a civiles indefensos”

Afortunadamente cuando estaba por salir el sol, Doly Wood fue puesto en libertad y los militares se retiraron del lugar. “Hasta las 5:00 de la mañana me liberaron, me levanté y con mi carrito trasladé a Hilda Lezama que iba herida, saqué a los muertos, inclusive una de las muertas era Candelaria Trapp que era prima mía, yo la tuve en el corredor de la casa como dos horas hasta que vinieron otros familiares a recogerla; mi prima estaba muerta y estaba embarazada”.

Doly Wood nunca olvidará haber visto los cadáveres de Candelaria Trapp, Emerson Martínez, el niño Hasked Brook Wood y a Juana Jackson (que también estaba embarazada).

“Fueron cuatro muertes violentas, y yo estuve ahí, la comunidad se movió a cooperar después del ataque”.

En el ataque resultaron heridos de gravedad, el niño Wilmer Walter Lucas, Lucio Nelson e Hilda Lezama y de menor gravedad Melanio Olopio, además salieron ilesos e ilesas, Clara Wood, Bera Gonzáles y sus hijas pequeñas, Elvia Dolores Suansín y su pequeño hijo , Roldán López y Anderson Trapp

Procuradoras del Área de Acceso a Justicia del COFADEH acompañaron a los sobrevivientes y a los familiares de las víctimas, ante la Fiscalía Especial de Derechos Humanos para añadir los testimonios ampliados en el expediente del caso.

Por otra parte en audiencia inicial del juicio llevada a cabo el 29 de febrero de este año en Puerto Lempira, el COFADEH solicitó una ampliación del requerimiento fiscal presentado por el Ministerio Público para incluir a otras víctimas sobrevivientes del ataque, como el caso de Doly Wood y otras personas sometidas a lesiones, tratos crueles, inhumados y degradantes.

Luego, tras conocer de la disposición judicial, el COFADEH apeló la resolución emitida por el Juzgado de Puerto Lempira, el cual  sobreseyó provisionalmente a los efectivos militares y policiales que junto a agentes de la DEA perpetraron el ataque, aduciendo que pese a que existió el hecho, según el juez, no existen suficientes argumentos, para imputarlos de los delitos, de los cuales se les acusa.

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