martes, 8 de octubre de 2013
Francisco Morazán Vive. Honduras conmemora al Héroe forjador de la Federación Centroamericana
“¡Hombres que habéis abusado de los derechos más sagrados del pueblo por su sórdido y mezquino interés! Con vosotros hablo, enemigos de la independencia y de la libertad. Si vuestros hechos, para procuraros una patria, pueden sufrir un paralelo con los de aquellos centroamericanos que perseguís o habéis expatriado, yo a su nombre os provoco a presentarlos. Ese mismo pueblo que habéis humillado, insultado, envilecido y traicionado tantas veces, que os hace hoy los árbitros de sus destinos y nos proscribe por vuestros consejos, ese pueblo será nuestro juez”
Fragmento de un discurso de Francisco Morazán.
“Declaro: que mi amor a Centroamérica muere conmigo. Éxito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”:
Francisco Morazán nació en la ciudad de Tegucigalpa el 3 de octubre de 1792; sus padres fueron Don Eusebio Morazán oriundo del municipio de Yuscarán y doña Guadalupe Quezada; su infancia y juventud transcurrieron en un ambiente mezquino, saturado de prejuicios, característico de esa época “antes, durante y después” de la Independencia.
Como en su niñez y adolescencia aun no existían escuelas, don Eusebio pagó a un maestro para que en el hogar le enseñaran las primeras letras y algunos otros conocimientos elementales. Tal era la costumbre en ese tiempo, al menos en las poblaciones de tierra adentro.
Ya en su juventud adquirió el hábito de la lectura sobre diversos temas. Cuando fue declarada la Independencia de Centro América y luego llegaron al Estado de Honduras los pliegos conteniendo la copia del acta correspondiente, Morazán contaba 28 años de edad. Conocido el suceso ocurrido en Guatemala hubo elecciones en todos los estados centroamericanos.
En Honduras fue electo Jefe de Estado Don Dionisio de Herrera quien nombró Secretario General a Francisco Morazán.
Fue precisamente Herrera quien, al nombrar al héroe le ayudó a iniciarse en su carrera política y a adquirir una amplia preparación en el conocimiento de las leyes y del Derecho.
Tanto Herrera como él compartían las ideas liberales. Luego comenzaron los conflictos en Centro América. En México, Agustín de Iturbide se proclamó emperador y dispuso que los estados centroamericanos fueran anexados.
Las autoridades de Comayagua se manifestaron de acuerdo y acataron la disposición; las de Tegucigalpa se negaron. Surgieron entonces las desavenencias entre ambos sectores.
Es entonces cuando Morazán inicia su campaña libertaria, para el fortalecimiento y la compactación de la nacionalidad centroamericana y a través de ella procurar una vida de calidad superior a la que llevaban sus compatriotas excluidos.
Los sectores humanos que se autodenominaban nobles nos dan sobre Francisco Morazán una imagen de guerrerista y revoltoso, pero su quehacer es el de estadista, al servicio de sus compatriotas.
Asumió, sí, la lucha armada y pasó a convertirse en el soldado de la patria, como la única forma de defender los derechos de la ciudadanía, y enfrentarse a los enemigos de las libertades cívicas y crear un nuevo régimen de solidaridad con las necesidades de la población discriminada y olvidada por los mandatarios federales.
No lo concibamos como un caudillo como lo hicieron los gobernantes de su tiempo, si no como un verdadero líder que llega a formar parte de la historia para dar vida a una noble idea: “Luchar por la transformación de la sociedad”.
Su carrera política se convierte en una batalla frontal contra más de trescientos años de oscuridad y absolutismo; es por eso que desde la Presidencia Federal promueve leyes en las que apoya la libertad de prensa, de asociación, de cultos, etc.
Favorece también la educación pública pues quiere que la población sea liberada de la ignorancia y de sus consecuencias: el fanatismo religioso y político. Consideró la educación como el instrumento para lograr una vida democrática más justa.
Su campaña es, realmente, una revolución que se propone eliminar los vicios heredados del régimen colonial con sus privilegios, su corrupción estatal, su actitud prepotente de ignorar a los grupos marginados al negarle sus derechos tanto de educarse como de participar en las actividades políticas y socioeconómicas.
En nuestro tiempo la revolución morazanista nos marca el camino que nos conduce a terminar con la sujeción a potencias extranjeras, tal como él asumió el compromiso de combatir el poderío inglés.
En la época actual su revolución nos motiva a concluir con el desastre en el que el monstruoso neoliberalismo nos tiene atrapados, orillando al gobierno a destruir las instituciones sociales, a entregar los recursos de nuestros territorios: aguas, minas, montañas, costas, carreteras, bosques; a enajenar la soberanía nacional, entre otros perjuicios, promoviendo con este zarpazo la corrupción estatal como un modo de operar y destruir la nacionalidad, incrementando además la violencia.
Otra de las tareas que emprende Morazán es velar por la salud de la población: sostiene que un pueblo es capaz de producir bienes, en la medida que goce de buena salud. Produciendo pondrá contribuir al progreso de la patria.
Para alcanzar plenamente las metas propuestas: unidad, educación, salud, goce de derechos, entre otros, Morazán apunta como sus principales tareas: consolidar la unidad y mantener la integridad de la independencia de su patria centroamericana. Una lucha concreta de un líder concreto que trataba de salvar a los compatriotas del separatismo y la tiranía de los sectores del poder, así como también, establecer un nuevo régimen de liberación y progreso.
En la actualidad, la personalidad y liderazgo de Morazán, como también el mensaje de su gesta patriótica, se proyectan a nuestra sociedad cobrando vigencia. Los mismos intereses egoístas que combatió el héroe unionista son los que se dan en el presente: entre los poderosos que atentan contra la seguridad, la soberanía, y la dignidad de los humildes y los que se manifiestan en desacuerdo con las condiciones en que viven, de pobreza, por el despojo a los que los condenan al enriquecerse a costa de ellos.
Francisco Morazán no ha muerto. Su personalidad y su legado viven, superando los límites de tiempo y espacio: de Honduras a toda la América Latina, nuestra América. Recibamos y aceptemos el reto que nos deja a las actuales generaciones.
Asumamos con valentía y firmeza el compromiso de crear una nueva Honduras, uniendo esfuerzos para luchar por la reivindicación de las causas populares, por la liberación de la nación, por lograr una mejor acción de conquistar una democracia participativa y más justa, llamando a la juventud a dar vida a la nacionalidad para vivir en una patria nueva, rescatándola de la miseria, de la anarquía y para que los hondureños gocemos sin restricciones de esa tranquilidad que nos merecemos, tal como lo deseaba nuestro líder nacional: Francisco Morazán, gloria de Honduras de América Latina y de la Humanidad.
¡Morazán vive!…. Vivió ayer, vive hoy y vivirá mañana.
Para concluir, cito palabras del poeta chileno Pablo Neruda: ¿Es hoy, ayer, mañana? Tú lo sabes.
Hermanos, amanece. Y Morazán vigila.
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