Por Jesús Manuel Utrilla
Sobreendeudamiento masivo, burbujas económicas y financieras, directivos que dejan bancos en quiebra llevándose millones de indemnización...Esto es endógeno, no parece tener remedio. ¿O tal vez sí?
La raíz de todos estos males está en el diseño actual del sistema monetario. Actualmente, la “máquina de crear dinero” en la zona euro la tienen los bancos comerciales y se activa cada vez que estos otorgan un préstamo o realizan un gasto.
Entender el sistema actual no es fácil. Los ciudadanos, los empresarios, incluso los banqueros y bancarios, no entienden el sistema monetario en el que están trabajando. Los especialistas tampoco se ponen de acuerdo; encontramos diferencias en torno a cómo entienden que se originó el dinero y a cuál es el papel de los bancos.
Las teorías del “orden espontáneo”, el dinero como surgido de la evolución de los mercados, se oponen a las que piensan que el sistema monetario es uno de los poderes de la comunidad política conscientemente organizada. Si el dinero fuese un “orden espontáneo”, la labor del banco central y la dirección del Estado estarían fuera de lugar. Por contra, si es uno de los poderes básicos del soberano, entonces tiene que estar bajo gobernanza pública.
Estos últimos ven el sistema monetario como creado por ley, constitución o “carta” (de ahí que sean llamados “cartalistas”); entienden que la soberanía monetaria se manifiesta en:
- La elección de moneda.
- El control de su emisión.
- Captar en exclusiva el señoreaje, es decir, el derecho que tiene el emisor de la moneda en ser el primer beneficiario en la emisión de dinero nuevo.
Actualmente, España y sus socios de la Eurozona solo pueden presumir de haber elegido la moneda. Ni controlan su emisión ni capturan todo el señoreaje. No tenemos soberanía monetaria plena. Ahí está la raíz de los problemas señalados y el debate en torno al papel de los bancos.
En torno a los bancos, se manejan tres discursos distintos:
- Los bancos son intermediarios financieros: toman dinero de los ahorradores y lo reconducen hacia inversiones productivas, generando empleo y consumo.
- Los bancos multiplican el dinero creado por los bancos centrales. Esto permite atender rápida y flexiblemente a necesidades del sistema económico, pero a veces se cometen excesos que generan burbujas especulativas y excesos de sobreinversión en ciertos sectores e infrainversión en otros.
- Los bancos crean dinero “de la nada”, sin atenerse más que a criterios propios. Hay creación genuina de dinero nuevo por los bancos al emitir préstamos que condicionan todo el sistema.
Aunque antaño los billetes bancarios o los apuntes en cuentas bancarias eran reconocidos solo como “promesas de pago” sobre el dinero real (las monedas y billetes emitidos por el Banco Central y el Tesoro), ahora representan el 95% de la masa monetaria de la zona Euro, por lo que el dinero bancario puede ser reconocido funcionalmente como el “dinero” por excelencia.
De las tres afirmaciones sobre el papel de los bancos, la de que son creadoras de dinero nuevo es la más acertada. Los bancos comerciales son, primariamente, instituciones monetarias. Las instituciones financieras son, ahora mismo, instituciones no bancarias, que conceden crédito sobre dinero preexistente, no lo crean. Los bancos, sin embargo, sí crean dinero: cada vez que otorgan un préstamo o abonan la cuenta de alguien, por pago de bonus, salarios, servicios, compras, etc. También se da el proceso contrario: cuando los préstamos se devuelven al banco, o estos cobran de alguien por algo, el dinero no cambia de manos, sino que desaparece.
Estrictamente, no crean dinero “de la nada”, sino gracias a un sistema interbancario llamado tradicionalmente “de reserva fraccionaria”. Si consideramos el mostrador como el flujo monetario generado por la vida diaria, la reserva fraccionaria es una suerte de “trastienda” en la que los bancos compensan entre sí todos los pagos y cobros que sus clientes hacen entre sí. Para ello usan unas cuentas que tienen abiertas en los bancos centrales del Eurosistema. Los números allí escritos se denominan “reservas”, son emitidos por el Banco Central Europeo y los bancos centrales de la zona Euro (Eurosistema), y sirven para respaldar, de forma comprimida, todo el movimiento que generan en el “mostrador”, es decir, en la economía cotidiana diaria.
Esta forma de financiarse de forma “comprimida” o “fraccionaria” es un enorme privilegio y es la raíz de todos los problemas señalados. Cualquier otra persona o empresa necesita responder al 100% de lo que compra o se endeuda. Si quiero comprarme un helicóptero por 500.000€, necesito tener ese dinero. El banco no. Puede teclearlo en la cuenta de a quien se lo compra, y solo responder por él de forma comprimida en el mecanismo de pagos interbancario. En este mecanismo se anotan todos los pagos y cobros que de un banco salen hacia otros. Como hay millones de movimientos, estos se compensan entre sí, de manera que, siguiendo con el ejemplo, si otro banco ha comprado también otro helicóptero por ese mismo valor y ese dinero ha fluido hacia las cuentas del primer banco, entonces los 500.000 que salen del primer banco hacia otros se compensan con los 500.000 que entran, provenientes de los helicópteros que los otros bancos han comprado. Como resultado, el banco ha podido teclear el dinero para adquirir el bien sin que su posición en la “trastienda” quede afectada. Si los bancos “teclean” acompasadamente el dinero que crean cuando otorgan préstamos o compran, entonces pueden expandir casi indefinidamente su creación de dinero y su poder.
¿Cuál es el límite? Si los bancos saben acompasar sus movimientos entre sí, casar los vencimientos de los préstamos e ir cumpliendo con los requisitos formales de la actividad bancaria, entonces el único límite a la expansión del poder monetario de la banca es la quiebra del sistema económico y político sobre el que actúa, por los excesos de deuda, la falta de intermediación financiera correcta, la excesiva atención de recursos hacia actividades especulativas, la desigualdad sociológica y política que genera, etc.
Sin acabar con el sistema fraccionario, los daños van a seguir produciéndose. En el próximo artículo trataremos del remedio: un “dinero soberano”, en circuito único (sin “trastienda”), emitido por un poder soberano democrático independiente, cuarto poder del Estado, sin estar necesariamente ligado a deuda y dejando el señoreaje pleno a disposición pública.
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