jueves, 11 de junio de 2020

Trabajadoras sexuales entre la precariedad económica, el hambre y expuestas al contagio del Covid-19



Con una mini falta negra y una blusa roja que le llega hasta el ombligo, Elena se prepara para otra jornada de trabajo. Los ingresos económicos, y el horario para ejercer el comercio sexual ha cambiado drásticamente por los toques de queda y el confinamiento para evitar la propagación del Covid-19 en Honduras.

Al igual que decenas de mujeres en la ciudad de El Progreso, al norte de Honduras, ella se ha visto obligada a ejercer su labor en el día y no en la noche como lo ha hecho durante 10 años. Tanto las medidas para evitarlo, como la misma enfermedad están pasando factura inevitable a las personas que dependen financieramente de un sector que radica estrictamente con el contacto físico. “Quiero que esta situación termine, lo que estamos ganando es mínimo. Hay días que ni un cliente sale, otros días cuando llega uno, nos llevamos 100 o 200 lempiras para casa. Es muy poco dinero, pero, al menos nos ayuda para medio sostenernos. Peor es nada”, indicó Elena. 

La situación de Elena, es la de miles de mujeres hondureñas a las que el empobrecimiento y la falta de oportunidades las empujaron a convertirse en trabajadoras del sexo. Sus vidas han sido un eterno viacrucis de sufrimientos, y ahora la pandemia ha agudizado la situación, especialmente a las que se dedican a desarrollar este trabajo en las calles céntricas de las principales ciudades del país.

 “El hambre hace que evadamos el toque de queda” 

En Honduras, el confinamiento por la pandemia del Covid-19 lleva más de tres meses. Las disposiciones actuales restringen la circulación de personas a un dígito por día (De acuerdo a la terminación del número de su tarjeta de identidad, carnet de residencia o pasaporte) para que puedan hacer compras en supermercados, farmacias, gasolineras y trámites bancarios. El sábado y domingo no circula nadie. solamente personal autorizado. 

Una transexual de 35 años identificada como la “Morenaza” explicó que, “cuando se decretó el toque de queda tuve que encerrarse en casa y dejar de salir a la calle a prostituirme. Consideré, en ese entonces, que la medida tomada por el Gobierno era necesaria y había que cumplirla. Pero, a medida la comida y el dinero se agotaba me vi obligada a salir a trabajar. El hambre no entiende de toques de queda”.

Elena dice: “tengo que salir todos los días a trabajar porque dependo de lo que hago diariamente para cubrir con los gastos de mi familia. Aunque quisiera, yo no puedo darme el lujo de quedarme encerrada en mi cuarto esperando que terminen la cuarentena. Tengo una hija de 10 años y a mi mamá que comen todos los días, y aparte de esto tengo que pagar cada mes 1500 lempiras ($65) de casa”, indicó en tonó preocupado.

A renglón seguido, manifestó “nos preocupa que esto se alargue porque no tenemos dinero para pagar el alquiler de los cuartos. Tenemos miedo a que los dueños nos desalojen de donde vivimos y tengamos que ir con toda la familia a la calle. Algunas de las mujeres que trabajamos en las calles tenemos cargas familiares a las que no sabemos cómo responder. Algunas tienen niños pequeños y tienen que comprar leche”. 

La propagación del COVID-19 alteró dramáticamente la forma de vida y redujo los ingresos de mujeres y hombres, que viven de los servicios sexuales y que ahora sencillamente tienen poco o nada que comer. «El presidente Juan Orlando y el alcalde Alexander López, dicen que están entregando ayudas, pero eso no es verdad. Aquí ni en broma han venido a ofrecer algo”, indicó.  

Sin besos y abrazos no hay sexo

El Covid-19 se propaga de persona a persona a través de las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar. Estas secreciones infectarán otra persona si entran en contacto con su nariz, sus ojos o su boca. 

Por eso es importante mantenerse al menos a un metro de distancia de los demás, y usar mascarilla permanentemente. Además, lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón o con un desinfectante a base de alcohol. 

Las trabajadoras sexuales han tratado de adaptarse a la crisis sanitaria por el coronavirus, desde pedirles a sus pocos clientes que se desinfecten las manos y no les den besos, a fin de evitar ser contagiadas. Sin embargo, para ellas es más difícil la prevención.

“Es imposible tener sexo sin besar o abrazar. Los clientes pagan a cambio de sexo y no se puede evitar el contacto físico. Las prácticas sexuales para los hombres que buscan nuestros servicios continúan con normalidad. Ellos no tienen miedo al coronavirus”, indicó una joven a quien le llaman La China. 

En las calles y avenidas del callejón del comercio en las cercanías de la municipalidad de El Progreso, Yoro, ofrecen sus servicios unas 50 trabajadoras sexuales. Su labor inicia a tempranas horas y dura hasta las 5 de la tarde, cuando comienza el toque de queda absoluto.

En este lugar permanecen mujeres y transexuales de todas las edades.

Se juntan en grupos en cada esquina. Cada una está al acecho de cada movimiento que desarrollan los hombres que pasan por el lugar. La mayoría de los clientes que frecuentan la zona son personas mayores y circulan a pie, otros en bicicleta. Estos pagan alrededor de 100 y 200 lempiras ($4 a 8) por los servicios.  

El cobro por los servicios sexuales es variado. Elena normalmente cobra 200 lempiras por sexo vaginal. “Si el cliente pide otros gustos uno cobra más. Pero, en esta crisis lo hacemos hasta por 100 lempiras”, indicó.

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