miércoles, 6 de octubre de 2021

Victoria Kent, la “feminista que se opuso al voto femenino” frente a Clara Campoamor

El Plural

Por Juan Luis Valenzuela 

Imagen: Clara Campoamor y Victoria Kent

A los 90 años de la aprobación del voto femenino en España, analizamos el complejo debate político que lo posibilitó

La lucha entre dos feministas El 1 de octubre de 1931 fue un gran día para el avance en la libertad e igualdad de las mujeres españolas. Hoy hace 90 años que las Cortes aprobaron el artículo de la Constitución de la II República por el cual las españolas podrían participar de manera directa en la política con su derecho a votar. El voto femenino se lograba así y las mujeres lo ejercerían de facto en las elecciones de noviembre de 1933.

Miedo a una posible arma que acabase con la república

Algo que ahora se percibe como elemental en cambio no resultó ser un camino fácil. En aquella II República ansiosa de cambios y transformación social, justo es decir que existían en su propio seno sectores que se oponían, o al menos se mostraban remisos, a la aprobación del sufragio universal femenino al pensar que el voto de las mujeres tendría una clara tendencia conservadora y que sería tanto como poner en sus manos «un arma que acabaría con la república». Quienes apostaban por esta tesis apoyaban conceder a las mujeres el derecho a ser elegida, pero, en cambio, negarle el de poder votar, es decir impedirle ser electora.  Otros, también contrarios, plantearon aplazar el debate constitucional y que el voto femenino se recogiese en una ley electoral para que en el supuesto de que las mujeres votasen a la derecha pudiera derogarse de manera fulminante esa norma y con ella eliminar su derecho al voto.

“Influencia de la sacristía y del confesionario»

En todo ese debate hubo ataques a la mujer y declaraciones vejatorias tales como las de que la mujer servía para las labores domésticas y la educación de los hijos, pero que en cuanto a su participación política no era válida por su supuesta “influencia de la sacristía y del confesionario».  El debate fue inmensamente tenso cuando algunos diputados planteaban incluso cierta “incapacidad” de las mujeres para ejercer el voto en las urnas.

En el fondo, además de posiciones netamente retrógradas, se albergaba el temor de que las mujeres diesen una mayoría conservadora y acabasen con el sueño de la joven e incipiente II República.

El peso del  debate y de las dos posiciones contrapuestas recayó sobre dos mujeres, Clara Campoamor y Victoria Kent. Curiosamente un debate parlamentario sobre el derecho de la mujer a ejercer el más esencial derecho democrático en unas Cortes en las que solo había tres diputadas, entre ellas las dos debatientes. Fueron intervenciones apasionadas, de alto nivel pero también de alto voltaje que culminaron a la postre en una decisión histórica.

Un ring parlamentario con dos protagonistas

Como en un ring pugilístico, de una parte se encontraba la madrileña Clara Campoamor, abogada, escritora, política y defensora de los derechos de la mujer. Creadora de la Unión Republicana Femenina​, la mayor defensora del sufragio universal femenino sin limitaciones. En 1931 fue elegida diputada por Madrid por el Partido Radical.

Con 36 años, se convirtió en una de las pocas abogadas españolas del momento y pasó a ejercer su profesión. En 1925 se convirtió en la segunda mujer en incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid, curiosamente solo un mes después que Victoria Kent.

Campoamor defiende el sufragio femenino contra su partido

Su posición era nítida y contraria a la de su partido: «Tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano”. Y desde la tribuna dejó esta reflexión: «No dejéis que la mujer, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias«. A los falsos liberales contrarios al voto femenino, Clara Campoamor les espetó que «debieron tener más cuidado cuando durante el siglo XIX dejaban que sus mujeres frecuentaran el confesionario y que sus hijos poblaran los colegios de monjas y frailes».

Tras el estallido de la Guerra Civil tuvo que huir de España y se exilió en Suiza. Falleció en Lausana en 1972.

Y siguiendo con el símil del ring, del otro lado la malagueña Victoria Kent, la “feminista que se opuso al voto femenino”. Miembro del Partido Radical-Socialista, resultó elegida en 1931 diputada por Madrid. En las elecciones del 16 de febrero de 1936, Victoria Kent fue elegida diputada por Jaén en las listas de Izquierda Republicana. Fue, en el gobierno provisional presidido por Alcalá-Zamora, Directora General de Prisiones en abril de 1931. Era defensora de aplazar la decisión porque no la veía oportuna en ese momento. Ella misma afirmó en la tribuna que renunciaba, temporalmente, a su ideal.  Pero no confundamos su postura eventual con su ideario feminista. Kent fue una luchadora contra la nula participación de las mujeres en la política y combatió el machismo imperante. «No es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República «, defendía la malagueña. Kent y sus aliados temían que las mujeres apoyasen en las urnas de forma masiva a la derecha dando al traste a las reformas progresistas que necesitaba España. La tesis era esperar a que la República se consolidase y, a partir de ahí, apoyar el sufragio femenino que ahora estaba “secuestrado” por los padres, los maridos o los sacerdotes.

Una luchadora en el exilio

En defensa de su postura no partidaria en ese momento del sufragio femenino alegó lo siguiente: La mujer «para encariñarse con un ideal, necesita algún tiempo de convivencia con el mismo ideal. Si todas las españolas fueran obreras o universitarias y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino». Murió en el exilio en Nueva York tras haber pasado por París (donde fue perseguida por el régimen de Franco tras la invasión nazi) y México.

El Congreso, finalmente, en una decisión muy ajustada aprobó convertir a las mujeres en electoras por 161 votos a favor y 121 en contra. Tras la derrota, Victoria Kent, intentó elimina de manera parcial la norma proponiendo que las mujeres solo pudieran votar en unas elecciones generales luego de haberlo votado en dos elecciones municipales consecutivas. Muchos años después, casi 50 años y ya en democracia, la malagueña afirmaba que sus posiciones de los años treinta estaban adaptadas a las circunstancias que ya, afortunadamente, eran muy distintas: “Hoy la situación ha cambiado radicalmente, y la mujer se merece el voto porque ha luchado y está capacitada para él”.


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