jueves, 12 de mayo de 2016

La hazaña pendiente



Por J Donadin Álvarez *

Gracias al poder distorsionador del que gozan ciertos medios de comunicación nacional, la mayoría de los hondureños ha sido moldeada para aplaudir la mediocridad y a aplastar la excelencia. La mediocridad periodística campea y un público que se siente “informado” no advierte los efectos nocivos que esta situación genera en su cotidianeidad.
Tristemente en Honduras célebres son los canales radiales y televisivos, los periódicos y los periodistas, con mayor morbo, vulgares y de lenguaje simplista. Y lo que es peor; son estos medios de comunicación los que lideran la lista de mayor audiencia. Entre más ramplón sea  el estilo del medio mayor audiencia se asegura. Es fácil deducir, pues, el nivel cultural de quienes se “informan” a través de ellos.
Los canales de televisión, por ejemplo, han partido de la idea que el televidente es como un recipiente de basura que aceptará sin ningún asomo de contrariedad todo lo que le echen.  Su popularidad entre los espectadores se basa en la bajeza lingüística, en la pobreza idiomática y la explotación del gusto de los espectadores por el dramatismo lo que, a su vez, explica el amarillismo que los caracteriza. Accidentes automovilísticos,   crímenes y todo lo que contenga sangre torrencial son expuestos sin  ningún escrúpulo a una audiencia ávida de ver violencia pues así la han acostumbrado estos canales televisivos. El que más terror presente en sus notas periodísticas será el más popular: he ahí la fórmula para estar entre los primeros lugares en la preferencia de los televidentes. 
Otro elemento importante en los medios televisivos es lo que se denomina la primicia. Ésta es esa noticia que un canal cree tener primero que los demás. Se supone que cuando las personas conocen una noticia por primera vez el medio de comunicación que la difunde cobra prestigio por estar en el momento y el lugar preciso para “informar” con rapidez.  Sin embargo, es de todos conocido el ridículo al que han sido expuestos algunos atrevidos periodistas cuya carencia de ética periodística y su afán por ser los primeros los ha llevado a presentar falsas primicias cuando su fuente de información ha sido las redes sociales.
En el caso de la prensa escrita sorprende la manera cómo desde los titulares hasta la crónica final es sutil -y a veces evidentemente- tergiversada de acuerdo con los intereses del periódico. Ampliamente indignante fue, por ejemplo, la imagen publicada en 2009 en uno de los rotativos nacionales sobre la muerte de Isis Obed Murillo, un joven muerto por el balazo que un militar disparó hacia su nuca, donde el muchacho de diecinueve años aparecía agonizando pero sin ninguna mancha de sangre. Otros medios de comunicación presentaron la fotografía real donde se veía al joven que moría desangrado.  El periódico se “disculpó” notificando que por un error en su proceso, la gráfica publicada había salido distorsionada, difiriendo de la original.  Y eso fue todo.
Ahora bien, ¿qué criterios éticos refleja  un medio de comunicación escrito cuando tergiversa los hechos y pulveriza el humanismo del periodismo en aras de conservar sus vínculos económicos e ideológicos con los grupos de poder más obscuros de una sociedad? ¿Qué tipo de información puede provenir  de medios de comunicación arropados con la cobija del cinismo cuya práctica periodística colinda con lo criminal? 
Finalmente están los medios de comunicación radial que en Honduras han permanecido en casi la totalidad alineados con el oficialismo. En el caso de las radios comunitarias el Estado persiste en su labor de aislarlas e incluso silenciarlas a través de la creación de ciertas normas jurídicas. 
Obtener, entonces, una nueva manera de informar al pueblo hondureño de manera apegada a la verdad es una hazaña pendiente. Y los periodistas, principalmente, deberían tener la iniciativa por lograr este anhelo colectivo. Si lo hacen el pueblo se los agradecerá y por primera vez los admirará con sinceridad. 
* Escritor hondureño

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