Gaceta UNAM
Por Laura Romero
Estados Unidos no tiene aliados, sólo intereses.
Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca no se esperan muchos cambios en cuanto al supremacismo. Al interior de los Estados Unidos podría tratarse sólo del intento de “lavar la cara rijosa que dejó Trump”, sin alcanzar la profundización de los derechos de todos los ciudadanos. En tanto que al exterior hay pocas esperanzas de que con el actual gobierno demócrata cambien las políticas imperialistas, las cuales no sólo no van a amainar, sino que podrían reforzarse, señalaron académicos de la Universidad Nacional.
En la conferencia de prensa virtual Supremacismo y Discursos de Odio, Haydée García Bravo, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), refirió que ese es un fenómeno sociohistórico ligado a posiciones conservadoras, que no sólo ocurre en la Unión Americana sino también en otros países, como Alemania o Francia.
Esa corriente, ligada a las extremas derechas, trata de minimizar o contener los logros, que pueden ser pequeños pero sustantivos, de las luchas que intentan democratizar racialmente a la sociedad. “El supremacismo blanco tiene que ver con pensar que la raza, que no existe biológicamente, sino que es un constructo social, está relacionada con la jerarquía social”.
En lo que vimos a inicios de año, en el Capitolio de Estados Unidos, hubo una representación, sobre todo de hombres, antiinmigrantes, antifeministas, homófobos y, ahora en el contexto de la pandemia, antivacunas, que creen que son superiores a los demás.
La distinción de trato a la población que hacen las instituciones, desde la policía, la administración y la gestión política, atraviesa también la cuestión económica, comentó la experta. “El supremacismo se basa en pensar que ellos tienen una posición por nacimiento, por el color de su piel y los valores que supuestamente abanderan”.
Por ello, consideró, se requiere desactivar las ideas de supremacismo que se basan sobre todo en el miedo y desconocimiento del otro, en la incomprensión que producen discursos de odio que pretenden exterminar al que es diferente.
El racismo que hay en el caso de México, así como el supremacismo blanco y los discursos de odio, se combaten con conocimiento de los otros, con apertura y educación, así como manteniendo un diálogo que nos ponga en igualdad de condiciones para establecer acuerdos mínimos para la convivencia social.
José Gandarilla Salgado, también del CEIICH, apuntó que EU se reclama como la nación que juzga y reparte la democracia en el mundo.
Los sucesos vistos recientemente se relacionan con una articulación identitaria: la de ser blanco, anglosajón y protestante, autoidentificación de gente que se considera superior a los demás. Así, la noción de jerarquía e inferiorización ya no es sólo sobre los territorios y pueblos que destruyeron, sino que también está presente entre su población.
Al exterior, ahondó el investigador, Estados Unidos no tiene aliados, sólo intereses. En ese sentido, sin importar cuál partido gobierne, puede tolerar situaciones al interior de otras naciones mientras no se ataquen los intereses de sus compañías multinacionales o de ese Estado global que las impulsa. A América Latina, por ejemplo, “le ha ido mal con demócratas y con republicanos”.
En cuanto a la situación de nuestro país, Gandarilla Salgado expuso que hay racismo y expresiones altamente discriminatorias, elementos sintomáticos de una nación que se niega a reconocer una estructura social altamente polarizada y con una desigualdad económica muy fuerte. Aquí, el proceso de discriminación atraviesa el orden institucional.
Tenemos que atender esa situación no sólo en la palabra, sino en los hechos y en el cambio de la estructura de la dotación material para la mayoría de las familias, con buenos salarios y derechos plenos, que sirvan de base para la eliminación de la discriminación histórica, el racismo persistente y el colonialismo interno, concluyó.
Quienes lo solapan
Marcos Agustín Cueva Perus, del Instituto de Investigaciones Sociales, recordó que el supremacismo no es exclusivo de Estados Unidos; se presenta en otros países. Lo solapan quienes dicen que la Unión Americana es la nación indispensable o una nación excepcional. “Detrás de ello está la idea de que nuestro vecino del norte está colocado por encima de los demás y está llamado a liderar”.
La política estadunidense demócrata, más allá de las políticas de apariencia inclusiva, al mismo tiempo ha solapado, por ejemplo, el supremacismo de ciertos sectores ucranianos antisemitas, anticomunistas y antirrusos. El gobierno de Barack Obama, además, tiene el récord de deportación de inmigrantes, por encima de Trump. Y ahora, parece que con Biden, la política imperial y en ese sentido supremacista, se reforzará, y en el plano interno podría haber una peligrosa tentativa de acallar la disidencia.
En México, en tanto, se necesita dar el lugar que le corresponde a los pueblos originarios y lograr que veamos al otro como semejante. Aquí la xenofobia y el malinchismo también se alternan y así lo vemos, por ejemplo, con el rechazo a los migrantes centroamericanos, mientras hay sectores que se sienten parte de Estados Unidos, finalizó.
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