Defensores en Línea
Es demasiado evidente que Honduras está en camino hacia un nuevo desgarre social y político impulsado por el crimen organizado que controla el Estado. El plan avanza de la mano con el grupo mafioso de gringos y hondureños que controlan el lobby en Washington.
El detonante será otra vez el tema electoral, ese mismo que fue elegido en 2011 para dinamitar el proceso insurreccional del pueblo hondureño que avanzaba después del golpe de Estado, y que preocupaba al imperio.
En 2021, el proceso de elecciones en medio de las pandemias de la Covid, la corrupción y la violencia que diezman la sociedad hondureña, es un atrevimiento tan peligroso como votar con un censo sin depuración, y con una ley electoral sin reformas.
El gran objetivo de esta nueva crisis en curso no es mantener dentro del Estado al clan Hernández para evitar su extradición total a las cortes de Nueva York, el objetivo es asegurar el modelo de exportación de drogas y blanqueo de dinero que promueven el Comando Sur, la DEA y el Pentágono.
En algo hemos quedado claros en Honduras en los últimos 20 años: el objetivo del tesoro estadounidense y de las bolsas de valores norteamericanas es asegurar el comercio de de drogas, armas, farmacéuticos y personas, los negocios más rentables de la mafia imperial en el mundo.
Para asegurar la infraestructura local que ejecute esos negocios, los grupos de lobistas pagados por el crimen organizado trabajan a dobles turnos promoviendo a los más cristianos, a los más mentirosos y a los más audaces políticos, pastores, periodistas y chafas al servicio de la muerte. Toda una generación de lacras envenenadas por la ambición al dinero.
Frente a esta realidad brutal, el pueblo hondureño sufre las consecuencias por varios frentes. Por un lado, el modelo narco representa la destrucción del medio ambiente aguas arriba, con proyectos mineros a cielo abierto, ganadería extensiva, monocultivos de caña y palma, industria inmobiliaria a gran escala, y tala.
Por otro lado, el modelo narco representa un lastre moral para el gentilicio de ser hondureños. Actualmente, el país es sinónimo de corrupción, de crimen organizado y cocaína, somos una lavandería de dinero sucio y de violencia armada desde la policía y el ejército. Atravesar una frontera es un acto de vergüenza y de humillación. Ser hondureño es una mala marca, una mancha por culpa de estos miserables. Hondureños cobardes, nos dicen. Traficantes, apátridas de republiquetas alquiladas.
También el modelo narco hondureño representa una catástrofe económica para la absoluta mayoría de la población, excepto para unas pocas familias que se benefician de la conversión de dólares ensangrentados en negocios legalizados.
El modelo narco, sin embargo, está bendecido por las iglesias, extendido por la prensa y defendido por las fuerzas armadas al servicio de la dictadura y de la escuela de las américas.
Si contamos a partir de 2009, han pasado casi 12 años de esos sacrificios para la gente. La juventud sin fuentes dignas de trabajo, más de un millón de niños y niñas sin clases y más de 10 mil víctimas de la pandemia, por carecer de hospitales y vacunas.
En las últimas horas Guatemala reporta que unas 6,000 personas procedentes de Honduras han ingresado a su territorio y 3000 más aguardan en El Florido, Copán, por su permiso de entrada. Este es el exilio masivo más desafiante después de la crisis migratoria de 2018 tras el fraude electoral.
Y esta imagen es en realidad la más potente del inicio de 2021. La multitud perdió la fé, el miedo y la esperanza, y se lanzó hacia el horizonte con ganas de comerse el sol por su propia cuenta y en racimo. De nada han valido las súplicas de la congresista Norma Torres, de aguantar un poco más. ¿Aguantar un poco más? No, me pela un eje votar por las mismas basuras o esperar que los gringos se mamen al dictador. Eso se escucha en la caravana.
El destino no es el sur de México como quisieran los supremacistas blancos derrotados al otro lado del muro, el destino es Estados Unidos y Canadá, dos de los países responsables del modelo narco en Honduras junto a la Unión Europea. Son ellos los culpables de este exilio masivo que arranca después de la destrucción de los ríos y de los valles. Y serán las elecciones violentas de 2021 las nuevas causantes del nuevo éxodo masivo desde los bordos, desde los albergues, desde los barrios de lodo hediondo y desde los campos inhóspitos.
Esta no es una romería hacia ningún sueño americano como le gusta titular a los medios de joh. Es el mero desbarajuste de la población que decidió votar con los pies. Que decidió ir a visitar la casa del causante de esta tragedia. Y no es una caravana de la victoria. Esta es Honduras huyendo hacia adelante.
“No nos vamos de aquí hasta que nos dejen pasar” es la consigna de la gente que, irónicamente, produce más de 6 mil millones de dólares en remesas anuales para mantener un sistema parásito, consumista y agiotista. Las remesas que deberían servir al desarrollo local terminan en los bancos lagartos que forman parte de la mafia.
La crisis actual, y la que está configurándose con enorme fuerza, sirve a los violentos armados para justificar su omnipresencia, hace ganar tiempo a la dictadura que se ahoga en su propia miseria, provoca la pérdida de confianza ciudadana que socava el concepto de Nación, y produce dinero lastimosamente a los canallas.
Desde la perspectiva de los derechos humanos, el tiempo que está llegando representa un alto riesgo frente al cual debemos actuar preventivamente. No queremos estar para contar las víctimas, sino para salvarlas.
Por eso, esta noche hacemos un llamado enérgico a las Naciones Unidas a salvaguardar los liderazgos sociales que aún persisten en la defensa de este país convulso. Proteger a lo largo de su recorrido a estos millares de mujeres, niños y hombres que se desplazan a través de Honduras, Guatemala y México. Intervenir el proceso electoral para evitar un baño de sangre y expulsar a los criminales del poder. Y dejar a la gente que ama a Honduras hacerse cargo de este desastre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario