jueves, 14 de agosto de 2014

Cultura y Coyuntura a partir del éxodo migratorio



Por Manuel Torres Calderón *

Cultura y coyuntura a partir del éxodo migratorio

En el marco del Congreso Científico en la UNAH, asistí a la charla que sobre emigración a Estados Unidos ofreció el economista y demógrafo Manuel Flores. La manera en cómo Manuel escudriña los censos se compara con la de un minero en busca de oro, con la diferencia que al encontrar datos relucientes los pone a disposición de quiénes desean analizarlos.

En esta oportunidad tomaré el tema migratorio como excusa porque en su exposición planteó algo que es retador para las ciencias sociales. Manuel cita la formación de una nueva “cultura migratoria” entre los “factores coyunturales” que explican el fenómeno.

La “cultura migratoria” hace bolsa común en su lista de “factores coyunturales”  con la crisis económica y política, efectos de los desastres naturales, violencia generalizada, proliferación de grupos de asociación ilícita, narcotráfico, crimen organizado y remesas, entre otros.

En su reflexión lo de “cultura migratoria” es una hipótesis, producto del cruce de datos, de sus viajes y conversaciones en las comunidades “expulsoras”, pero advierte que la investigación rigurosa está pendiente, sin embargo, ya es un mérito trascender el enfoque puramente estadístico que a ratos domina la discusión.

Honduras no ha tenido propiamente una cultura migratoria, pese a que desde siempre hemos tenido emigrantes, sobre todo viviendo o ligados a la costa norte. La conexión de las comunidades negras del litoral atlántico con el este de Estados Unidos data de hace muchos años. Aún recuerdo en mi barrio, La Leona, el día en que un técnico de refrigeración y profesor de educación media, de apellido Monti, se despidió de mi padre porque partía a Nueva York con toda su familia. Nunca supimos más de ellos.

La cultura migratoria ha sido más propia de El Salvador, como probablemente lo haya sido de Cuba, República Dominicana, España, México o Argentina. Como lo apunta el Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador 2005 (Migraciones, Cultura y Ciudadanía), las migraciones en ese país vecino no son un mero apéndice de las transformaciones económicas protagonizadas por el caudal de dinero que hacen llegar a sus familias, sino que son un componente fundamental del tipo de sociedad en que se ha convertido.

Claramente, El Salvador es un país de cultura migratoria y que se potenció con la desintegración de su tejido y convivencia social a raíz de las múltiples formas de violencia y despojo de que ha sido víctima. Pero la tendencia de los salvadoreños a salir de sus fronteras viene de largo. Que Honduras vaya adquiriendo esa condición, más allá de la búsqueda de mejoría económica, escapar de la violencia o de la injusticia o en pos del reencuentro familiar, introduce otras variables casi inéditas, como la interculturalidad, transnacionalidad, transterritorialidad y una carga de nuevos simbolismos asimilados a través de la televisión por cable, el internet y el mercado global, que hasta ahora no han sido tomados en cuenta.

Más allá de lo migratorio, el reto que subyace en el planteamiento de Manuel es que estamos ante el surgimiento y posiblemente consolidación de una nueva cultura, lo cual tendría que ser tan provocador y fascinante para las ciencias sociales como para los geólogos el nacimiento de  un volcán.

Investigar cómo se forma y toma auge una cultura en Honduras podría dar claves interesantes frente a retos en los que aparentemente hemos fracasado o avanzado muy poco, entre ellos acompañar la transición política iniciada en 1982 de una “cultura democrática” o, en el caso específico de la UNAH, ¿cómo lograr que el período de la Rectora Julieta Castellanos quede una cultura sólida de reforma universitaria que afronte las incertidumbres de su relevo dentro de tres años?

Por supuesto, no hablamos de fórmulas que se trasvasan, pero sí de la construcción de novedosos  imaginarios colectivos que toman vida por sí mismos y afrontan cualquier tipo de obstáculos. No es fácil comprender cómo en el aeropuerto de Tegucigalpa encontramos con frecuencia a parejas de ancianos que nunca han salido de sus pueblos, ni siquiera conocen Tegucigalpa, y van a visitar a sus hijos en Estados Unidos o España. Pero se van y ocurre casi a diario.

Es tan poderosa la corriente y cultura migratoria que está formando otro sujeto social: el migrante, cuestionando conceptos y estereotipos tradicionales de interpretar la ciudadanía.

En este punto surge la otra inquietud y es que esa incipiente “cultura migratoria” la ubica Manuel dentro de una categoría de factores coyunturales que en nuestro país rápidamente se deslizan a ser estructurales. Vivimos una época en la que en tiempos históricos brevísimos lo coyuntural se torna estructural y lo estructural se desgrana en desafíos coyunturales, con soluciones comunes. De hecho, casi no hay problemas coyunturales en la agenda nacional. La crisis alimentaria no se limita a la intensidad  del invierno, la falta de calidad de la educación primaria no se reduce a que se cumplan o no doscientos días clases, el déficit de viviendas va más allá del presupuesto anual para obras públicas o la inseguridad no se resuelve con la militarización masiva de barrios y colonias.

El origen de muchos de nuestros problemas puede ubicarse coyunturalmente, pero en un abrir y cerrar de ojos luce estructural, de una complejidad impresionante. La emigración masiva, por ejemplo, se incrementó 8.9% anual a partir de 1990, cuando se implantó el modelo de ajuste neoliberal.  Mientras en la década de los 80 emigraron 39,154 hondureños a Estados Unidos, en los 90 sumaron 108,923, de acuerdo con datos que Manuel extrajo de las Encuestas de la Comunidad Americana (ACS). 

El modo en que nuestra sociedad actúa, piensa, percibe, siente y asume valores, estilos de vida, referencias, acción política y respuestas está determinado en buena medida por los cambios que tienen lugar en la realidad cultural hondureña, ligados a su entorno mundial. De la manera en que los escudriñemos, entendamos y preveamos seremos capaces de dar respuesta a las demandas y necesidades que en su trasfondo manifiestan. Menudo reto el que está sobre la mesa de la academia y los movimientos sociales.
* Periodista, Asesor de UTV y miembro de la Junta de Dirección de la UNAH

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