miércoles, 4 de mayo de 2016

En las cercanías de El Progreso, unas 27 familias luchan por sobrevivir



Elisa Torres vive en la orilla del río Ulúa,  su casa ha sido construida con palos de bambú y desperdicios de lámina y cartones. Su hornilla raras veces tiene fuego, pues casi no hay que cocinar. Al momento de la entrevista, era hora de almuerzo y el fuego estaba apagado, uno de sus nietos comía una pera, de esas frutas rosadas que nacen por pura gracia de Dios. 

¿Y por qué tanta pobreza en un lugar tan cerca de la “Ciudad bonita”?, como se le llama a la Ciudad de El Progreso. Doña Elisa Torres, una mujer de más de 60 años vive en la Comunidad San José de La Tarrera desde hace 40 años.“Mire usted, uno sabe que los mejores proyectos se quedan en la ciudad y para las aldeas no llega nada, estos pueblos siempre son olvidados por los políticos.  A veces mis hijos van  a la  ciudad a vender unas libritas de maíz, yuca, ayotes y lo poquito que cultivamos para poder comer. Aparte de la comida, uno necesita dinero para ropa y medicinas y cuando uno va en busca de servicios médicos a la ciudad, cuesta que lo atiendan y es difícil comprar las medicinas tan caras”, nos dijo. 

San José de la Tarrera es una  aldea que pertenece al municipio de El Progreso, Yoro. Está ubicada en el suroeste del municipio, en el sector denominado Guanchías.  Colinda al norte y al sur con el río Ulúa y un cultivo de caña. Al este con la comunidad de El Socorro y al Oeste con el río Ulúa.

Allí se encuentran 24 casas, donde viven 27 familias, la mayor parte de sus pobladores sobreviven del trabajo que hacen en sus pequeñas parcelas, milpas y limpieza de fincas de palma africana en tierras de empresarios que viven fuera del lugar. Los que logran encontrar trabajo ganan de 100 a 150 lempiras al día, dinero que no ajusta ni siquiera para la alimentación de la familia.

Elisa  recuerda que antes se cultivaban buenas milpas, frijolares y verduras, pero desde que iniciaron con la siembra de la palma africana, es difícil cosechar granos para la alimentación “Las tierras están cansadas, por eso ya no se puede producir como antes”, dice con mucha seguridad.

En estos cuarenta años que tiene Elisa de vivir en San José de La Tarrera con su familia, apenas han logrado hacer una segunda planta en su casa para protegerse de las inundaciones. Sin embargo, el conseguir para la comida de todos los días es uno de los grandes sacrificios que hay que hacer, pues como dice ella, es difícil encontrar trabajo en este país y cuando sus hijos encuentran trabajar uno o dos días solo les alcanza para medio comer.

Elisa llegó bien joven al lugar, allí nacieron sus nueve hijos. Recuerda que en esa casa pasó el Huracán Fifí, el Huracán Mitch y todos los huracanes y tormentas. Su casa está en medio de una finca de palma africana que no es de ella, para llegar hasta allí hay que caminar por un angosto camino. En el patio, tienen una lancha de madera que les sirve en tiempos de emergencia y le toca amarrarla bien a  un palo, con un lazo muy fuerte, pues aunque vivan lejos de la ciudad, no se escapan de los ladrones, en varias ocasiones se la han robado y la ha podido recuperar, este es su único medio de transporte en caso de una inundación. 

Otro de los grandes problemas a los que se enfrentan las familias en extrema pobreza en San José de la Tarrera son las enfermedades, muchas de ellas ocasionadas por la contaminación de las aguas, los zancudos y otras plagas. Aquí no hay centro de salud y lo peor es que hasta las plantas medicinales son escasas en el sector. Elisa está padeciendo de alta presión, de la circulación y otras enfermedades que le imposibilitan caminar. “cuando logro conseguir dinero compro unas medicinas, pero sé que solo son calmantes”, agrega ella con mucha  tristeza y resignación. 

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