martes, 11 de abril de 2017
Ecuador 1 – Fin de ciclo 0
Por Alfredo Serrano Mancilla
Dedicado a mis queridos amantes del apocalipsis.
Disculpen el baile de números. Son 25 elecciones presidenciales en los últimos 15 años en 7 países (Venezuela, Bolivia, Uruguay, Nicaragua, Argentina, Brasil y Ecuador), y solo una vez, una única vez, la oposición neoliberal ganó en las urnas. 1 de 25; 4% es el porcentaje alcanzado por la restauración conservadora cuando se trata de elegir en las urnas al nuevo presidente en un país gobernado por un proyecto progresista. Lo logró Macri en Argentina en el 2015. La única excepción que confirma la regla. Lo de Brasil no cuenta porque fue a través de un golpe de Estado parlamentario. Y en el resto de ocasiones, Capriles, Doria Medina, Aécio Neves, Lacalle Pou -y así un listado interminable de nombres- no lograron obtener los votos suficientes para ser electos Presidente. El último de esta serie ha sido el Guillermo Lasso en Ecuador como nuevo capítulo en esta larga lista de derrotados. De hecho, este banquero ya sabía lo que era perder contra la Revolución Ciudadana (en 2013).
Ecuador se decanta nuevamente por una opción no neoliberal. Lenín Moreno, representante del Alianza PAIS, ha sido el ganador en esta segunda vuelta con un 51,16% de los votos válidos. Esta vez le sacó 2 puntos a su contrincante; y en la primera vuelta fueron 11 puntos. Una vez más, los exponentes de la Restauración Conservadora vuelven a perder en las urnas frente a una propuesta progresista.
El fin de ciclo ha muerto en América Latina. De la misma manera que lo hicieron los portavoces de la derecha, y otros tantos que tiraron la toalla ante la mínima dificultad, ahora se debería afirmar, con resultado en mano, que nunca jamás hubo fin de ciclo. Ecuador calló la boca a todos aquellos que creyeron que el desgate, los errores y las mismas contradicciones al interior de los procesos de cambio se traducirían inmediatamente en el ocaso de una época. No. De ninguna manera existen vasos comunicantes tan directos entre lo uno y lo otro. Nadie puede dudar de que estamos en una nueva etapa en la que los gobiernos progresistas han de reconducir los proyectos, sorteando nuevos obstáculos procedentes de una severísima restricción económica mundial. No son tiempos para posponer la necesidad de identificar cuáles son las nuevas demandas de las mayorías para volver a sintonizar con ellas mirando más hacia el futuro en lugar de continuar recordando excesivamente todo lo logrado en el pasado. Estos y otros tantos dilemas de épocas son fruto de las transformaciones políticas, económicas, culturales y sociales que se han producido en un tiempo histórico muy reducido. Sin embargo, esto no significa que el ciclo progresista en América Latina haya muerto.
La victoria de Macri en Argentina, la derrota en las legislativas en Venezuela y el No en el referendo en Bolivia provocaron una catarata de sentencias apresuradas sobre el fin de ciclo. Lo que debía haber sido interpretado como un socavón, con un alto grado de incertidumbre hacia lo que podría venir en el futuro, fue rápidamente considerado como un punto final concluyente. Estos traspiés coyunturales fueron concebidos como crepúsculo de una época sin más criterio que el deseo de que se cumpliera una profecía autocumplida. Pues en Ecuador se ha demostrado lo contrario.
Con un contexto económico adverso, con un candidato que le tocaba suceder a un líder histórico como lo es Rafael Correa, con todos los expertos en campaña sucia aterrizados en el país, con diez años a cuestas que impiden presentarse electoralmente como lo nuevo, con todo eso en contra, Ecuador ha dicho no al fin de ciclo. Ha optado por la continuidad de la Revolución Ciudadana como proyecto político para cambiar el país a favor de su gente. Así que, Lenín Presidente. La Historia, siempre tan caprichosa.
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