lunes, 24 de abril de 2017

El World Economic Forum de Buenos Aires y la “nueva” narrativa latinoamericana


Por Federico Larsen

“La narrativa de América Latina es que somos una región riquísima pero todo se lo llevaron. Hay un pueblo bueno y unos malos que son la casta, y por lo tanto demosle todo el poder al líder del pueblo. Tenemos que lograr una narrativa que no sea descamisados contra ricos”. Con esta frase el economista venezolano y profesor en Harvard, Ricardo Hausmann, resumió de forma admirable el objetivo de las élites latinoamericanas para los próximos años. Y lo más impactante es que lo hizo durante su intervención ante el World Economic Forum (WEF) que se celebró en Buenos Aires entre el 5 y el 7 de abril pasados. Un escenario donde no sólo los “descamisados” no entran, sino que estaban protagonizando una huelga general contra el modelo económico del gobierno Macri mientras Hausmann pronunciaba esas palabras.
La fantasía del ‘relato’ o la ‘narrativa’ como motor de procesos políticos dañinos para las economías latinoamericanas no es nueva. Se sostiene en la creencia de que unos pocos mercachifles populistas logran engañar sistemáticamente al pueblo ignorante para ser elegidos en función de un cuento de hadas sobre la igualdad y la justicia, y que luego de hacer un desastre en el gobierno huyen en medio de corrupción, hambre y miseria. Son los que saben -que generalmente coincide con “los ricos”- quiénes deben hacerse cargo de enmendar los errores y encaminar la economía.

El “mini-Davos” de Buenos Aires no fue otra cosa que la manifestación de respaldo por parte de las élites capaces y racionales a los procesos de cambio por derecha que han comenzado en América Latina. Es allí adonde se teje la nueva narrativa, la del retorno al mundo, la de los acuerdos comerciales e inversiones para el desarrollo.

El escenario latinoamericano se encuentra propicio para la elaboración de este tipo de relatos. Durante los últimos 15 años, los gobiernos progresistas han tenido condiciones más que favorables gracias a los altos precios de las commodities y, según esta visión, han administrado los excedentes sólo en función de su acumulación política, dilapidando semejante riqueza en ayudas estatales, planes, subsidios, con el único fin de perpetrase en el poder. Pan para hoy, hambre para mañana. Es el cuento de la cigarra y la hormiga, donde millones de cigarras perezosas navegaron en una abundancia artificial, vivieron por encima de sus posibilidades durante años, y ahora que ha llegado el invierno deben pagar el costo de su irresponsabilidad frente a las hormigas laboriosas pero poco solidarias.

Pero, como bien remarca una memorable escena de la película Los lunes al sol, acerca del vaciamiento de los astilleros españoles a causa de las políticas neoliberales europeas de los ’90, el cuento, o narrativa, o relato, nunca explica porqué algunos nacen cigarras y otros hormigas, “porque si naces cigarra estás jodido”.

En el encuentro, del que participaron más de 1200 empresarios, delegaciones de los organismos multilaterales de crédito y representantes de los países de América Latina y el Caribe, quedó clara la confianza de fortalecer este nuevo relato.

Se habló de inversiones, de libre comercio y multilateralismo, pero muy especialmente del “momento propicio” para avanzar en estos proyectos. La letanía proteccionista de Donald Trump -muchas veces esgrimida pero, hasta ahora, no vista en la práctica- llevó a varios países del mundo a apurarse en negociar tratados y pactos comerciales a nivel internacional.

De allí la reactivación de las negociaciones para la suscripción de un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre el Mercosur y la Unión Europea, o el acercamiento, consolidado en el cierre del WEF de Buenos Aires, entre los países de la Alianza del Pacífico y el Mercosur. Los dos bloques acordaron una hoja de ruta para rebajar aranceles, permitir una mayor coordinación entre las agencias aduaneras con el fin de permitir una mayor circulación de mercancías entre los países miembros de ambas organizaciones.

México y Chile, las dos mayores economías de la Alianza del Pacífico (compuesta también por Perú y Colombia) vuelven así a mirar hacia el sur, luego de dos décadas dedicadas a la negociación con los países centrales. Ambos suscribieron TLC con Estados Unidos, la Unión Europea (UE), y son miembros del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC por sus siglas en inglés) y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un recorrido que los alejó de los mecanismos de integración económica y política de América Latina y el Caribe.

Este nuevo giro se debe claramente a la pérdida de gravitación internacional de Brasil -principal rival de México como potencia media en la sub-región latinoamericana- y la llegada de gobiernos más amigables en el Cono Sur, dispuestos a cambiar la “narrativa populista”. Las promesas para el Mercosur son tentadoras: mayor apertura hacia los mercados asiáticos y posibilidad de abrir nuevos mercados para los productos agrícolas, entre otras.

Pero los baches en el relato de las hormigas son demasiado evidentes. Sus encuentros juntan más transnacionales que diplomáticos, en un discurso librecambista harto conocido. Las cláusulas de los TLC en vigor y por venir están pensadas para beneficiar únicamente a ese sector en términos de propiedad intelectual, protección de inversiones, contratación pública, etc. De prosperar el TLC UE-Mercosur se calcula que Brasil deberá aumentar su gasto en salud en 400 millones de dólares anuales para garantizar el acceso de sus ciudadanos a sólo seis medicamentos. Las empresas podrían demandar a los Estados en tribunales arbitrales si éstos deciden soberanamente modificar alguna ley que afecte sus intereses. La apertura indiscriminada a las inversiones y mercancías traería el deterioro de las condiciones de trabajo -especialmente en el agro- para sostener la competencia comercial y permitir lo que los especialistas llaman el dumping-social de las grandes empresas.

Lo de Hausmann fue la arenga de los ricos, dignos representantes de la hormiga laboriosa que abogan por un cambio profundo en la narrativa latinoamericana, que, en los hechos, está avanzando mucho más de lo que las cigarras quisiéramos.


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