lunes, 29 de junio de 2020
A 11 años del Golpe de Estado, las mujeres resisten y construyen
«Ni Golpes de Estado Ni Golpes a las Mujeres», consigna simbólica de las feministas en Honduras.
Junio de 2020 marca el inicio de la segunda década del golpe de Estado contra el pueblo hondureño y el gobierno del presidente José Manuel Zelaya Rosales, ejecutado el 28 de junio de 2009. En ese sentido es importante reflexionar y analizar el contexto social y político que rodea la vida y los derechos de las mujeres, puesto que para nadie es desconocido que estos golpes a la democracia tienen un impacto diferenciado en las mujeres.
Para Gilda Rivera, feminista e integrante del Centro de Derechos de Mujeres (CDM), en los últimos diez años el deterioro a nivel social, económico y político “ha sido terrible, no nos quedamos cortas cuando las feministas después del golpe de Estado empezamos a hacer análisis, era muy claro, si no revertíamos el golpe habría un quiebre en la débil institucionalidad.
Rivera, en entrevista a Radio Progreso, analiza que los gobiernos autoritarios, instalados después del golpe de Estado, se han ensañado contra las mujeres con violencias sistemáticas como resultado de su compromiso en la lucha de defensa de los bienes comunes, el asesinato de Berta Cáceres es un ejemplo, muchas han sido desplazadas de sus comunidades y del país por defender el territorio y la vida.
A continuación, compartimos la entrevista con Gilda Rivera(GR):
Radio Progreso (RP) A 11 años del golpe de Estado político-militar de 2009, ¿Cómo se encuentra Honduras social y políticamente?
(GR): La mayoría de las hondureñas y hondureños hemos perdido derechos que habíamos alcanzado, no como dádivas de los gobiernos sino como resultado de las luchas sociales, hemos perdido el derecho a la salud, a la educación, derecho a una vivienda, derecho a una vida de todo tipo de violencia. Los grupos de poder económico que sustentan a Juan Orlando Hernández, los cuerpos armados se han convertido en los principales violadores de derechos humanos.
(RP): Durante estos años del total deterioro del sistema democrático en Honduras, ¿Qué otras cúpulas han participado directa e indirectamente en el nuevo sistema anticonstitucional impuesto?
(GR): Las cúpulas económicas nacionales y transnacionales que de alguna forma imponen sus intereses, pero también tenemos grupos ligados a medios de comunicación que se benefician y hacen uso de los recursos públicos, tenemos cúpulas de la Iglesia Evangélica y unos sectores de la Iglesia Católica, y personas que se nombran como parte de la sociedad civil que contribuyen para que este régimen se lave la cara.
(RP): En ese contexto, ¿cómo se han venido desarrollando las luchas de las mujeres?
(GR): En un contexto muy precario; a las mujeres nos ha tocado un parte muy difícil, una primera cosa que yo puede mencionar es, si bien es cierto no era de uso masivo, la anticoncepción de emergencia formaba parte de las políticas de salud pública y ese fue una de las primeras acciones en contra –derogado- que impulsó el Gobierno de facto de Roberto Micheletti, eso fue una clara demostración de que los que impulsaron el golpe de Estado tenían un posición muy consolidada respecto a detener los avances de las mujeres y desde entonces hemos visto como en ciertas instancias de gobierno se ha desdibujado el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.
(RP): ¿De qué manera se han ensañado los gobiernos autoritarios, a partir del golpe de Estado de 2009, contra el cuerpo y la vida de las mujeres?
(GR): Tenemos muchas compañeras defensoras de los territorios que han sido víctimas de violencias sistemáticas como resultado de su compromiso en la lucha de defensa de los bienes comunes, el asesinato de Berta Cáceres es un ejemplo. Desde el golpe de Estado se ha fortalecido el saqueo de los bienes comunes en las comunidades, las concesiones mineras y del agua cada vez son más agresivas, y en esas luchas de defensa de los territorios y la vida son las mujeres las que están al frente, muchas han sido desplazadas de sus comunidades y del país.
(RP): ¿Cómo ha sido la participación política de las mujeres en este contexto de desconfianzas para alcanzar cuotas de poder, especialmente en el Congreso Nacional, a qué tipo de violencias se han visto expuestas?
(GR): Hay mucha descalificación, hay valorización de doble rasero, actuaciones de un hombre si una mujer las realiza se descalifica, además de lleva al plano privado. Un ejemplo muy claro fue el de la diputada Doris Gutiérrez, Doris bailó en el Congreso Nacional con un diputado, como que si bailar fuera un pecado, se utilizó el baile para descalificarla, especialmente por el papel cuestionador que ha tenido Doris. Hay una duda permanente si llegan a un cargo de elección popular como resultado de sus capacidades, sino que más bien han pagado.
(RP): ¿El descredito hacia las mujeres incrementa cuando se enmarcan en la oposición política?
(GR): Aunque no es exclusivo, pero cuando las mujeres son parte de los grupos de oposición política los ojos vigilantes son muchos más grandes y la descalificación es mayor, la descalificación busca ensañarse con su vida privada con su vida íntima, un ejemplo muy claro fue Beatriz Valle, cuando fue diputada impulsaba una lucha muy férrea en favor de los intereses de la mayoría de la población, los descalificativos no solo de sus compañeros, sino que en las redes sociales.
(RP): ¿Qué características tiene la represión que se ejerce contra las mujeres?
(GR): Una represión muy ligada a los comportamientos y pensamientos que prevalecen en una sociedad patriarcal que las considera como objetos sexuales, es que muchas compañeras cuando son reprimidas denuncian que hay descalificativos al decirles “porque mejor no se va a su casa a cuidad a sus hijos o a su marido” y además descalificativos como zorra, puta, también tocarles los pechos, las nalgas, y agresiones sexuales.
(RP): ¿Qué obstáculos enfrentan las mujeres para acceder al sistema de justicia?
(GR): Primero un sistema de justicia cooptado a los intereses de personas con poder económico y político, prevalece un sexismo hegemónico en las instancias de justicia en nuestro país, es por eso que muchísimas mujeres desisten de los procesos, por ejemplo, en violencia doméstica, porque cuando va a denunciar se encuentra con actitudes indiferentes y descalificadoras, les preguntan si hicieron algo para provocar a su esposo.
(RP): Ante una realidad de desigualdad, sobre todo en contra las mujeres, ¿cómo debe de replantearse la organización social, a dónde deberían poner sus energías y fuerzas creativas?
(GR): La construcción de la organización de las mujeres es fundamental, pero no cualquier organización sino una organización que parta de principios feministas, donde la voz de las mujeres, sus experiencias de vida, su cuerpo sea la esencia de nuestra lucha, la propuesta feminista es integral y no solo desde las mujeres sino desde la sociedad en su conjunto, esto está unido a la organización de los colectivos de mujeres, de organizaciones autónomas no de ONGs, las ONGs debe contribuir pero jamás sustituir. Desde las organizaciones sociales y populares mixtas, muchas de las violencias que enfrentan las mujeres provienen de los propios compañeros de su organización, no quieren debatir esos temas, porque desde los años 70 nos siguen diciendo que eso divide el proceso de construcción del movimiento social.
(RP): ¿Qué luces se ven en medio de este panorama obscuro, quiénes están protagonizando la esperanza?
(GR): Creo que mucha juventud, mujeres jóvenes, muchas que se están organizando por el derecho a decidir sobre sus cuerpos, por la violencia que sufren por el hecho de ser mujeres; también las que están en las luchas de los territorios, yo creo que ahí encontramos las luces que nos dan esperanzas. La organización territorial es fundamental
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