jueves, 11 de junio de 2020
El coronavirus en el Bronx: Por qué los pobres no tienen ninguna posibilidad
Por Azad Essa
Traducido del inglés por Juan-Francisco Silvente
A medida que los contagios se multiplican en los barrios más desfavorecidos de Nueva York, la pandemia pone al descubierto lo dividida que está la ciudad en materia de clases y razas.
—Hace dos semanas que dejé mi casa —dice Hawa Kebbeh mientras cruza Magenta Street y esboza una sonrisa que le estira la mascarilla hacia los lados.
En su vecindario del East Bronx, uno de los distritos más pobres de los Estados Unidos, la vida prácticamente se ha paralizado desde que el brote apareció.
Los parques están cerrados, los parques infantiles están vacíos. Apenas hay peatones por las calles.
—El Bronx no es el mismo y cuesta hacerse a la idea —añade.
Desde que el coronavirus se extendió por los Estados Unidos, el número de casos ha superado el de Italia, China e Irán. El estado de Nueva York se ha convertido en el epicentro de la pandemia y las estadísticas van contando su cruda historia día tras día.
En Nueva York, al menos uno de cada quinientos habitantes ha muerto por culpa de la enfermedad.
Los hospitales se han visto desbordados. Los depósitos de cadáveres están saturados. Pero el coronavirus no se limita a robar vidas, sino que también castiga severamente los hábitos de vida.
El padre de Kebbeh, conserje de una escuela local, no ha trabajado desde la imposición del confinamiento.
—Sé que está intentando conseguir algún préstamo para poder llegar a fin de mes, para la comida y el alquiler… pero apenas habla de ello —nos dice la estudiante de asistencia social con una beca para la New York University.
Hawa Kebbeh dice que la pandemia y sus repercusiones fueron una auténtica conmoción,
pero ha encontrado tiempo para centrarse en su fe [MEE/Azad Essa]
«Puede acompañarnos»
Thahitun Mariam y dos voluntarios están cargando alimentos dentro de un coche en Starling Street, en la parte este del Bronx, cuando me reúno con ella una fría tarde a finales de abril.
En el maletero de un Toyota Sienna granate de 2006 hay apiladas cajas con lentejas, pastas, especias, tomates, patatas, dátiles, pasas, una bolsa de cebollas, cereales y conservas de fruta y verdura. Cada lote contiene provisiones para dos semanas.
—Hoy haremos unas veinticinco entregas —dice Mariam tras su mascarilla negra—. Puede acompañarnos.
Esta chica de veintinueve años es parte de un grupo de voluntarios emprendedores, que incluye muchos inmigrantes musulmanes jóvenes, muy activos durante las dos últimas semanas para poder entregar productos básicos a los habitantes de ciertas zonas del Bronx.
En el más septentrional de los cinco distritos de Nueva York, los habitantes están haciendo frente a un aumento de la escasez de alimentos a medida que el impacto económico del confinamiento comienza a tener consecuencias desastrosas sobre los más pobres.
Hay familias y particulares que han estado respondiendo a las solicitudes de ayuda de Gambian Youth Organisation y LI Helpers a través de Bronx Mutual Aid Network de Mariam.
Algunos almacenes de alimentos, así como bancos de alimentos consolidados, ya han declarado que se ven sobrepasados y Mariam dice que las necesidades no dejan de aumentar.
Las demandas de ayuda por parte de madres solteras, ancianos, supervivientes de la violencia doméstica y personas con discapacidad les han obligado a ella y a su equipo a solicitar donaciones urgentemente.
«La densidad de población y el deficiente estado de salud de muchos habitantes del Bronx son la razón principal de que esta tragedia fuera casi inevitable». – Un médico del Bronx
Mariam: —Hoy he recibido un mensaje de un anciano que vive en la parte oeste del Bronx, pidiendo alimentos. Al final del texto, dice «Mi mujer murió la semana pasada por el COVID-19». Te parte el alma.
Thahitun Mariam (izquierda) con sus compañeros voluntarios Rownak Shafat Choudhury (centro)
y Tafadar Sourav [MEE/Azad Essa]
«Son los que hacen que la ciudad funcione»
El Bronx es una de las zonas de Nueva York con mayor diversidad de población. El 37% la conforman los inmigrantes, muchos de los cuales son yemenitas, gambianos, bangladesíes o procedentes de Centroamérica y Sudamérica.
Aunque la diversidad suele ser motivo de celebración, la pandemia ha puesto al descubierto lo profundamente dividida que está la ciudad en materia de clases y razas.
El Bronx es una de las zonas más densamente pobladas y pobres de todo el país. Se estima que, en las mejores épocas, 263.000 del millón y medio de habitantes padecen necesidades alimentarias.
Con la actual pandemia y el consiguiente enfriamiento de la economía que ha dejado sin trabajo a treinta millones de personas, aquellos que se enfrentaban con la inseguridad ahora se enfrentan con la miseria.
Como ocurre en otros distritos como Queens y ciertas partes de Brooklyn donde vive la mayoría de los trabajadores esenciales, ante la disyuntiva de mantener las normas de distanciamiento o de trabajar desde casa, pocos han tenido el lujo de poder elegir.
—Has de tener en cuenta quiénes son estas personas —dice Mariam—. Son trabajadores esenciales, son los que hacen que la ciudad funcione.
O bien han tenido que seguir trabajando con equipos de protección escasos para después volver a sus pequeñas viviendas en los bloques de edificios, o bien se han quedado sin trabajo y ahora no tienen ingresos.
En una zona comercial situada en la tercera avenida y la calle 149 al sur del Bronx, conocida como The Hub, muchas personas luchan por sobrevivir, se desviven por subsistir. Aquí, la distancia de seguridad apenas se tiene en cuenta.
Como todas las arterias principales dentro y fuera del Bronx, The Hub está más tranquilo que de costumbre, pero sigue rebosante de transeúntes.
Los vendedores ambulantes venden cualquier cosa, desde mascarillas hasta protectores de pantalla para los móviles, en paradas improvisadas en las esquinas de las calles. Un barbero con mascarilla sujeta un espejo mientras le corta el pelo a un señor bajo una carpa situada en la acera.
Los sintecho, sin tener a dónde ir, se limitan a sentarse en los bancos. Algunos se bajan las alargadas mascarillas para comerse un bocadillo o fumarse un porro.
Los grandes comercios permanecen cerrados, algunos quizá para siempre.
En la zona comercial de The Hub, en el sur del Bronx, los vendedores ambulantes
luchan por salir adelante [MEE/Azad Essa]
Esta semana, durante una reunión virtual del ayuntamiento, el teniente de alcalde J. Philip Thompson instó a los comerciantes del Bronx a que consultaran la web del gobierno de Nueva York para conocer los detalles sobre cómo solicitar ayuda.
Sin embargo, los desempleados se quejan de que el proceso es lento, penoso y humillante. Los pequeños comerciantes y empresarios no son lo suficientemente diestros para comprender el lenguaje de las autoridades estatales.
—La gente no dispone de sofisticados contables que les hagan el trabajo. Aquí no funciona así —dice Mariam.
Incluso antes de la pandemia, el empleo juvenil del Bronx era del 19%, mientras que la pobreza infantil rondaba el 30%.
La incertidumbre está calando hondo en la gente, sin que se vislumbre ningún alivio inmediato.
Según los datos de 2016 de la Oficina del Censo Estadounidense, el 60% de los hogares del Bronx gastó por lo menos el 30% de los ingresos en el alquiler (considerado como el nivel en que el alquiler es una carga notable), mientras que el 30% gastaron al menos la mitad de los ingresos en el alquiler (lo cual se considera una carga elevada), cuya proporción se incrementó en un 19% entre 2007 y 2016.
La primera entrega de Mariam y su equipo es para un anciano cuya vivienda, en un bloque de pisos públicos, está totalmente a oscuras.
—Mi nevera tampoco funciona —dice el señor en un tono aséptico. La segunda entrega es para una pareja, uno de los cuales es discapacitado. En su solicitud de ayuda pidieron «alimentos, consejos para pagar la factura de la electricidad y vitamina C (o zumo de naranja».
«Por supuesto que estoy enfadada. El sistema es racista. Es una mierda» -Thahitun Mariam, activista comunitaria
—La gente tiene hambre, está enferma. No paran de llamar diciendo que se sienten débiles y no consiguen que se les haga ninguna prueba, y no saben qué hacer —dice Chivona Newsome, activista y candidata al Congreso por el distrito nº 15 o NY-15 del sur del Bronx, el distrito congresual urbano más pobre del país.
—Entonces, cuando consiguen una prueba, les dicen que vayan a un sitio donde las pruebas se realizan dentro de los coches. ¿Cómo van a hacerlo si no tienen coche? —añade Newsome.
«El sistema es racista»
Son esta ambigüedad, esta incompetencia y esta falta de comunicación las que tienen desconcertados a los organizadores y los habitantes del Bronx. Y con cada defunción relacionada con el contagio, surge la pregunta de cuál habrá sido la causa.
—Tienen billones de dólares para la guerra. ¿Y me quieren hacer creer que no disponen de mil millones para atender a la gente del Bronx? Lo que pasa es que no les da la gana —dice Newsome.
Con el 23% de todos los contagios por coronavirus de la ciudad, el Bronx destaca como el distrito con más contagios por número de habitantes.
Pero el distrito también destaca por ser el área con más pacientes hospitalizados y muertes por coronavirus por número de habitantes.
En los dos cómputos, Manhattan se queda en casi la mitad de casos.
De las 13 000 muertes confirmadas en Nueva York hasta la fecha, 2 845 han sido en el Bronx.
La abuela de Mariam ha sido una de ellas. Tenía noventa y un años. Pero el tiempo de la pena ya ha pasado. Es la rabia la que se está instalando rápidamente en el Barrio.
«Tienen billones de dólares para la guerra. ¿Y me quieren hacer creer que no disponen de mil millones para atender a la gente del Bronx?» – Chivona Newsome, candidata al Congreso
Mariam: —Por supuesto que estoy enfadada. El sistema es racista. Es una mierda.
Chivona Newsome, candidata al Congreso por el distrito NY-15 del Bronx, dice que las autoridades
han declarado la guerra a los pobres [MEE/Linda Cheriyan]
«No se ha hecho lo suficiente»
Durante años, los activistas y los community organisers han estado avisando de las condiciones de vida paupérrimas y los costes desorbitados de la asistencia sanitaria que perjudican a las comunidades negra y morena que viven en el Bronx.
En 2017, el County Health Rankings concluyó que esta zona tenía los peores datos sanitarios de todo Nueva York. También se vio que tenía menos supermercados que vendieran productos frescos, perpetuando así los altos índices de enfermedades causadas por la mala alimentación.
La batalla estaba perdida incluso antes de que los pacientes llegaran al hospital en la parte sur del Bronx, o distrito NY-15, donde muchos afroamericanos e inmigrantes padecen altos índices de obesidad, enfermedades coronarias, asma y sida, o en la parte este donde los bangladesíes padecen de diabetes.
A pesar de las desigualdades conocidas, entre seis hospitales sumaban un total de 260 camas de UCI en todo el Bronx a finales de marzo. La ciudad tenía previsto construir un hospital de campaña en Van Cortlandt Park, pero nunca llegó a materializarse.
—La densidad de población y el deficiente estado de salud de muchos habitantes del Bronx son la razón principal de que esta tragedia fuera casi inevitable —nos dice un médico del Bronx que prefiere no identificarse.
—Si preguntas si la ciudad podría haber hecho más, la respuesta es simplemente “sí”. No se ha hecho lo suficiente para salvar a las personas; fue un error enviar a tantos ancianos a las residencias, donde contagiaron y mataron a muchos otros. Tuvimos al buque Comfort Navy aquí, pero ¿a cuántos pacientes enviaron? A muy pocos —dice el médico.
«Esto es una guerra contra los pobres. Parece que quieran exterminar la gente del Bronx». –Chivona Newsome, candidata al Congreso
—La distancia de seguridad tiene sentido, pero ¿cómo le pides a la gente que se aísle cuando varias familias están viviendo en una misma vivienda o no tienen a dónde ir?
A principios de abril, la escasez de camas y el consiguiente caos en los hospitales que estaban al límite de las admisiones hizo que las enfermeras del Montefiore Medical Center salieran a protestar por la falta de equipos de protección, mientras los médicos del St. Barnabus describían unas condiciones de trabajo semejantes a «una zona de guerra».
—He trabajado en diferentes sitios durante décadas. Nunca había visto nada parecido. Los números han disminuido desde mediados de abril, pero le digo una cosa, esto no ha terminado. Todavía recibimos pacientes —añade el médico.
Muchos negocios han cerrado. Los fast-food forman parte de los que todavía consiguen
hacer algo de caja [MEE/Azad Essa]
«Intenta enseñar a un niño que ha perdido a su padre»
Aunque las desigualdades entre distritos postales han sido motivo de queja por parte de políticos y activistas, estos asuntos son especialmente dolorosos para el personal sanitario que vive en una zona y trabaja en otra.
Una auxiliar de enfermería del Bronx que trabaja en un hospital privado en la parte baja de Manhattan dijo que la situación era previsible desde el principio.
—En nuestro hospital no teníamos escasez de equipamientos, tuvimos que reutilizar las mascarillas N-95 pero teníamos suficientes guantes, protectores de calzado y batas —dice manteniéndose en el anonimato.
También dice que hasta en ese hospital tan bien financiado, nadie tenía ni la menor idea de lo que estaba ocurriendo durante los primeros días de la pandemia.
—Pero no hay colas en Manhattan, en cambio el Bronx está repleto —confiesa.
Newsome, la candidata al Congreso, asegura que la falta de atención a las desigualdades que existen desde décadas no es fortuita.
—Está hecho a propósito. Es una guerra contra los pobres —dice—. Parece que quieran exterminar la gente del Bronx.
Salim Drammeh cuenta que los dos últimos meses han sido los más duros como educador.
Es profesor de una escuela de secundaria en la parte oeste del Bronx y la mayoría de sus clases han pasado a ser virtuales, pero le ha tocado hacer más de consejero que de profesor desde que empezó el confinamiento.
Ha tenido que lidiar con la pobre conexión a internet, familias apretujadas y el impacto psicológico del confinamiento en los niños mientas intentaba dar clase en línea a sus alumnos.
«Podemos disponer de tiendas de alimentación y cosas que necesitamos ahora mismo, pero lo que pase mañana, lo que esté por venir, nadie parece saberlo» – Nizum Khan, residente del Bronx
—Intenta enseñar a un niño que ha perdido a su padre, su hermano o su tío —dice Drammeh, el presidente de veinticuatro años de la Gambian Youth Organisation.
—Tengo alumnos que no tienen nada para comer.
La preocupación de Drammeh por las dificultades concernientes a la educación virtual en las comunidades de clase trabajadora es recogida por Jenubu Simaha, otra profesora de secundaria de la parte sur del Bronx, quien dice que muchos de sus estudiantes no han sido capaces de adaptarse a la educación virtual por culpa de la presión o de la falta de medios. Su educación está pagando un precio.
—Tengo alumnos cuyos padres son trabajadores esenciales y estos hacen todo lo que pueden por mantener la calidad de su salud, su educación y su forma de vida.
Las pistas de básquet del Bronx se han quedado sin canastas desde que las autoridades declararon
el confinamiento obligatorio [MEE/Azad Essa]
«¿Qué está por venir?»
Un día de esta semana, Shelley Mayer, presidenta del comité de educación y senadora del estado, dijo que se habían distribuido 240 000 tabletas informáticas en todo Nueva York, de las cuales 48 000 se habían repartido en el Bronx.
Drammeh explica que sus estudiantes recibieron las tabletas, pero que llegaron seis semanas después de que comenzaran las clases virtuales.
En esta parte de la ciudad, donde el sistema suele ser disfuncional, donde el transporte público es escaso, las viviendas están en mal estado y el aire es notoriamente tóxico, no deja de haber cierto escepticismo sobre la gravedad del momento.
—La gente de aquí ha sido pobre toda su vida —dice Drammeh; y añade—: Algunos jóvenes todavía no se lo toman en serio.
A otros, el miedo les ha ayudado a urdir nuevas ideas. Nizum Khan, un chico del Bronx de veintitrés años que perdió a su tío por culpa del virus, lanzó un proyecto para confeccionar mascarillas con impresoras 3D.
—Podemos disponer de tiendas de alimentación y cosas que necesitamos ahora mismo, pero lo que pase mañana, lo que esté por venir, nadie parece saberlo —dice Khan.
Para Drammeh, si la crisis tiene algún lado positivo es el número de voluntarios que han surgido de la nada.
Me encanta que jóvenes de dieciséis y diecisiete años vengan a preguntarme cómo pueden ayudar —dice.
—Da la sensación de que cuando las cosas se ponen realmente mal, es cuando los más vulnerables dan un paso al frente.
Kebbeh, la estudiante de veinte años del East Bronx, dice que las dificultades siempre han existido, pero que la espera infinita y la incerteza son las que han acabado de destrozar la salud mental de muchas personas.
—Nadie sabe cuándo acabará todo esto, creo que eso es lo más duro —dice sacándose la mascarilla para una foto.
Kebbeh, como mucha gente aquí, sabe muy bien que cuando las sombras se disipen, solo una parte de los males de su comunidad se verán aliviadas.
El alquiler, los alimentos, los giros postales obligatorios a su larga familia en Gambia, los préstamos, los problemas de transporte en el Bronx, todo seguirá igual.
—Tan solo intento dedicar mi tiempo libre al recogimiento y la oración. Es el ramadán y tengo fe en Dios. También podría aprovechar el tiempo —dice sonriendo y volviéndose a colocar la mascarilla.
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