martes, 3 de mayo de 2016
La clase obrera sigue diluida entre la burocracia y los ataques gubernamentales
Cada año, el primer día de mayo, día internacional de los trabajadores y trabajadoras, se abren las puertas mediáticas, democráticas y conmemorativas para que miles de trabajadores salgan a las calles a recordar su realidad catastrófica.
El sociólogo Tomás Andino dijo a Radio Progreso que “La situación de la clase trabajadora en la actualidad es más parecida a la coyuntura que se vivía antes de la Huelga de 1954, donde no habían ni derechos laborales, había violaciones de derechos y había poca capacidad de enfrentar esa política de opresión”.
Honduras se convirtió en el país de las efemérides insurreccionales. Desde el Golpe de Estado del 2009, las jornadas de lucha contra los ataques del gobierno sólo se presentan en fechas cívicas; el primero de mayo no fue la excepción y ya entró en el calendario de la nueva fiesta desmovilizadora.
El panorama de la clase obrera es desastroso, la crisis política del 2009 desembocó en una etapa de fortalecimiento del régimen político que significó una tendencia sistemática de ataques a las organizaciones sindicales, obreras e instituciones estatales.
Las estadísticas de las centrales obreras en este momento indican que más de 29 mil obreros han sido despedidos en los procesos de cierre de empresas estatales que caminan hacia la privatización.
La burocracia sindical es sólo un escollo organizativo de las bases para que sean incapaces de organizarse y enfrentar las privatizaciones, cierres de empresas públicas y despidos masivos.
El acuerdo de Cartagena de Indias en el 2010, fue el génesis de la desmovilización popular, que hasta la fecha mantiene vulnerable, indefensa y sin espíritu de lucha a la clase trabajadora.
Un salario miserable, despidos permanentes, violaciones a derechos laborales y la incapacidad organizativa marcan algunos puntos de la realidad que ya son una película de terror para la clase obrera hondureña.
Un profundo retroceso
“Aquel acontecimiento de 1954, fue el movimiento más importante de la historia hondureña, fue un grupo con tanta fuerza que sacudió el régimen político de aquella época, obligando a las autoridades a cambiar su método de gobierno”, fueron las palabras de Agapito Robleda cuando en vida recordó su participación en la Huelga del 54.
No es para menos, ese capítulo de lucha duró 70 días, donde los manifestantes se sacrificaron bajo el sol, la lluvia y el peligro por los asesinatos en contra de sus integrantes, logrando conquistas laborales y concesiones del régimen, que llevó a la creación del actual Código del Trabajo, y del Instituto Hondureño de Seguridad Social, junto al reconocimiento de la sindicalización.
Esa nostalgia se apodera de los corazones de miles de luchadores y luchadoras que ven ahora una realidad muy distinta de aquella época. En la actualidad la clase obrera enfrenta despidos masivos, cierres de instituciones públicas como la Dirección Ejecutiva de Ingresos (DEI), procesos de privatizaciones como el que enfrenta la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), Servicio Autónomo Nacional de Acueductos y Alcantarillados (Sanaa), Empresa Nacional Portuaria (ENP), entre otras; todas a vista y paciencia de la dirigencia obrera y sindical.
Los 29 mil empleados despedidos se suman a las inmensas filas de desempleo en el país. Honduras retrocedió en materia de lucha obrera hasta antes de la Huelga de 1954.
Por su parte el analista político Efraín Fajardo dice que: “desafortunadamente se ha difuminado el espíritu de la clase obrera, de la huelga del 54, de los luchadores históricos hondureños, ahora la clase obrera asiste a la movilización del 1 de mayo como una efeméride y ya el dos de mayo todo vuelve a la normalidad, a una desmovilización profunda.
No hay una conciencia de clase desarrollada, no hay estructuras organizativas que representen los intereses reales de la clase obrera, el movimiento sindical es numéricamente casi insignificante, menos del 5% de obreros están organizados y los que están no es para defender los intereses de los trabajadores es para acomodarse en la burocracia.
El movimiento sindical se ha burocratizado, las centrales obreras están divorciadas del espíritu de la lucha, de la problemática de la clase. No hay un programa, un proyecto de lucha sindical y obrera en el país”.
El cáncer de la clase obrera
Recordar es volver al pasado. La historia marca épocas gloriosas de la clase obrera. La Revolución Bolchevique de 1917 fue una de ellas, el primer estado obrero triunfante en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que luego se degeneró con la burocratización del mismo con la llegada del “Stalinismo”.
Y es así como la burocracia obrera es uno de los tantos escollos que impiden la organización, movilización y defensa de derechos laborales de millones de obreros en el mundo.
Honduras no es la excepción y en este momento la burocracia sindical y obrera ha jugado un papel colaboracionista del gobierno en las políticas dañinas a los trabajadores.
La falta de un relevo generacional, el conflicto de intereses y la traición a las bases son pequeñas células del cáncer llamado burocratización.
“La clase trabajadora no tiene una dirigencia sindical que esté a la altura de enfrentar a las políticas del gobierno, pero no solo tenemos una dirección que no está a la altura, sino que no lucha y además traiciona los intereses de los trabajadores y trabajadoras. Para muestra un botón, las negociaciones del salario mínimo que fue firmado con la colaboración de las Centrales Obreras y que no significó un sustancial aumento para los trabajadores”, siguió argumentando Andino.
Fajardo amplió: “el año pasado y éste se ha caracterizado en el panorama laboral por las masacres obreras, las instituciones del Estado han sido lanzadas al cierre y al desempleo a miles de trabajadores y trabajadoras.
Las organizaciones sindicales no han respondido con la contundencia que debería, da la impresión de que se han acomodado a las posturas del gobierno y a la nueva situación y no creo que este escenario cambie en el futuro próximo.
Hay varios factores fundamentales que marcan la profunda crisis del movimiento sindical y de la clase obrera en su conjunto: uno de ellos es el bajo nivel educacional de los obreros, represión sindical, burocracia, y falta de dirección consecuente en el proceso organizativo de los trabajadores y trabajadoras”.
“Hace falta un relevo generacional en las dirigencias sindicales y obreras, las burocracias se perpetúan por años y causan daños profundos a la dinámica organizativa y de movilización de los trabajadores”, caracterizó Andino.
En respuesta a las acusaciones, las centrales obreras afirman que luego de la protesta del primero de mayo, saldrán a la calle a defender las instituciones estatales y los despidos.
Futuro adverso
La realidad no genera expectativas positivas, lejos de eso pinta un paisaje gris en el que los trabajadores sufrirán sin reacción alguna la segunda etapa de ataques neoliberales del gobierno.
Tomas Andino habla de la realidad de la clase obrera después del Golpe de Estado.
“Luego del Golpe de Estado el régimen impulsó con más fuerza su política neoliberal contra los sectores que enfrentaron al gobierno golpista, y eso significó una nueva coyuntura para la clase obrera hondureña.
El plan neoliberal que responde a las políticas de los organismos internacionales, incluyeron ataques sistemáticos a las organizaciones sindicales, cierre de entidades estatales, privatizaciones, despidos y todo esto ha puesto en jaque a los trabajadores quienes han sido incapaces de salir a las calles a enfrentar al gobierno”, culminó el sociólogo.
Ante la gravedad del asunto, María Luisa Regalado coordinadora de la Colectiva de Mujeres Hondureñas, cuestiona el papel de la dirección sindical y considera necesario y urgente que las bases se organicen fuera de su dirección, informen y se movilicen contra las políticas que atentan contra sus intereses.
Es necesario e importante que la población trabajadora se organice, se informe y se movilice contra las políticas dañinas del gobierno.
Las demandas de los trabajadores serán frenar los despidos, las privatizaciones, aumentos salariales y el cese de la persecución laboral por parte del gobierno.
Mientras que las tareas organizativas serán sustituir la burocracia por una dirección nueva, que refleje una transición generacional y que las bases de forma inmediata se organicen y fuera de sus direcciones salgan a las calles a defender sus derechos.
Mientras eso divaga en lo incierto, el próximo domingo primero de mayo, junto al sol saldrán miles de trabajadores y trabajadoras a protestar; la jornada dejará consignas, petardos y pancartas, las que se difuminarán en el viento de la tarde, para amanecer junto a la mañana del dos de mayo como un nuevo recuerdo que navega en medio de la desmovilización popular.
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