miércoles, 6 de febrero de 2013
Las dos Honduras
Por Hugo Noé Pino
Cuando el presidente de la República, Porfirio Lobo, o el presidente del Congreso Nacional, Juan Orlando Hernández, se refieren a la situación de Honduras, se tiene la sensación que no están hablando del país en que realmente vivimos y que esa lejanía entre el discurso oficial y la realidad le hace mucho daño al país.
Después de tres años de gobierno se nos sigue hablando en términos de “vamos a hacer esto” o “vamos a hacer” aquello, y la gente se pregunta pero si ellos nos gobiernan porqué no lo han hecho. Todavía siguen asignando culpas al desastre que heredaron, como si el desastre no fuera también responsabilidad de su apoyo al golpe de Estado de 2009. O es acaso que no recuerdan la forma entusiasta y activa en que apoyaron el golpe y los votos reiterativos de la bancada nacionalista en el Congreso para agudizar la crisis.
A tres años de gobierno se siguen haciendo promesas de empleos, de protección social, de crecimiento económico, de participación democrática, de seguridad ciudadana. Sin embargo, en los últimos años la pobreza ha crecido en 5% de acuerdo a cifras oficiales, el desempleo (incluyendo el sub empleo) es cercano al 50%, la inflación acumulada en los últimos tres años es de 18.5%, el déficit fiscal del año pasado alrededor del 6% del PIB, el índice de homicidios igual al 85 por cada 100,000 habitantes, el más alto del mundo.
En el ámbito institucional, elecciones internas que arrojan muchas dudas sobre la pureza del proceso electoral, destitución de magistrados usurpando funciones que la ley no le concede al Congreso, privatizaciones al margen de los intereses nacionales y aprobación de leyes para satisfacer negocios particulares y no en función del bien colectivo.
Claramente que estamos hablando de dos Honduras, la del discurso oficial en que todo está bien, o en el mejor de los casos, estará bien en el futuro, y la Honduras real, la que se desangra en la violencia, con el dolor diario de los hijos perdiendo a su madres o padres, o a la de la madre o padre perdiendo a sus hijos, hermanos, tíos, primos u otro familiar querido, sin que nadie haga nada, excepto el discurso diario que se está depurando la policía, como si esta fuera la única razón de la violencia y el crimen.
La Honduras de los viajes insustanciales al extranjero con grandes delegaciones, sin resultados concretos, y la Honduras que se debate en la miseria, la falta de medicamentos y recursos para los hospitales, la de la desnutrición infantil, la del anciano y anciana desprotegidos, la de las muerte por maternidad.
La Honduras oficial que en su desesperación producto de la falta de creatividad y visión para resolver los problemas del país, prefiere vender o regalar parte de su territorio para enclaves industriales, financieros, turísticos y de otra índole que no resolverán ningún problema. Mucho les serviría de ilustración leer estudios serios sobre las verdaderas motivaciones de la inversión extranjera en un país en donde se destaca que no son las exenciones de impuestos lo que motiva esta inversión, sino que los niveles de capacitación de la mano de obra, el respeto a las leyes, la seguridad ciudadana, aspectos con muy baja calificación en nuestro país.
En este caso la Honduras real está representada por la política confrontativa del gobierno con el sector magisterial; con soldados forzados nunca ganaremos la guerra por más y mejor educación. Las leyes solo funcionan en cuanto benefician a los intereses del gobierno o de las elites económicas aliadas, sino que lo digan los magistrados de la sala constitucional. Y la única seguridad que funciona es la que reciben los funcionarios públicos de alto rango.
No existe, por lo tanto, la reflexión y autocrítica sobre las razones y formas de solucionar los problemas nacionales, sino que únicamente el ejercicio del poder por el poder mismo. La elite política parece vivir en un mundo que no es el de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas. Pero todo esto no es exclusiva responsabilidad del partido en el gobierno; los cinco partidos políticos representados en el Congreso, con honrosas excepciones, han estado avalando por tres años las decisiones equivocadas y muchas veces anti democráticas de la junta directiva y del ejecutivo.
Tenemos que estar preparados porque con el inicio de la campaña política que finaliza en noviembre, la avalancha propagandística acerca de la Honduras imaginaria tenderá a aumentar tratando de vender la imagen que la Honduras real solamente está en la mente de los críticos. Será la capacidad de los hondureños y hondureñas de discernir entre ambas lo que decidirá si continuamos en el mismo rumbo o cambiamos de dirección.
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