sábado, 29 de abril de 2017

Trump no puede con los inmigrantes de Nueva York

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Por Michelle Chen *

Traducido del inglés para Rebelión por César P. Guidini Joubert

Las fuertes protestas de los obreros inmigrantes de Nueva York presagian que se abre otro poderoso frente de oposición a Trump. 

Inmigrantes yemeníes se manifiestan en repudio del decreto del presidente Trump que prohíbe la entrada de extranjeros musulmanes al país. Brooklyn (Nueva York), 2 de febrero de 2017 (Reuters / Lucas Jackson).

El pueblo de Nueva York sabe bien cómo tratar con Donald Trump, pues batalla con él desde alrededor de 1980, cuando el magnate inmobiliario comenzó a erigir su imperio en el barrio de Manhattan. Con tales antecedentes queda descartado que la metrópolis neoyorkina se deje amedrentar por el famoso y flamante primer mandatario de los Estados Unidos, quien lleva toda la vida tratando de conquistarla, en vano.

Cuando la semana pasada la Casa Blanca dio a conocer el decreto que conmovió al mundo por el cual se ordena la construcción de una muralla en la frontera con México y se prohíbe entrar en los Estados Unidos a ciudadanos procedentes de determinados países musulmanes ( [i] ), la ciudad se puso en pie como un resorte, impresionada por la estremecedora noticia, pero sin miedo.

Los conductores de vehículos de alquiler de Nueva York pertenecen en su mayor parte a la diáspora musulmana radicada en los Estados Unidos, cuyo grueso, hay que precisarlo, emigró de los países de mayoría musulmana que son objeto del decreto de Trump. No bien se divulgó la noticia, el gremio se manifestó en el aeropuerto de la ciudad, el John FitzGerald Kennedy , que pasó a ser rápidamente el punto neurálgico de la resistencia al decreto de inmigración y de la muralla de la frontera con México. El sindicato de los obreros del volante, la New York Taxi Workers Alliance (NYTWA) [Unión Obrera del Taxímetro], emitió un comunicado llamando a resistir y decretó la huelga:

La mayor parte de los afiliados de la NYTWA profesa la religión musulmana y casi todos ellos provienen de la inmigración. La defensa de los oprimidos es la razón de ser de nuestro sindicato. Rechazamos categóricamente este decreto inhumano e inconstitucional... Los conductores de taxi son solidarios con los refugiados que vienen a los Estados Unidos en busca de paz y seguridad y también con aquellos que están de viaje en el extranjero y no pretenden más que regresar al hogar.

El sindicato denunció los decretos de Trump y también manifestó su rechazo a Trevor Kalanick, el director general de Uber, uno de los tantos compinches que posee el nuevo presidente en el mundo de la industria de la informática. Uber es la compañía que impulsó y explota el régimen de trabajo denominado de “compartir el vehículo privado”, que se extiende por todo el mundo y gracias al cual logró destruir la legislación obrera e imponer el trabajo precario y a destajo, que acarrea el consecuente deterioro de las condiciones de vida estables de que gozaba el obrero del volante. Pero, además de eso, Kalanick defiende uno de los principios fundamentales que profesa Trump, cual es el de socavar la misión que cumple el Estado en la sociedad, y por ese motivo, su incorporación al consejo asesor económico del nuevo presidente de los Estados Unidos hace patente y revela que, pese a esa aureola de “progresismo” y “modernidad”, el mundo de la informática no es más que un firme y poderoso puntal del orden social imperante.

No contenta con todo eso, Uber también destrató a los conductores de los vehículos de alquiler: la compañía siguió trabajando durante la huelga decretada por la NYTWA, según parece, para aprovechar la “oportunidad” de conseguir clientes que le brindaba la interrupción del trabajo de los taxis en el aeropuerto de Nueva York. Pero, hete aquí que la huelga hizo que se desatara una campaña nacional de solidaridad y de repudio a Kalanik denominada “#DeleteUber” (“Bórrese de Uber”), la cual propugna suprimir del teléfono portátil la aplicación con que se contrata el servicio de los vehículos de la compañía.

Al final, Kalanick tuvo que hacer las paces y prometió que se brindaría asesoramiento jurídico a los conductores afectados por el decreto de Trump. Eso no bastó para contentar a la NYTWA (que nuclea también a los conductores que trabajan para la propia Uber) y el sindicato convocó ayer [jueves dos] otra manifestación de protesta, esta vez frente al domicilio social de Uber, sito en el barrio de Queens, precisamente en el mismo día en el que se celebraba la reunión constitutiva del consejo asesor económico al que se había incorporado Kalanick.

En relación con la campaña de rechazo a Uber, el sindicato publicó en su sitio de Facebook una declaración en la que se afirma, entre otras cosas: “Es hora de que se unan sin excepción quienes defienden la justicia y la igualdad y que pidan cuentas a Uber por su complicidad con las execrables medidas de Trump y, sobre todo, por hambrear al trabajador”.

El jueves [día dos] la agencia Bloomberg informó que Kalanick había renunciado al consejo económico de Trump . Además, el jefe de Uber manifestó una actitud conciliadora por la vía de un correo interno de la compañía, el cual fue divulgado oficiosamente y en el que se afirmaba que “la inmigración y la actitud abierta con los refugiados son pieza importante de la prosperidad de los Estados Unidos y, sin duda alguna, hay que reconocerlo, también de los buenos resultados que consigue Uber… El decreto ofende a muchas gentes de todo nuestro país”.

Sin embargo, la NYTWA no aflojó la presión en el acto de protesta, argumentando que las medidas contra los derechos obreros que impulsan las compañías que se sirven de la informática, como Uber, son muy reveladoras de las verdaderas simpatías que siente Kalanick por el gobierno de Trump y, agregó, que, tras el clamor público suscitado, su renuncia al consejo económico no logra ocultar esos puntos de vista.

Ante el numeroso público congregado frente a las oficinas de Uber, con nutrida asistencia de militantes sindicales, barriales y de asociaciones, Fahd Ahmed, dirigente de la asociación Desis Rising Up and Moving (DRUM) ( [ii] ), que nuclea a inmigrantes procedentes del Sudeste asiático, expuso lo que sigue:

Uber refleja lo que quiere hacer Trump. Ambos están del mismo lado. No importa que nos quiera convencer con unas monedas, pues se conocen de sobra las sucias tretas de esa compañía. Los taxistas pelearon contra Uber, el público también peleó y se seguirá la lucha hasta hacerlos retroceder. Los inmigrantes, los musulmanes, los obreros, el pueblo negro, las mujeres, los transexuales, todos unidos, los echaremos. ¡Fuera Uber del hogar, fuera de la ciudad: los taxis son de los obreros y nosotros los llevaremos!

La manifestación se fue dispersando y buena parte de los asistentes se sumó a otra protesta, de repudio a la violencia de la policía , que había sido convocada en las cercanías y contaba con el apoyo del gremio del volante. La dirigente Bhairavi Desai ( [iii] ), que participó en la fundación de la NYTWA, declaró a The Nation que Kalanick renunció al consejo económico asesor para ocultar su mala fama, pero que el vínculo que lo une verdaderamente a Trump, y con el cual debería romper, reside en la clase de actividad que explota la empresa Uber, que no respeta el salario mínimo ni la legislación obrera.

La NYTWA asesora debidamente a los afiliados cuyos parientes se encuentran en el extranjero y también a los propios trabajadores que están de viaje para que todos puedan regresar sin problemas a los Estados Unidos. Desai sostiene que gracias a esa labor se puede apreciar en toda su extensión la importancia de las conquistas sociales conseguidas y agrega que habrá que dar fuertes luchas para defenderlas, pues en el gobierno de Trump impera la convicción de que la época dorada de los Estados Unidos concluyó con la Guerra Civil.

Desai añade que lo que sucede en estos días hace recordar hechos no muy lejanos de la historia de Nueva York y menciona en ese sentido un episodio que data de la huelga del taxímetro de 1998 ( [iv] ), cuando el anterior alcalde Rudy Giuliani y actual asesor de Trump calificó de “ terroristas del taxi ” a los conductores que acataron la medida.

En suma, el pueblo de Nueva York ya está acostumbrado a contrarrestar la táctica de “divide y vencerás” que usa la élite dominante. Así, desde enero las protestas en contra de Trump son reforzadas gracias a la constitución de un “territorio libre de odio”, creado por una asociación de vecinos de Kensington, uno de los barrios de Brooklyn , para brindar ayuda y solidaridad a los musulmanes que allí viven. En el día de ayer [jueves dos] los comerciantes yemeníes , que no se suelen distinguir por meterse en política, convocaron la primera huelga de toda la historia para manifestar que, pese a la prepotencia y la actitud intolerante del presidente multimillonario, su hogar está en Nueva York y que ésta es una ciudad formada por comerciantes venidos del extranjero y que se enorgullecen de serlo.

La NYTWA apoyó la medida de los comerciantes yemeníes:

El trabajo de los obreros inmigrantes y musulmanes es fundamental para la prosperidad de la economía de este país y ya es hora de usar el poder que tenemos para luchar contra la islamofobia, la intolerancia y el maltrato que sufren los inmigrantes. Juntando todas las fuerzas, podremos luchar contra el odio y defender la justicia.

Las calles de las ciudades que se han constituido en refugio ( [v] ) de inmigrantes y las iniciativas impulsadas por los obreros abren un nuevo frente de batalla que se extiende por todo el país. En la ciudad de Filadelfia salieron a la calle los trabajadores de la sociedad Comcast, el gigante de Internet, para solidarizarse con los obreros musulmanes y demás inmigrantes. La protesta reunió a centenares de empleados y fue convocada con apoyo sindical y sirviéndose de la red de mensajería de la propia empresa. El lema de la convocatoria fue “#TechHasNoWalls” [“La informática no tiene fronteras”] y se airearon consignas como “Inmigration Innovation” [“Los inmigrantes también inventan”] y “Have we tried turning America off, waiting 10 seconds y turning it back on again?” [“¡Hay que ‘reiniciar’ a los Estados Unidos de arriba abajo!”].

En suma, parecería que llegó la hora de pasar página en Washington. Aunque resulte paradójico, en el mismo momento en que, por lo visto, los astutos directores de las grandes compañías de informática buscan acomodarse con el nuevo gobierno de los Estados Unidos para impulsar las privatizaciones y la rebaja de impuestos, sale a relucir la otra cara de la denominada “economía de Internet” o “nueva economía” (o sea, el comercio de nuestros días que gira en torno a Internet y a la informática): en efecto, quien ahora entra en escena y planta cara a Trump es el propio proletariado en el que se sustenta esa moderna forma de actividad económica.

* Michelle Chen (Twitter: @meeshellchen .) colabora habitualmente con el semanario The Nation y con Dissent y otras publicaciones de los Estados Unidos. 
Notas del Traductor:






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