jueves, 2 de mayo de 2013
La política de EE.UU. hacia Cuba: Inútil, estúpida, mezquina y cruel
Por Saul Landau y Nelson P. Valdés
En su esfuerzo de 54 años por derrocar al gobierno revolucionario de Cuba y restaurar la obediencia en nuestro vecino caribeño, funcionarios de EE.UU. han compilado un espectacular record de fracasos, solo eclipsado por la determinación de persistir en su búsqueda de políticas desatinadas, dañando así los intereses de EE.UU.
En la década de 1990, Washington comenzó a definir al terrorismo como el nuevo peligro en el horizonte de la seguridad. Al presidente Clinton le pareció razonable llegar a acuerdos informales con otros países, Cuba incluida, tratando de lograr objetivos antiterroristas.
Es más, las agencias cubanas de inteligencia suministraron datos antiterroristas al FBI, porque suponían que el Buró compartía el mismo temor que sus homólogos norteamericanos acerca de la muerte y el caos que resultaría si se les permitiera a los terroristas perseguir sus objetivos. Pero en septiembre de 1998, el jefe del Buró en Miami perpetró un acto de seguridad ilógica: ordenó a sus agentes del FBI que arrestaran a cinco agentes cubanos de inteligencia que habían suministrado al Buró importantes datos acerca de terroristas que operan en la Florida.
La Habana había enviado a esos hombres al sur de la Florida para penetrar y detener a violentos grupos cubanos del exilio cuyos miembros habían colocado bombas en hoteles turísticos de Cuba y en clubes, y matado a un turista y herido a decenas de otros. Las autoridades de EE.UU. conocían de las actividades que los agentes cubanos realizaron durante seis años y no actuaron contra ellos porque el gobierno de EE.UU. no consideraba a esos agentes como una amenaza a la seguridad de EE.UU. No buscaban documentos clasificados o estratégicos de Estados Unidos, sino que se dedicaban a espiar a terroristas derechistas cubanos en suelo norteamericano. Es más, los agentes cubanos pusieron al FBI en la pista de armas ocultas en Miami y de un barco lleno de explosivos atracado en el río Miami.
En junio de 1998, cuando las relaciones entre Cuba y Estados Unidos habían comenzado a mejorar, La Habana compartió con el Departamento de Justicia aún más información obtenida por sus agentes. Pero Clinton también se enfrentaba a investigaciones congresionales relacionadas con su comportamiento con Monica Lewinski. Esto ayudó a la confusión dentro del Departamento de Justicia. Durante julio y agosto de 1998, cubanoamericanos derechistas miembros del Congreso comenzaron a presionar a Washington para que detuviera a los conocidos agentes cubanos. Los exiliados extremistas temían que la cooperación antiterrorista entre los dos países pudiera provocar el arresto de los terroristas del exilio, también de sus amigos y colegas, e incluso contribuir a la normalización de relaciones. Pero la Fiscal General Janet Reno tenía planes de postularse para un alto cargo en la Florida, así que permitió que tuviera lugar el cambio de política.
Los exiliados derechistas ejercieron la suficiente influencia para que Héctor Pesquera fuera nombrado como el nuevo jefe del Buró en el sur de la Florida. Pesquera, un puertorriqueño de derecha con mediocre desempeño en el FBI, pero vinculado estrechamente a los exiliados cubanos violentos, destruyó el esfuerzo cooperativo entre los dos países. A la semana de ser nombrado, ordenó la detención de los informantes cubanos –cinco de los agentes cubanos se negaron a huir a Cuba o acordar un trato con la fiscalía. Así que el FBI permitió que los exiliados terroristas con sede en Miami continuaran conspirando para la violencia contra la isla. Los poderosos miembros de la colonia cubana en Miami usaron el poder de la policía federal de EE.UU. para enjuiciar a los agentes antiterroristas cubanos (perseguir a Cuba) y con ello torpedear un posible acercamiento entre los vecinos; y también destruir las operaciones antiterroristas conjuntas. Al manipular a las instituciones gubernamentales norteamericanas, la elite del enclave cubano sustituyó las necesidades mayores del pueblo norteamericano reemplazando el antiterrorismo con sus propios mezquinos intereses.
El Departamento de Justicia acusó a dos de los Cinco agentes cubanos de asesinato, o conspiración para derribar dos aviones de los exiliados cubanos (ambos pilotos y copilotos murieron) que penetraron el espacio aéreo cubano en febrero de 1996. En aquel momento, los pilotos de los tres aviones de los exiliados anunciaron públicamente su intención de penetrar el espacio aéreo cubano, dando a conocer la fecha y hora de sus vuelos.
Sin embargo, los agentes cubanos fueron acusados de conspiración para espiar, a pesar del hecho de que el gobierno de EE.UU. formalmente y por consentimiento ¡recibió los resultados de su trabajo de espionaje al terrorismo en el sur de la Florida! El general James Clapper, por entonces director de la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial, y ahora director de la Agencia de Inteligencia de Defensa, testimonió en el juicio de que no conocía ninguna evidencia para llegar a la conclusión de que los agentes cubanos buscaran documentos o planes clasificados o estratégicos de EE.UU. Ellos no conspiraron para cometer espionaje. Los medios masivos de EE.UU. continúan refiriéndose incorrectamente a ellos como “espías convictos”.
Los Cinco de Cuba (cuatro ahora, desde que René González fue liberado bajo palabra, pero debe permanecer en Estados Unidos hasta el final de su período probatorio), encarcelados en diferentes prisiones de EE.UU. durante casi 15 años, se convirtieron en víctimas de la venganza, inspirada por los exiliados cubanos de derecha con sede en Miami, combinado con un poco de mezquindad y crueldad, la cual continúa después de que los cubanos sobrevivieran a largos meses de confinamiento en solitario. El Departamento de Justicia ha negado de forma sistemática a estos hombres los privilegios básicos que disfrutan otros reclusos.
El más reciente ejemplo de crueldad ocurrió el 17 de abril, cuando el activista-actor Danny Glover viajó desde su casa en San Francisco por avión y luego alquiló un auto hasta Victorville, California, donde Gerardo Hernández sobrevive en la Prisión Federal de Máxima Seguridad. Después de haber visitado a Gerardo nueve veces, Danny supuso que pasaría por los controles acostumbrados –llenar un formulario, pasar por una máquina de rayos X, ser registrado, y luego escoltado hasta la Sala de Visita. Pero el guarda en la recepción de la prisión dijo que la visita de Danny no estaba autorizada (después de nueve visitas previas) y que no podía ver a Gerardo. Un supervisor confirmó lo dicho por el guarda. Mezquindad y malicia.
Por más de 14 años, el gobierno de EE.UU. también ha rehusado conceder una visa a la esposa de Gerardo (“una amenaza a la seguridad de EE.UU.”) Durante ese tiempo ella no ha podido visitarle, No es tan solo el cabildo anti-Castro que promueve esta mezquina y vengativa política. Obama y el Fiscal General Eric Holder dirigen las prisiones federales.
¿Qué le sucede al sentido básico de humanidad de los que toman tales decisiones? Imagínense si Cuba respondiera con igual crueldad a Alan Gross, el hombre condenado en Cuba por realizar la subversión de EE.UU. por encargo de USAID. Los funcionarios norteamericanos, así como los medios, pondrían el grito en el cielo. Pero Cuba no respondió con actos inhumanos. Gross, confinado en una celda de un hospital militar cubano, recibe adecuada atención médica y frecuentes visitas. Tiene acceso al teléfono y se comunica con su familia, que también lo visita. Gross promovió una política de “cambio de régimen” en Cuba, mientras que los descubrimientos de Gerardo promovían la seguridad de EE.UU.
Washington ha impuesto 52 años de relaciones rotas con Cuba, combinados con un duro embargo que castiga al pueblo cubano. Es más, presidentes norteamericanos han tratado de derrocar al gobierno de Cuba de todas las maneras, menos la invasión militar directa. Políticas inútiles, estúpidas, mezquinas y crueles no funcionan en nuestro interés nacional.
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