viernes, 14 de abril de 2017

Clementina Muricia: Del dolor de la ausencia a la espera



La noche tan oscura y dolorosa del 23 de noviembre de 1987, jamás se borrará de la mente de Doña Clementina Murcia Gonzales. Un abrazo, un beso y “cuídese mami” fueron las últimas palabras y el último contacto que tuvo con su hijo. 

29 años han pasado desde ese entonces, y el dolor está allí, como un puñal que atraviesa su corazón, robándole el alimento. Su hijo, de 17 años, desesperado por lograr un empleo y contar con condiciones para superarse tomó la decisión de huir a Estado Unidos en busca del denominado sueño americano. 

Jorge Orlando Fúnez, quien ahora tendría 46 años de edad, prometió a su madre esa noche, volver en mejores condiciones para ayudarla a vivir dignamente en esta Honduras, tan dolida y violentada como tantas madres que a diario ven como sus hijos e hijas arriesgan sus vida en busca de oportunidades.

“Ya verá mamá, vendré con un cabezal para arreglar la casa. Ya no estaremos arruinados”, dijo Jorgito, como cariñosamente lo nombra Doña Clementina. Esas palabras dichas esa noche en medio de la terminal que de Honduras lo conducirían a Guatemala, fue el último contacto que ella tuvo con su hijo. 

En la actualidad Clementina es parte del Comité de Familiares Migrantes de El Progreso, Yoro COFAMIPRO una organización que aglutina a madres, abuelas y esposas de migrantes que han desaparecido entre Honduras, Guatemala, México y Estados Unidos.   

COFAMIPRO tiene su sede en la ciudad de El Progreso, Yoro, zona norte de Honduras. En una pequeña oficina atienden diariamente a familiares que llegan desesperanzados en busca de información de sus parientes que emigraron a Estados Unidos. Allí, además de recoger sus testimonios las mujeres del Comité son fuerza, esperanza y aliento para muchas madres que nunca pierden la fe de encontrar a sus hijos. 

Un segundo golpe

Luego de no saber nada de su hijo Jorge, Doña Clementina aconsejaba a sus otros tres hijos, dos mujeres y un barón, no ilusionarse buscando oportunidades fuera del país ya que tenían en casa un testimonio de dolor por la ausencia. 

Jamás imaginó que nuevamente recibiría un nuevo golpe, un más duro porque revivían dolores del pasado y los juntaba con nueva partida, la de su pequeño hijo Mauro. Él esperó la oscuridad de la noche para salir de la casa rumbo al norte. Los consejos de madre quedaron cortos cuando la realidad era de hambre y violencia, sin oportunidad de cambiar ese destino.  

Contrario a su primer hijo, el segundo se comunicó con ella durante un año. El último contacto fue desde Tuxtla, Gutiérrez donde permaneció varios meses esperando el tiempo justo para cruzar frontera. Luego de ese 2012, nunca más supo de Mauro, al igual que Jorge nunca más se volvieron a conocer con esta madre desgarrada tras la ausencia de sus hijos. 

México, es un país que tradicionalmente ha sido punto de origen, tránsito, destino y retorno de migrantes.  Activistas de derechos humanos aseguran  que en la última década, al menos 70 mil migrantes han desaparecido en su tránsito por territorio mexicano.  

Su soporte 

Después de varios años de pasar sufriendo de manera solitaria y derramando lágrimas en la soledad del día y la noche, el año 2000 Doña Clementina se unió al Comité de Familiares de Migrantes  de El Progreso, donde encontró apoyo para soportar tanto dolor, allí las madres se consuelan entre ellas mismas. 

Doña clementina cree que la migración tiene un denominador común: la pobreza, la falta de oportunidades y la violencia estructural que aflige a la población hondureña quienes ven la migración como única oportunidad de salir de la miseria y pobreza. 

Con lágrimas que reflejan el dolor inmenso que durante décadas ha cargado Clementina reza diariamente porque existe una oportunidad para ver nuevamente a sus hijos. Pide a Dios darle fuerzas para no morir sin antes abrazarlos nuevamente, y espera que su historia no se repita, que las madre no vean partir a sus hijos e hijas, que en este país existan condiciones mínimas que logren que las familias estén unidas y que la migración se de en condiciones seguras sin desunir familias ni causar tan dolor. 

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