Jornada
Por John Saxe-Fernández
Lloyd Austin, secretario de Defensa del gobierno de Biden, cuando era comandante de las fuerzas de ocupación de EE.UU. en Irak, nov. de 2010.
Sarah Lazare indicó: “Un tercio del personal reclutado por Biden para la transición gubernamental en el Departamento de Defensa o Pentágono, proviene de organizaciones-institutos, think-tanks, financiados por la industria armamentista”.
A pocos días de iniciado el gobierno de Biden, el panorama internacional permanece complejo y repleto de contrastes, con elementos positivos en materia de vacunas anti-Covid-19, el acuerdo para renovar el tratado para la reducción de armamento nuclear entre EE.UU. y Rusia, así como la expresión de satisfacción de la presidencia de la Unión Europea (UE) al canciller ruso Lavrov por la luz verde de Lancet a la vacuna Sputnik V. Esas luces pronto se opacan ante el justificado regaño de Lavrov de que la UE no es socio fiable casi en simultáneo con la agresividad de Biden con Putin, en una conversación de tenebrosa reminiscencia de la guerra fría que no acaba de terminar. Hay mucho contrato jugoso para la alta tecnología bélico-industrial alentada vía creación de enemigos y por el flujo de riqueza de contratos cost-plus como del B-21 de Northrop Grumman (CRS-R 4446).
Biden dice que “le dejó en claro –a Putin– que, de una manera muy diferente a mi antecesor, la época en que EE.UU. se sometió a las agresiones rusas (…) se acabó” y reiteró sus quejas sobre el presunto hackeo ruso al Comité Nacional Demócrata. Agregué que no dudaremos a la hora de elevar los costes para Rusia y defender nuestros intereses vitales y a nuestro pueblo. Seremos más efectivos a la hora de hacer frente a Rusia cuando trabajemos en coalición y coordinación con otros socios que piensan igual. En respuesta y después de calificar la actuación de Biden de agresiva y poco constructiva, Dimitri Peskov vocero del Kremlin, advirtió que “los ultimátums, aunque sólo sea un matiz … son inaceptables para nosotros. Ya hemos dicho que no toleraremos tales declaraciones ni sermoneos”.
En torno a la conflictividad de Biden, recuérdese que la economía de EE.UU. se presenta al mundo como de libre mercado, pero contiene un poderoso complejo militar industrial (CMI) señalado por Eisenhower en su discurso de despedida como presidente de EE.UU. el 20 de enero de 1961. Esa fusión de inmensas fuerzas armadas con la vasta industria armamentista de EE.UU. “ejerce una influencia total, económica, política y aún espiritual que se siente en toda ciudad, legislatura estatal y oficina del gobierno federal. Reconocemos la necesidad imperativa de este proceso. Sin embargo, no dejemos de entender sus graves implicaciones. Nuestro suelo, recursos y nuestra vida misma están en juego… como la estructura misma de nuestra sociedad”.
También advirtió que en los concejos gubernamentales debemos estar alerta contra la adquisición por el complejo militar industrial de influencia no merecida, sea que la busque o no. El desastroso potencial de un ejercicio inadecuado del poder existe y persistirá. ( Ibid)
Para la vigencia de estas advertencias de Eisenhower nada mejor que los olvidadizos planteos de Biden. Conoce a fondo el enorme y muy riesgoso despliegue de tropas y equipo balístico y antibalístico de EE.UU.-OTAN a lo largo de la frontera occidental de Rusia desde inicios del siglo XXI bajo la unilateralidad bélica de la estrategia nazi de la autodefensa anticipatoria. Algo semejante se detecta en el despliegue marítimo de la flota de EE.UU. en las cercanías de China. En ambos casos es una provocación mayor. Hasta ahora sólo la sangre fría y hábil visión estratégica de Putin y Xi Jinping han evitado una intensificación catastrófica, advertida por George Kennan en relación con Rusia, nación que, junto a EE.UU., maneja 92 por ciento del arsenal nuclear del mundo. La inexistente agresión rusa que clama Biden sería como si Rusia y China hubieran desplegado fuerzas terrestres, aéreas y navales en Chihuahua, Alberta, Baja y las costas de EE.UU.
Algunos datos de las fuerzas detrás de la rusofobia y chinofobia del demócrata los ofrecen articulistas del NYT, del Washington Post y la analista Sarah Lazare de In These Times, quien desde el 11 de noviembre 2020 evidenció que “un tercio del personal reclutado por Biden para la transición gubernamental en el Departamento de Defensa o Pentágono, proviene de organizaciones-institutos, think-tanks, financiados por la industria armamentista”. Entre esas corporaciones están General Dynamics Corporation, Raytheon, Northrop Grumman Corporation, Lockheed Martin Corporation y otras manufactureras de armas y contratistas militares, incluyendo a compañías petroleras ( Ibid). Recuérdese que el Pentágono es el mayor consumidor mundial de combustibles fósiles de fuentes públicas o privadas.
Biden nominó secretario de Defensa al general (retirado) Lloyd Austin: 41 años de servicio, excomandante general de las fuerzas de ocupación en Irak. Entre 2013 y 2016 fue jefe del Comando Central de EE.UU. En abril, 2016 se incorporó al consejo de la Corporación Reytheon Technologies, gran contratista militar, entre los mayores fabricantes de naves aerospaciales y otros productos. Se coloca entre las firmas de mayor ingreso y capitalización bursátil del mundo.
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