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Lina Attalah, cofundadora del periódico egipcio Mada Masar, el único medio de información independiente que queda en Egipto ha sido recientemente nombrada como una de las 100 personas más influentes de 2020 por la revista TIME. Un tributo que no llega de la nada: este mismo año ha sido galardonada con el premio Knight International Journalism Award del Centro Internacional de Periodistas (Internacional Center for Journalist) y fue reconocida como “Líder de una nueva generación” también por la revista TIME en 2017. En su lucha por garantizar un periodismo honesto y de calidad junto al equipo de Mada Masr, Lina Attalah fue detenida en 2019 junto a otrxs compañerxs cuando su oficina fue asaltada por las fuerzas de seguridad del Estado. También han tenido que enfrentarse al bloqueo de su página durante varios años en Egipto. Aun así, siguen encontrado la manera de publicar sus artículos y trabajos de investigación. En esta entrevista, publicada por el periódico al-Yumhiriyya, Lina reflexiona sobre la responsabilidad del periodismo en los casos de acoso y violencia sexual que han asolado el país en las últimas semanas; así como la necesidad de una perspectiva feminista y de género a la hora de abordar estos temas.
Desde hace meses, la escena pública egipcia publica dos titulares sobre delitos de violencia sexual: a la cabeza, el conocido como el “caso Vermont” por un lado, y por otro, el discurso que sembró el pánico moral que surgió a raíz del caso de las “Chicas de Tik tok”. La relación directa entre ambos casos se hace evidente desde hace unos días cuando las autoridades egipcias detuvieron a la testigo del caso Vermont y su amigo presentando cargos relacionados con la depravación y la inmoralidad en lo que parece ser un intento consciente de eludir el incidente de violencia sexual con un segundo caso. Retando la ‘moral’ de los testigos y alegando que las supervivientes de violencia sexual son implícitamente responsables de lo que les sucede. Al-Yumhuriyya se ha reunido con la editora de la página web Mada Masr, la compañera Lina Attallah, al margen de estos últimos acontecimientos. Le preguntamos sobre el contexto políticos y social donde han ocurrido, los blogs feministas preocupados por publicar testimonios de supervivientes y sobre cómo entiende el concepto de justicia feminista: su significado político, cómo se practica en la prensa y dentro de las instituciones empresariales y sus manifestaciones actuales en el espacio árabe.
Comenzamos con las últimas noticias sobre la detención de la testigo del ‘caso Vermont’ y su amigo, a quienes han sometido a controles degradantes y filtración de fotos personales a través de cuentas de twitter. Además, han aparecido expedientes de investigación que indican que existe otro caso completamente diferente al caso de violación en el que se ataca a los propios testigos. ¿Cómo entiendes el desarrollo de estos casos? ¿Existe un contexto político y social más amplio al que deban prestar atención aquellos quienes, desde fuera de Egipto, ven un problema en el caso Vermont?
Para empezar, la difusión del caso de violación ocurrido en un hotel [Vermont] de El Cairo en 2014, conocido como el caso Vermont, llegó a convertirse en un tema de opinión pública en Egipto, no a través de plataformas mediáticas en su forma tradicional, sino a través de plataformas independientes específicamente creadas para explotar los casos de violencia sexual.
La intersección con el tema central del caso Vermont estaba clara desde el principio. En este caso particular, hablamos del poder del capital ya que se trata de un delito de violación cometido por un grupo de jóvenes de familias pudientes que tienen distintas relaciones con el poder político. El común denominador entre los violadores es su influencia y la de sus familias. El caso logró generar un gran impulso, principalmente online lanzando campañas de solidaridad y apoyo pidiendo localizar a los violadores.
En un momento determinado, el caso pasó a la justicia procesal formal, la justicia del Estado. Esto sucedió en cuánto llegó a la fiscalía general y por lo tanto no se puede separar de otros casos. Cualquier caso de violencia sexual que se haya desencadenado en el último periodo, entró en el proceso judicial a través de la mediación del feminismo de Estado (Consejo Nacional de la Mujer). En ese momento todos nos preguntábamos lo mismo: ¿Cómo se entrelazarán la riqueza y poder de los violadores y sus familias con la justicia?
La mayoría de los violadores ya había huido de Egipto. Se esperaba que nadie pudiera arrestarlos y llevarlos a juicio. Esperábamos que los más débiles y menos poderosos entre ellos fueran arrestados, por ejemplo, y que tuvieran sentencias más leves. Pero nunca se nos hubiera ocurrido que se fuera a producir un cambio de guión tan brutal en este caso, en la medida en que finalmente los testigos serían condenados y perseguidos. Al menos cuatro testigos, y dos de los amigos que estaban con ellos, fueron arrestados y el caso se transformó en un caso de incitación a la inmoralidad, abuso de estupefacientes y difamación de Egipto, en lugar de un caso de violación.
De hecho, no esperábamos gran cosa del proceso judicial oficial, pero lo ocurrido en los últimos días nos ha asustado a todos.
Detengámonos un momento en el Estado egipcio. Parece que la política de sembrar el pánico moral ha estado arraigada en el discurso oficial egipcio desde antes de la revolución del 25 de enero pero recientemente ha vuelto a cobrar protagonismo con el tema de las chicas del Tik Tok. Ahora, con lo que parece ser un intento sistemático de eludir el tema de la violencia sexual hablando de la moral pública, ¿lees lo que ha ocurrido este verano como parte de un plan deliberado? ¿La política va a ganarse a la sociedad conservadora en un momento en que la popularidad del orden establecido está disminuyendo? ¿O es el Estado en este caso parte de una sociedad conservadora que no sabe cómo lidiar con nuevas herramientas, como los blogs de detección de acoso sexual o las plataformas como Tik Tok sino es a través del control, la violencia y la propagación del pánico?
No estoy muy de acuerdo con el argumento de que el Estado persigue estos temas bajo la bandera de proteger los valores y generar pánico para atraer una audiencia de naturaleza conservadora a este régimen. En otras palabras, no creo que este régimen esté interesado en atraer a nadie para que lo apoye de forma voluntaria y con todas sus fuerzas. Esta no es una prioridad política en un régimen que no tiene ningún tipo de afinidad política con la sociedad. Sinceramente, creo que este régimen, y su extensión histórica más allá del actual y sus tentáculos: ya sea en el aparato político, en la fiscalía o en todo el sistema judicial, es muy conservador en esencia y la idea de controlar nuestros cuerpos y almas tiene su origen en él. A la luz de la extra-seguridad en la que vivimos ahora, existe aún un fuerte estado de confusión sobre el espacio que sigue brindando internet a pesar de que queden espacios vacíos de significado y los efectos quizás sean más peligrosos que los que estuvieron representados en las revoluciones de 2011 y los intentos previos de organización.
Sin embargo, estos espacios que aún brinda internet confunden a las autoridades como una periferia fuera de la plena autoridad del régimen. Esto ilustra el papel que está jugando la fiscalía en los últimos meses, al trasladar los casos del tipo Tik Tok donde las mujeres que aparecieron en la aplicación son condenadas por “publicar imágenes y videoclips ofensivos para la vida pública y que atentan contra los principios y valores de la familia”. La fiscalía de Egipto ha creado una unidad para supervisar las actividades en internet y, en este proceso de supervisión, se ha centrado en la vigilancia de aquellas actividades que la fiscalía considera perjudiciales para los “valores de las familias egipcias”. La fiscalía describe, en su discurso sobre la vigilancia a las redes sociales y a internet, como la cuarta frontera del Estado, como las fronteras terrestres, marítimas y aéreas.
Hay una sospecha clara de que algo está sucediendo en este mundo. Para mí, esto es evidente en el caso Tik Tok porque muestra un grupo de mujeres jóvenes que encontraron un espacio de libertad dónde expresarse a su manera sobre su vida y sus ideas. Y a eso le sumamos que algunas de estas plataformas, no en este el caso Tik Tok, se han convertido en fuente de ingresos para ellas y sus usuarios sin control estatal, especialmente cuándo se utilizan estas plataformas para expresarse y si los usuarios son mujeres, sobre todo para en situaciones de marginación económica.
Los casos de acoso y violencia sexual están a la vanguardia de la escena pública egipcia en este momento. ¿Crees que este papel principal se debe a la presencia y actividades de blogs como “El cuaderno de las historias”, “Violadores” o “Cat Calls of Cairo”? ¿Puedes darnos una idea de las circunstancias de la aparición de estos blogs y su modus operandi? ¿Cómo te relacionas con ellos como periodista? ¿Encuentras que está cambiando la naturaleza de la cobertura periodística sobre los temas de acoso y violencia sexual?
Creo que el surgimiento de estas plataformas durante el último periodo se debe a su objetivo principal centrado en la recopilación de testimonios de víctimas de violación y otras formas de violencia sexual. Son una extensión de un intento de utilizar el espacio creado por internet en diversos tipos de lucha. Es cierto que estas plataformas se han inspirado en la tendencia de narrar las historias personales. Principalmente la narración de las experiencias de las mujeres con la violencia sexual.
Por su naturaleza, existen profundas diferencias en los responsables de estas plataformas, que se refleja en la manera en que trata a los testimonios, la forma en que se relacionan con los medios y también la forma en que se expresan. A pesar del anonimato de los propietarios de estas plataformas, se encuentran numerosas diferencias entre ellas. Por ejemplo, la forma en que abordan la emoción que se deriva de los casos y testimonios que publican, es decir, ¿cuáles son las diferentes responsabilidades que recaen sobre estos blogs y plataformas en un momento en que los temas y testimonios que publican se convierten en temas de opinión pública? En algunos casos, por ejemplo, no existen políticas claras para tratar con los medios y convertir a las grandes plataformas nacionales progresista en aliadas de la causa. Existe la creencia de que lo más importante es el acceso a los medios internacionales sin tener en cuenta los problemas asociados con la cobertura de los medios internacionales sobre el tema de las mujeres y la violencia sexual en nuestro país. Además de los medios ¿quiénes son los aliados que podrían necesitar estas plataformas cuando sus testimonios y casos se conviertan en temas de opinión pública? ¿Cuáles son las posibles intersecciones con otras luchas, ya sea a nivel del movimiento feminista, el movimiento por los derechos humanos u otras formas de acción pública? ¿Cómo nos relacionamos, en general, con la situación política actual y el patriarcado estatal que aplica la ley que quizás podemos recurrir?
Después de que estos casos y los testimonios que se publican se conviertan en temas de opinión pública, creo que hay una responsabilidad política en estas plataformas, además de la responsabilidad de apoyar y proteger a las víctimas y supervivientes. Digo esto siendo plenamente consciente de que muchos de los que iniciaron la publicación de testimonios en este periodo han sido sometidos a represión directa e indirecta por los servicios de seguridad haciendo que el trabajo de estas plataformas, que abogan por la lucha contra la violencia sexual, se haya vuelto sumamente difícil y lleno de peligros, como cualquier otro tipo de trabajo público en nuestro país a día de hoy. Lo que he cuestionado es la conciencia de la profundidad y complejidad política de este trabajo organizativo de publicar testimonios de violencia sexual en internet.
Me hago esta pregunta porque nos afecta a nosotros y a nuestra sociedad, y creo que, de la misma manera que publicamos y exponemos, nos corresponde a todos, como periodistas, feministas y responsables de estos blogs, la responsabilidad de tener un diálogo en paralelo sobre las cuestiones relativas a las alianzas, la organización y la publicación, cuestiones de justicia y castigo, así como el manejo estatal de estos temas frente a nuestro proprio manejo.
Hay muchas instituciones y grupos, por ejemplo, que se enfrentan a estas cuestiones actuando a través de la justicia, pero en esencia no se trata de un caso que exprese nuestra crítica que se supone progresista en términos de justicia del Estado por una parte, y nuestra aspiración a otros tipos de justicia que puedan expresar mejor nuestros valores, los valores feministas o progresistas relacionados con nuestra visión de la justicia.
¿Cómo entiende Lina Attallah como periodista el concepto de justicia feminista? ¿Cómo define la naturaleza de su relación con los conceptos epistemológicos clásicos arraigados en la ciencia y el derecho modernos, como evidencia, precisión y grado, cuándo estos conceptos parecen imposibles de realizarse en contextos específicos? ¿Puedes compartir con nosotros ejemplos de tu trabajo diario sobre violencia sexual que te hayan ayudado a cristalizar la formulación de este concepto y lo que significa para Mada Masr?
Nuestro papel principal como periodistas, dentro del modelo del establishment periodístico moderno, es investigar, buscar información, construir y analizar en este sentido. Desde que añadimos la idea de progreso a nuestras prácticas tenemos una responsabilidad que recae sobre nosotros en el desarrollo de protocolos de investigación de acuerdo con lo que aprendemos y adquirimos de las experiencias y valores, concretamente los valores feministas y la perspectiva de género, que nos inspira a tratar más conscientemente las relaciones de poder y su impacto en la idea de información.
Cuando comenzaron a publicarse los testimonios de víctimas de violencia sexual, tuvimos una discusión interna sobre la importancia de publicar estos testimonios en nuestra plataforma. Como periodistas, tenemos la responsabilidad de verificar la veracidad de estos testimonios. Sin embargo ¿cómo hacemos esto a pesar de las relaciones de poder inherentes que dominan los casos de agresión sexual? Aquí surge la idea de que la historia del superviviente es fundamental para el proceso de investigación.
Las experiencias de trabajo con las historias de las víctimas nos han dado una educación básica sobre cómo dudar menos de las historias del superviviente en lugar de investigar más sobre el otro lado: el comportamiento del agresor, su historia y la posibilidad de repetir agresiones a otros. No creo que haya una imposibilidad de tener una lógica progresista y feminista en el proceso de investigación que nos permita llegar a los hechos. No creo que sea imposible para nosotros ser activos con nuestra perspectiva crítica en la investigación de casos de violencia sexual si esta perspectiva se cruza con dos cuestiones: la conciencia de la idea fuerza del modelo establecido, la conciencia de la fluidez de las relaciones entre diferentes sexos de una manera que excede la superficialidad y las limitaciones de las definiciones. Desde aquí, considero que nuestro papel representa no sólo la verificación, publicación y exposición, sino también la contribución a la rendición de cuentas y al desarrollo de nuestros conceptos y posiciones sobre un tema de este nivel de dinamismo.
Nos imaginamos que se rumorea que alguno de tus amigos más cercanos o compañeros del trabajo mediático es un acosador ¿cómo te comportarías?
Adoptamos una política contra la violencia sexual en nuestra organización (Mada Masr) hace más de dos años. La adopción de esta política se produjo tras un proceso de discusión abierto entre los miembros de nuestro equipo que nos hizo abordar la política como un proceso educativo y transformador, no sólo como una forma de acción. Consultamos personas diferentes, concretamente feministas que trabajan sobre las políticas contra el acoso y la violencia sexual y utilizan la idea de ‘justicia transformadora’ como principio.
La justicia transformadora pone la idea fuerza en su centro y nos recuerda que todos tenemos relaciones diferentes con el poder y por lo tanto todos somos propensos a ser agresores. En lugar de dividir al mundo en agresores categóricamente y hablar de exclusión, también, de manera categórica, la justicia transformadora intenta alcanzar con el agresor un reconocimiento y la conciencia de su acción, y quizás incluso su rehabilitación. De modo que la exclusión no es la única solución, ni tampoco tenemos que hacernos la ilusión de que a través de la exclusión llegaremos a una sociedad pura completamente desprovista de posibilidad de agresión.
La adopción de estas políticas formaba parte de un intento de aprendizaje y desarrollo colectivo para poder aplicarlas en nuestra vida diaria como equipo de trabajo y que fueran un espacio compartido y no sólo una política punitivita que ponemos en un cajón o publicamos en un acto al que intentamos sacarle partido diciendo que somos una organización progresista que ha adoptado una política contra la violencia sexual.
El proceso de elaboración de esta política expresó el interés por aprender y hacernos responsables de cómo crear un entorno seguro. Teníamos, por ejemplo, muchas preguntas del tipo: ¿cuál son los límites de nuestra responsabilidad en investigar los sucesos de violencia sexual? ¿Nuestra responsabilidad depende del espacio de trabajo oficial en la oficina o se amplía a otros espacios? ¿qué pasa con los espacios privados si los casos se reportan allí? ¿Cuáles son los límites de nuestra responsabilidad, especialmente con respecto a dos personas con distintos niveles administrativos, por ejemplo?
Son muchas preguntas las que construyeron nuestra conciencia sobre la manera de tratar los casos de violencia sexual con el objetivo en mente de la justicia transformadora que se centra, por un lado, en la centralidad y protección de la víctima-superviviente, y por otro, en el trabajo con el agresor, en paralelo, para llegar a la verdad, y quizás intentar provocar un intento de auto-reflexión. Sin embargo, el tema no es fácil, y los sucesos que nos han llegado y tuvimos que investigar, no fueron fáciles y tuvimos que usar métodos más tradicionales de castigo como la exclusión y la expulsión. Fue un tema difícil y complejo.
Recientemente hemos comenzado a observar un aumento en la conciencia hacia los comportamientos patriarcales en el espacio laboral, doméstico o por la calle. Sin embargo, estos comportamientos no están siempre necesariamente claros (como el acoso verbal o físico) sin embargo pueden limitarse a una forma de hablar o un movimiento específico que emana de la otra persona (que no es necesariamente un hombre). ¿Podemos preguntarnos sobre el criterio que nos permite etiquetar un determinado comportamiento como patriarcal?
El criterio principal, en mi opinión, es el sentido de la persona que recibe un determinado comportamiento o actuación de otra persona, ya sea un hombre, como sucede en la mayoría de los casos, u otros. Quiero decir ¿cómo te sientes con ese comportamiento? El problema de la justicia penal es que trata el tema del consentimiento con la lógica del dualismo, ya sea por la aceptación o la coerción. Nosotros sabemos que la mayoría de los casos de violación ocurren, en algún lugar de esta zona gris. El ejemplo más común y sencillo es la violación en el contexto de una relación matrimonial, por ejemplo, que es algo que no está reconocido por las leyes de nuestro país, aunque es muy común.
Lo que tratamos de decir es que es importante creer en lo que se siente y tener la capacidad de decir que hay cosas que son inaceptables o incómodas sobre el comportamiento de otra persona. Creo que tenemos que volver de nuevo a la idea de ‘agencia’ en la capacidad de una persona de expresar la experiencia del abuso y el maltrato y creer en lo que ha sentido esa persona en ese momento.
Por eso es algo bueno los testimonios del ‘Me too’, y por eso es bueno los testimonios en diferentes aspectos, porque en muchos casos las mujeres no se sienten cómodas de expresar su malestar debido al dominio del patriarcado. Esto puede ser así en muchas ocasiones. Nos encontramos en un contexto en el que vemos con normalidad la incomodidad en las relaciones con el sexo opuesto, por ejemplo, y se cristaliza la sensación de que la incomodidad no es algo fácil. Por eso es importante que prefiramos hablar y compartir las experiencias de incomodidad. Esto es para mi el inicio del discurso, del habla. Por supuesto, el problema de confiar en los testimonios o la revelación es que ponemos toda la responsabilidad a la víctima. La víctima tiene que hablar, tiene que trabajarse, y liderar la revolución de la conciencia. En un mundo ideal, espero que este estado de revelación vaya en paralelo a pensar en voz alta y en lugares seguros sobre nuestro comportamiento y la intersección de diferentes grados de violencia, el alcance de nuestra sensibilidad y conciencia sobre la violencia y su fuente.
Digamos que el estado de ira, que a veces se denomina ‘política de suma-cero’, puede ser un estado inevitable y puede ser un camino que nos lleve a otro lugar por completo.
¿Qué opinas de la ‘muerte cultural’, por ejemplo, el caso del pintor Gauguin quien según los documentos históricos fue un violador de mujeres menores de edad en un contexto colonial? Hay peticiones para que lo saquen de los museos o lo ‘maten culturalmente’ como pintor. Hay también peticiones para boicotear las películas de Polanski en todos los festivales de cine: ¿qué opinas de eso como periodista? Especialmente ¿por qué el acoso es un tema más tabú en el espacio cultural que en otros?
Mi sensación, que no mi opinión, es que la idea de la muerte del autor de Roland Barthes y la pertenencia de la obra de arte a las multitudes en el momento de su publicación puede ayudar a resolver esta crisis.
La obra literaria o artística será nuestra en ese momento y quizás le damos parte de los significados a la luz de nuestros descubrimientos sobre el autor y parte de eso es releer estas obras con una perspectiva de género. La pregunta para mi es: ¿esto nos permite ver la obra de arte de manera diferente? ¿Nos da una comprensión más profunda de la obra?
Para mí, la idea de la ausencia de las obras de arte que estaba presente en nuestra realidad en el momento en que se descubren los hechos ético-morales del inventor o creador no es fácil de digerir. Por supuesto que no tengo un sentimiento positivo sobre la idea de la ‘ausencia’. Siento que es un estado antinatural lidiar con una realidad ya existente. Quizás también me estoy liberando de mi indiferencia en muchas ocasiones de la idea de la moral dentro de la obra de arte que estoy consumiendo, en un nivel más complejo incluido el contexto, la estética etc.
Traducido del árabe por Laura Galián, investigadora Universidad de Granada.
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