viernes, 30 de octubre de 2015

Luchar contra la violencia



La espuma de la indignación en uno de los países más desiguales y violentos del mundo

Titulares como “asesinan a tres jóvenes”, “jóvenes pierden la vida violentamente”, “menor pierde la vida en manos de delincuentes”, los leemos, vemos y oímos a diario en nuestro país. Éstas son solo consecuencias del mal rumbo por el que han estado llevando a Honduras quienes han estado en frente del país, antes y en el presente.

El ambiente que se respira en los barrios y colonias es tenso porque vivimos sumergidos en una realidad violenta que de a poco nos ha ido robando la tranquilidad, y el miedo nos hace que hagamos de nuestros hogares pequeñas cárceles.

Honduras registra 3.7 millones de habitantes menores de 18 años, es decir, son niños, niñas y adolescentes, muchos de ellos en riesgo social tomando en cuenta que viven en un país de desigualdades dónde la brecha entre los ricos y los pobres se agranda cada vez más con un sistema político atrapado en la corrupción y la violencia, y que se lleva de encuentro a la niñez y la familia.

La realidad de la niñez en Honduras es cruel y alarmante. Según Casa Alianza Honduras, un millón de niños y niñas no van a la escuela, son excluidos, medio millón son explotados laboralmente, 24 de cada 100 adolescentes salen embarazadas en contra de su voluntad, son niñas entre 15 y 19 años de edad. Cada noche duermen 8 mil niños y niñas en las calles, y otros miles se han ido este año fuera del país.

Según Casa Alianza, y va en sintonía con los resultados de los sondeos de opinión que cada año realiza el Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación, Eric de la Compañía de Jesús, el fenómeno de violencia ha aumentado su incidencia en Honduras hasta el grado de convertirse en un problema de primer orden a la par de la pobreza, la corrupción, el desempleo y la conflictividad política.

Pero también la violencia contra la niñez y la juventud se ve reflejada en la prevalencia y agudización de grandes problemas, como el maltrato infantil, la trata de niños y niñas con fines de explotación sexual comercial, y el incremento de ejecuciones y muertes violentas de niños, niñas y jóvenes que generalmente se quedan en la impunidad.

Honduras es el país de la zozobra, la sospecha y el miedo. Y esto no es vida. Necesitamos romper con esa lógica para abrirnos a una nueva oportunidad. Necesitamos cambiar nuestros hábitos como evitar alimentar el interés por la violencia en el espacio doméstico. Una familia que alienta a sus niños a jugar con armas de juguete, es una familia que alimenta la violencia y la amenaza. Necesitamos, además, que en el país se generen políticas públicas que tengan en el centro de atención a nuestras niñas, niños y jóvenes que merecen un presente y un futuro con muchas oportunidades de desarrollo donde su vida no le sea arrebata por la violencia.

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