Radio Progreso
El empobrecimiento, la marginación y despojo de su territorio ancestral son realidades que han acompañado a la población indígena Tolupán. Sin embargo, en las últimas décadas estos problemas se han agudizado. Muestra de ello es lo que pasa la Tribu “Las Vegas de Tepemechín”, ubicada en el municipio de Victoria, Yoro, zona norte de Honduras.
Las Vegas de Tepemechín, forma parte de las 32 tribus tolpanes que existen en Honduras: veintiocho en los municipios de Morazán, Yorito, Yoro y Victoria, en el departamento de Yoro; y tres en los municipios de Marales y Orica en el departamento de Francisco Morazán. “Aunque nosotros estamos en nuestros territorios hace miles de años, fue hasta 1864 que se nos otorgó el título donde nos declaran dueños de la tierra. Todo esto gracias a la lucha que libró en favor nuestro el sacerdote Manuel de Jesús Subirana”, indicó Reinando Barahona, presidente del Consejo de la Tribal.
Esta Tribu está integrada por más de 7 mil habitantes distribuidos en 27 comunidades. Y según el título ancestral, esta población es propietaria legítima de 12,700 manzanas de territorio. Pero, el título comunitario ha sido violentado porque su zona está invadida por terratenientes, y desde hace más de 5 años por empresas extractivas (mineras y madereras). Mientras el Estado de Honduras, sigue siendo cómplice de esta situación que solo trae más pobreza, miseria y muerte al pueblo tolupán.
Como parte de las más de 400 concesiones mineras otorgadas en el país a espaldas de los pueblos, en el caso de la Tribu Tepemechín, la compañía minera “GEMISA”, desde el 2015 intentó instalarse en las montañas que son parte del territorio ancestral. Sin embargo, en el 2018 cuando la compañía minera intentaba por tercera vez el ingreso de tractores, cargadoras y volquetas a la zona, la resistencia indígena expulsó el personal de la minera y toda su maquinaria.
Sin acceso a educación y salud
“Casi no existe acceso a la educación para la niñez y juventud de la Tribu. La mayoría solo puede estudiar la educación primaria, debido a que en la zona existe apenas un centro educativo básico donde un número reducido de adolecentes puede aspirar a cursar el noveno grado. Las escuelas en su mayoría cuentan con uno o dos maestros para seis grados. Cuando en las escuelas de población no indígena hay una maestra por grado”, manifestó el líder Tolupán.
En ámbito de la salud la situación es peor. El único Centro de Salud que tiene acceso, es el que está ubicado en el casco urbano del municipio de Victoria. “Nosotras tenemos que viajar hasta 4 horas para llegar al centro de salud. Y une vez allí hay que esperar hasta dos o tres horas para ser atendida. Después que logramos que nos mire el doctor, la mayoría de las veces nos entregan recetas, porque medicamentos no hay. Prácticamente vamos a nada porque regresamos con las manos vacías. La suerte que en nuestras comunidades hacemos uso de la medicina natural para aliviar nuestros problemas de salud”, manifestó Juana Francisca Urbina, expresidenta del Consejo Tribal.
La pobreza tiene rostro de mujer
La situación de pobreza y marginamiento de las mujeres indígenas es peor en comparación a con los hombres. “Solamente el 10% de nosotras las mujeres tenemos tierra propia, el resto es propiedad de los hombres. A la hora de muerte de los padres, solamente los varones reciben herencia”, indicó Marta Ramos, Secretaria del Consejo Consultivo Forestal Tribal.
Por si fuera poco “buena parte de la población femenina de la Tribu es madre soltera. Por lo tanto, están desamparadas porque no tienen un lugar propio donde cultivar los granos básicos que es nuestro único medio de subsistencia. Cada familia está constituida por lo menos por 4 personas, y en caso de las mujeres somos las responsables de todo en la crianza de los menores porque existe una paternidad irresponsable”, manifestó.
A renglón seguido aseguró que, actualmente viven en calamidad alimentaria debido a que la mayoría de los cultivos se perdieron y no tienen el mínimo apoyo ni de la municipalidad de Victoria y muchos menos del gobierno central. “Estamos cansadas de tanta injusticia, es tiempo que los pueblos indígenas tengamos una vida sin tantas limitaciones. Nosotros estamos organizándonos y tenemos la esperanza que a través de la lucha lograremos que nuestros derechos se nos respeten. Quizás nosotras no lo lleguemos a ver, pero nuestras próximas generaciones sí”, concluyó.
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