martes, 1 de julio de 2014
El golpe del 28 de junio y las estrategias autoritarias
Por Edgar Soriano Ortiz
A las 5 y cuarto de la mañana del 28 de junio de 2009 un comando elite de la Fuerzas Armadas conformado por hombres fuertemente armados y sus rostros cubiertos irrumpieron en la casa del entonces presidente Manuel Zelaya Rosales, lo apresaron y luego lo trasladaron en helicóptero a Palmerola, donde un avión militar lo traslado al aeropuerto Juan Santamaría de Costa Rica. 10 horas más tarde en el Congreso Nacional tras la lectura de una supuesta carta de renuncia de Manuel Zelaya, Roberto Micheleti era juramentado como presidente. La carta de renuncia fue desmentida minutos después por Manuel Zelaya en conferencia de prensa en Costa Rica y trasmitida por diversas cadenas de noticias, entre ellas Telesur y CNN.
5 años después del golpe de estado civil-militar podemos valorar lo siguiente:
Primero, el origen del golpe, no fue una simple rivalidad entre Zelaya y sus ex aliados. Tenemos que hacer un esfuerzo interpretativo que nos permita comprender las fuerzas monopólicas que han inmovilizado cualquier reforma estructural en las últimas décadas que permitan generar oportunidades democráticas socio-culturalmente y política-ecónomamente. El modelo neoliberal ha provocado el enriquecimiento de pequeños grupos, quienes controlan el sistema electoral y la institucionalidad jurídica, mientras la pobreza a finales de la década pasada superaba el 70% de la población. Además se suma las cúpulas de dos iglesias que junto a la mayoría de medios grandes en poder de los mismo grupos burgueses se encargarían antes y después del golpe de generar la campaña más mediocre, mentirosa y salvaje, me atrevo a decir, nunca antes vista en la historia de la nación.
Segundo, la movilización social generada tras el golpe se canalizó a través de la conformación del Frente Nacional contra el golpe de Estado, que en el año 2010 se llamó Frente Nacional de resistencia Popular (FNRP). Este movimiento evolucionó en medio de un interesante debate interno. Las contradicciones entre sectores que promulgaba el camino electoral, con beneplácito de Zelaya en el Exilio, y otros que se oponían a participar en elecciones, argumentando que participar en un proceso electoral significaba “blanquear el golpe” y enfrentarse a las argucias históricas del bipartidismo. Lo anterior se demostró en las elecciones primarias de 2012 y en la generales de 2013. La falta de estrategias astutas y liderazgos atomizó en muchos aspectos el posible avance a una mayor organización y movilización. La fuerza y efervescencia popular fue canalizada a partir de 2011 a la contienda electoral. Actualmente el movimiento social parece estar desligado de una estrategia conjunta con la fuerza política electoral del partido LibRe.
Tercero, la estrategia de los grupos de poder para garantizar el orden establecido mediatizando e imponiendo políticas autoritarias y logrando fragmentar la oposición frente a una “pacotilla” de políticos tradicionales afiliados al partido Nacional, el Partido Liberal, a la Democracia Cristiana y el partido Unificación Democrática. Estos unificaron sus estructuras para evitar una derrota electoral. Sin embargo la puesta en marcha de un plan oligárquico de la derecha y de la hegemonía de Washington ha marcado cada paso político hasta el momento. Juan Orlando Hernández es la representación de ese grupo de apariencia mediática y fuerza autoritaria, de tecnócratas vendiendo el territorio y privatizando hasta los últimos reductos del enfermizo Estado. Es que los grupos de poder fáctico y la clientela bipartidista han provocado la enfermedad institucional para permitir la imposición de políticas que benefician a pequeños grupos mientras la gente aguantan altos índices de pobreza.
En conclusión podemos entender que la soberbia, la imposición, el dogmatismo colonial sigue premiando en las enceguecidas esferas del poder político y económico. Los retos son grandes, la oposición está fragmentada, las alianzas esta a las puertas, los engaños seguirán su tradicional curso, mientras tanto más de un millón de pobladores exilados económicos que actualmente inyectan cifras superiores a los 60,000 millones de lempiras al país, salvación a la crítica situación socio-económica, y los que viven en el territorio hondureño experimentan el miedo, la miseria y la muerte cotidianamente, sin olvidar la fuerte alienación poblacional ante la débil educación y generación de espacios de convivencia.
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