viernes, 28 de abril de 2017

Terror en el Aguán: Paramilitarismo cubrió de miedo al movimiento campesino



Por Wendy Funes 

El movimiento campesino del Aguán ha denunciado continuamente sobre severos casos de represión cometidos por parte de policías y militares en la zona. De acuerdo con esas denuncias, las fuerzas del Estado se han puesto al servicio de los terratenientes que ha habido los últimos casi siete años, pero ¿Quién se da cuenta del paramilitarismo que está destruyendo el movimiento campesino desde las estructuras internas?

Fuente acreditada informó que éstos al principio de la lucha de la recuperación de las tierras demostraban un genuino interés por tener tierras para cultivar palma africana, cítricos y granos básicos entre otros productos

¿Qué cambió? 

Dos decretos aprobados en los meses de la ruptura constitucional de 2009 dieron vida a las tropas de exuniformados para activarse y entregar a su gente, sus cerebros fueron encendidos para recordar los años de disciplina militar en donde las órdenes de los superiores eran la prioridad en sus vidas.

Uno de ellos fue el PCM-M-029-2009 aprobado el 19 de noviembre y publicado el 21 de noviembre del 2009, este declaró como Emergencia Nacional el desarrollo de las elecciones y señalaron incontables amenazas internas que había que  contrarrestar, era necesario identificar a los grupos insurgentes que supuestamente pretendían desestabilizar al “Estado” que asumió la “sustitución constitucional” obligatoria para salvar a Honduras de los llamados “comunistas”, por ende 5 mil efectivos reservistas dijeron “si señor”, para perseguir a su pueblo.

El segundo; el decreto ejecutivo número PCM-M-30-2009 aprobado el 19 de noviembre, publicado el 21 de noviembre, este reforzó el llamado de reservistas por los golpistas para apoyar las operaciones militares que serían garantes de las elecciones espurias donde con todo tipo de coacción e intimidación salió electo Porfirio Lobo Sosa, serían encargados del sufragio, custodia, transporte y vigilancia del material electoral, además de la militarización de los centros de votación.

A partir del 2014, el Estado empezó a pagarles sueldos, lo único que tenían que hacer es ir a alguna oficina, batallón o destacamento militar a firmar para su reactivación. Para los movimientos campesinos “son los que hacen el trabajo sucio de la doctrina de dominación que impera a nivel nacional, uno de los mejores trabajos que ejecutaron fue la desarticulación de los asentamientos campesinos”.

De acuerdo con la información proporcionada, por fuentes que prefieren mantener el anonimato, estos militares en condición de retiro, buscaban “ganarse la confianza de la verdadera dirigencia campesina, saber cuáles eran sus estrategias, hacer perfiles, identificar a los eslabones más débiles para atacarlos y que sus máscaras no se cayeran y por último apoderarse de las estructuras con la fuerza de las armas”.

"Técnicas colombianas"

Organizaciones defensoras de derechos humanos consideran que la infiltración de paramilitares es sinónimo de violencia. Estudios realizados por la Red de Solidaridad Social y la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento -CODHES- en Colombia las organizaciones paramilitares, mediante la violencia las amenazas, los asesinatos, las masacres, las torturas y el desplazamiento forzado, y con el apoyo de ciertos sectores de la sociedad y del Estado, no solo han logrado generar terror e intimidación en la población civil, sino también, imponer su autoridad en vastas zonas del territorio nacional. Estos grupos armados al margen de la ley, constituyen, entonces, una amenaza contra la estabilidad institucional, en cuanto actúan en franco desconocimiento del Estado Social de Derecho.

Entre sus técnicas, -relata la fuente- estaban convertirse en gente de confianza de las dirigencias campesinas quienes ignoraban que éstos creaban grupos armados al interior de sus cooperativas, bajo amenazas, extorción, coacción y violaciones a los derechos de campesinas y campesinos, sembraron el miedo llevando a este sector al lúgubre silencio denunciando solo a los represores uniformados.

Otra técnica es que los reservistas bien parecidos físicamente se acercaban a las mujeres con cierta influencia o imagen, para explotar sus emociones o sentimientos y así obtener más autoridad sobre los campesinos que se dedicaban a tratar que los sectores agrarios obtuvieran un mejor índice de desarrollo humano.

Estos grupos se han dedicado a “reclutar jóvenes, algunos hijos de socios o socios directamente, a los que les dan entrenamiento militar, utilización de armas, torturas, etc., métodos para ser practicados a los mismos campesinos y campesinas; para contaminar la lucha y que la opinión pública maneje el discurso que se matan entre ellos. Es un trabajo de inteligencia bien estructurado”.

Terror en las mujeres

Las campesinas son víctimas de violaciones simples hasta la perpetración de abusos sexuales, sin embargo, la mayoría de las agresiones no son denunciadas.

Los vejámenes, -recuerda “María” (nombre ficticio), empezaron con el nacimiento de los asentamientos, nos amenazaban a muerte. De muchas formas  nos han hecho saber a las mujeres que no tenemos valor.

“María” reconoce que son mujeres muy fuertes, pero cuando quebrantan sus voluntades no les queda más que abandonar su lugar de origen para salvaguardar sus vidas.

La manera de expresar su repudio a la situación que viven solo se puede ver reflejado en sus ojos, si nos detenemos a observar sus pupilas sin el destello natural de las mujeres, su onda tristeza se asoma a las ventanas de sus almas, mientras viven odiando su situación.

¿Denunciar? ¿Para qué? 

Nadie nos escucha, en especial cuando somos madres y nuestras hijas comienzan a crecer, pensar que las pequeñas sufrirán lo mismo a lo que somos  sometidas día a día, “A algunas no les queda más que enviarlas lejos con familiares, prefieren no volverlas a ver”, lamentó.

Lolita (14 años) y Perla (12 años) hermanitas que tuvieron que emigrar del asentamiento campesino, porque después de ser violadas reiteradamente las amenazaron con quitarles la vida.

Las intimidaciones superan además el terreno sexual, pues las campesinas se ven intimidadas a aceptar cargos en las empresas agrarias. “No nos dejan, ellas quieren participación, pero al mismo tiempo al sentir en riesgo sus vidas, simplemente no asumimos”.

Muchos campesinos también han tenido que abandonar los asentamientos por amenazas a muerte, debido al conflicto interno de bandas armadas que se encuentran en las empresas campesinas y que mantienen el control de los mismos.

El compañero de vida de “María”, también tuvo que irse lejos de su familia por miedo a que lo mataran. “María” con lágrimas en sus ojos, voz temblorosa y tenue le contó que había sido víctima de violación sexual.

“Los dirigentes campesinos saben bien lo que sucede, -indicó- pero nadie tiene idea si no los enfrentan por amenazas, miedo o simplemente por no desprestigiar la imagen de la organización”.

“El riesgo es grande, las amenazas vienen de personas que no están jugando de exmilitares que están entrenados para seguir órdenes”. Fueron los que organizaron las bandas criminales y armadas que al final consiguieron el control de una lucha que empezó por la recuperación de tierras y que ahora viven en un terror constante, finalizó.

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