Defensores en Línea
El domingo 3 de octubre conmemoramos la fecha del nacimiento de Francisco Morazán, iluminista hondureño nutrido con las ideas de la revolución francesa y forjado en las luchas al tiempo que Bolívar, José de San Martin, Antonio José de Sucre y Bernardo O’Higgins, entre otros latinoamericanos de corazón profundo.
A Morazán, así como a Jesucristo, lamentablemente lo han secuestrado las élites capitalistas y chafistas, para ponerlo de su lado. Entonces, es un deber popular liberarlos a ambos, devolverlos al sitial donde pertenecen… la profundidad del alma colectiva.
Al nazareno, expulsor de mercaderes de templos y de corruptos burladores de impuestos, lo han convertido en un amuleto sensorial que convulsiona a los pastores come diablos, apartado absolutamente de su rol liberador, revolucionario, antisistema explotador. Por eso, los cantores venezolanos del conjunto Los Guaraguao levantan cada vez la pregunta de Jaime obrero: ¿Cristo al servicio de quién? Y se responden que Cristo es del pueblo y que es nuestro deber liberarlo de las prisiones de mármol donde lo han metido.
Al estratega de las Vueltas de los Ocotes, acicate de los Aycinenans, los Carrera y todos los aristócratas de 1800 incluido el clero colonizador, los militares lo han encarcelado en su rol de general de tropas de espadachines, despojándole de su oficio principal como organizador, educador y propulsor de las ideas que cambian a los pueblos.
Este 3 de octubre los batallones usan el nombre de Morazán para levantar la figura del soldado, nosotros esta noche levantamos el nombre de Morazán para subrayar el laicismo situado al centro del discurso y de la práctica morazánica.
El laicismo es una corriente ideológica que defiende la separación del Estado respecto a la religión. Ubica las instituciones religiosas al margen de la vida pública, en el mundo privado, porque ejercen presión sobre los congresos y los presupuestos nacionales para extender sus dogmas sobre la población, más allá de sus seguidores.
El laicismo no propone la prohibición o extinción de la fe ni de las espiritualidades, porque uno de los pilares básicos del Estado laico es precisamente la libertad de conciencia. Cada uno, en su intimidad, puede creer o seguir cualquier tipo de doctrina religiosa. Pero nadie puede imponer la “evangelización del poder” para luego prohibir la planificación familiar, para bloquear la educación sexual en escuelas y colegios, y meter las culpas y los miedos por todas partes.
Morazán representa el discurso centrado en la libertad de la conciencia, en la defensa de las instituciones públicas frente a los rezadores de oficio, frente a los rostros compungidos de presidentes y primeras damas, de policías chafas y de narcos, que se ponen de rodillas para simular el engaño a los incautos, mientras los muy sinvergüenzas roban y matan. Mientras venden la Patria los canallas.
Morazán era contrario a dividir la región centroamericana, su propuesta era la unión y no la división, la federación y no las republiquetas que querían ingleses y gringos para imponer sus caciques, sus perros de garra para defender la Chiquita Brand y la Texaco oil.
Por tanto, es justo decir en este aniversario de Morazán que el Congreso Nacional de los golpistas se niega a darle trámite a una iniciativa ciudadana para derogar las zedes, una acción introducida hace más de dos meses por el Consejo Nacional Anticorrupción avalado por la firma y la huella digital de más de 15 mil personas, incluidos diputados opositores. Oliva y sus secuaces guardan silencio.
Es comprensible que los partidos liberal y nacional se nieguen antes de las elecciones a levantar un tema que revive el sentimiento patriótico identitario, que hace pensar en serio a la gente sobre el riesgo real de perder el gentilicio hondureño, un tema que amenaza el patrimonio individual y colectivo. Que implica desplazamiento forzoso y nueva esclavitud.
Las Zedes, aprobadas con un golpe de Estado al poder judicial dirigido desde el Congreso por juan orlando hernández en 2013, es uno de los temas políticos más sensibles que las cúpulas mafiosas del país insisten en mantener convenientemente dentro del campo económico. Insisten en predicar la burbuja de empleo masivo, esa farsa recurrente desde 2014 que utilizan para huir del juzgamiento popular. A menos de dos meses para las urnas, ellos temen que un debate nacionalista-identitatrio puede caldear los ánimos y por eso ponen las iglesias a lanzar el gas lacrimógeno del aborto, para apaciguar a los contrarios.
Es la única explicación que encontramos por ahora al silencio de los legisladores azules y colorados, controlados por Hernández y Flores Facussé, negándose a canalizar democráticamente la voz de la ciudadanía que insiste desde todos los sectores y de todos los rincones, que deroguen esa papada.
La Zona de Empleo es una normativa inconstitucional que entrega la soberanía a piratas financieros internacionales, a extraditables locales y a delincuentes de toda laya.
Entonces, sin ceder a las zedes, puestos con Morazán a caminar, los pueblos coquimbos, los cimarrones y autóctonos, las mujeres y hombres libres de este país, debemos actuar. No hay tiempo que perder. Amanece. ¡Buenos días!
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