sábado, 8 de octubre de 2016
Una semilla de Berta
EnREDando
Por Fabián Chiaramello
La rueda de saqueo extractivista no cierra sin el avasallamiento de los derechos de las comunidades. A seis meses del asesinato de la líder indígena hondureña Berta Cáceres se realizó en Rosario una actividad en homenaje de la que participó Laura Zúniga, una de sus hijas. EnREDando dialogó con ella.
Hondureña, líder indígena y defensora del medioambiente. Berta Cáceres fue asesinada el pasado 2 de marzo. Era la coordinadora general del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), organización que cofundó hace más de veinte años.
Berta fue una incansable luchadora por los derechos humanos y en defensa de la naturaleza, pero en los últimos años -puntualmente, a partir del golpe de Estado contra Manuel Zelaya en 2009- su lucha contra el extractivismo en los territorios del pueblo indígena Lenca se fue acrecentando paralelamente iban creciendo los proyectos hidroeléctricos para abastecer a otros emprendimientos, principalmente mineros. La rueda de saqueo extractivista no cierra sin el avasallamiento de los derechos de las propias comunidades -que no son consultadas sobre sus propios territorios- y la criminalización, persecución, represión y asesinato contra todos aquellos que se atreven a cuestionar ese modelo.
Por el asesinato de Berta hay seis detenidos, varios de ellos con probada relación directa con Desarrollos Energéticos S.A. (DESA), la empresa financiada por organismos internacionales que está detrás del megaproyecto hidroeléctrico Agua Zarca, en territorio lenca. Contra la construcción de esta represa -entre muchas otras- se enfrenaron duramente tanto la Copinh como la propia Cáceres. Por esta resistencia recibió decenas de amenazas, fue criminalizada y hasta recibió el mayor reconocimiento otorgado a quienes luchan por la defensa del medioambiente: el Goldman Environmental Prize, entregado pocos meses antes de su asesinato.
Pero no sólo la empresa está implicada: al menos tres de los detenidos tienen relación directa e indirecta con el Ejército hondureño. Con esto también se demuestra aquello que denunciaron desde un primer momento los familiares de Berta y sus compañeros de lucha: el gobierno del actual presidente Juan Orlando Hernández también es responsable. El rol de Estados Unidos en la situación que atraviesa Honduras y en el asesinato de la activista social también es central. La potencia del norte financia desde hace años a las fuerzas de seguridad -tanto policiales como militares- bajo el pretexto de la lucha contra el crimen. Además, ha aportado con entrenamiento. Esas mismas fuerzas son las que persiguen, reprimen y asesinan a luchadores del país centroamericano (ubicándolo como uno de los países más peligrosos del mundo para quienes se manifiestan contra el saqueo de los bienes comunes y exigen el respeto de sus derechos).
Luego del asesinato de Berta -y pese a las denuncias y presiones de distintos organismos internacionales- la impunidad que rodea al caso continúa casi sin sobresaltos. Esta situación es la que permite que las muertes de luchadores sociales hondureños se extiendan cuando ya pasó medio año desde que el mundo perdió a una de sus más valiosas protectoras.
Pero por otro lado, Berta sigue multiplicándose. Así lo gritan sus compañeros y compañeras de lucha y sus familiares. La resistencia del Copinh no cesó pese a tantas pérdidas y presiones. Tampoco la de su familia. La líder indígena dejó a grandes y fieles representantes para que continúen el camino de lucha emprendido desde hace décadas. Sus hijas son las que levantan las banderas no sólo para pedir justicia por su madre cobardemente asesinada, sino también en defensa de los derechos humanos, en defensa de la naturaleza, contra el saqueo y la explotación extractivista que acecha a toda América Latina.
Matando una Berta sembraron miles
A seis meses de su pérdida, se realizó en Rosario un homenaje a la lucha de Cáceres. En la actividad, desarrollada en el Centro Cultural La Toma, estuvo presente Laura Zúniga, una de sus hijas. La joven hondureña esparce las semillas de su madre por todo el continente, no sólo denunciando tantos atropellos e impunidades, sino también con la convicción de que crear otro mundo todavía es posible. EnREDando charló con ella sobre la situación de Honduras, las responsabilidades detrás del crimen y la situación latinoamericana.
– ¿Cuál es el contexto de Honduras en el que se da el asesinato de Berta?
Para empezar a hablar acerca del contexto hondureño, podríamos empezar a hablar más bien del 2009, a partir del golpe de Estado en el que se abre toda la institucionalidad para poder empezar a entrar más de lleno con el extractivismo. Después del golpe de Estado, se hace una serie de concesiones que empiezan a ser efectivas en estos últimos años y es lo que va desencadenando en la cantidad de violencia que hay en los territorios a causa de empresas que entran sin permiso de las poblaciones; empresas que vienen con toda la estructura y el aparato militarista (habilitado también en 2009) y con toda la estructura paramilitar que viene y se estructura en ese marco de golpe de Estado. A partir de ahí, hay un aumento en la violencia, la persecución desde las empresas, el paramilitarismo, pero también desde la institucionalidad del Estado, en la criminalización de los luchadoras y las luchadores.
Con el asesinato de Berta Cáceres, de mi mami, se da un mensaje claro hacia los luchadores y las luchadoras: se ataca a la persona, o una de las personas más visibles en relación a la lucha en contra del extractivismo en Honduras, pero que también es un símbolo internacional, entonces se da el mensaje de “si podemos asesinar a esta persona, con este alto reconocimiento internacional y que a pesar de la presión internacional para que haya justicia sigue en impunidad, se va a ir contra cualquier luchador y luchadora”. Es lo que en estos meses venimos viviendo, que es la persecución, la violencia, contra las personas, sobre todo líderes comunitarios y los compañeros y compañeras del Copinh que están siendo perseguidos por los militares, la policía y las empresas y además siendo amenazados. Entonces, yo creo que viene esto: el recrudecimiento de la represión y la violencia.
– ¿Cuál es el entramado -político, militar, judicial- que hay detrás de la persecución de militantes y activistas?
Creo que la introducción del sistema extractivo y, sobre todo, en la escala en la que estamos viendo en Honduras (en la que también creemos que es un momento de experimentación, incluso de cómo reaccionan las poblaciones a las empresas y de qué forma las empresas pueden librarse de estas reacciones), tiene que ver con algo económico, algo político y, sobre todo, porque el golpe de Estado en Honduras y toda la estructuración actual del Estado también tiene que ver con algo político, económico, que es más sistémico. Y además que es el papel histórico que ha jugado Honduras, que tiene que ver con eso: ser laboratorio y base militar de los Estados Unidos; entonces, creo que pasa por eso. Y la persecución de los luchadores (no sólo en los territorios en los que se están enfrentando a los sistemas extractivos, sino también a los territorios como, por ejemplo, en el ámbito educacional, en el ámbito de la salud) tiene que ver con el control de la población, tienen que tener una población sumisa, una población que no reaccione ante toda la violencia que se viene, para poder así instalar todo, como todo este sistema que se intenta hacer en Honduras, de despojo y persecuciones… Se podría complejizar más, pero sería el por qué hoy en Honduras se está persiguiendo. Y además, la instalación de una estructura de violencia represiva dictatorial que es la que estamos viviendo.
– ¿Cómo se refleja esta persecución que vino con el golpe de Estado en otros países del continente y qué importancia tiene que se expanda la lucha?
Creo que tiene que ver con varios cosas: una es que el asesinato, la persecución y la violencia que viven compañeros y compañeras en Honduras (que están defendiendo los territorios, enfrentándose a las políticas de violencia extractivas) es algo que sea como sea nos tiene que golpear a todos. Que asesinen a Berta Cáceres, que es un referente, por ejemplo, afecta al movimiento social latinoamericano y también mundial. Pero también, por otro lado, es lo que venimos viendo y lo que decía antes: esta instalación de Honduras como un laboratorio de distintas cosas y que se va a seguir replicando en distintos lugares; como se replica hoy (y se replicó en Paraguay y en Brasil un golpe de Estado institucionalizado), también se van a seguir replicando las políticas extractivas y también se van a seguir utilizando las formas de represión y de control en los territorios que hoy se utiliza en Honduras. También en los lugares donde se intenten instalar estos proyectos extractivos, como por ejemplo aquí en Argentina el fracking o el monocultivo.
– En este contexto, ¿qué rol juegan los medios de comunicación tanto hegemónicos, como alternativos y comunitarios en la cobertura del asesinato de Berta y de la lucha que vino después ?
En relación con los medios hegemónicos, por lo menos lo que hemos venido viviendo en Honduras es, primero, acallar y calmar lo que está pasando. Y por otro lado también es transformar y lavar la figura de mi mami; o sea, empezar a sacarle y vaciar el significado que tenía su lucha, su historia, para empezar también a vaciar esa historia y ese símbolo de rebeldía que es para el pueblo hondureño. Y por otro lado, también es acallar la lucha que nosotros estamos haciendo, no sólo como familia sino también como organizaciones, como Copinh, que es la de exigir justicia, apostándole a una justicia lo más integral posible, que tiene que ver con que justicia para Berta es parar los proyectos hidroeléctricos, parar las mineras que hoy en día están atacando el territorio indígena lenca, pero también que están atacando al pueblo hondureño. Y también es sacar la vinculación directa que tiene el asesinato de mi mami con el Estado hondureño y el papel que ha jugado. Por otro lado (y es por qué también le apostamos a los medios contrahegemónicos muchas veces en Honduras, con radios comunitarias) es, al poder romper este cerco, también apostar a construir (incluso a partir de la indignación que causa este asesinato) a base del ejemplo y lucha de mi mami: organización, resistencia y pensamiento crítico.
– Hablaste de los golpes de Estado en Honduras, Paraguay y Brasil, ¿pero cuál es rol que jugaron los gobiernos progresistas latinoamericanos en la instalación del extractivismo y la criminalización?
Yo creo que tiene que ver con no plantearse otras formas de relacionarse con los pueblos y con las tierras, digamos. A pesar de que los gobiernos progresistas han hecho avances, nunca se replantearon los modelos energéticos y cómo esos funcionan, para qué y para quiénes. Entonces, yo creo que esa es una de las grandes deudas. Y también, en relación a Honduras, a pesar de todo se olvidó el golpe de Estado y se dejó pasar y hoy estamos viviendo las consecuencias de que Honduras haya sido incorporado, que el golpe de Estado se haya olvidado; también en relación a que se retomaron las relaciones diplomáticas con un gobierno, un Estado golpista, que hoy ejerce el terror sobre la población.
– Estando en Argentina, ¿percibís que hay acompañamiento a la lucha de Berta y los pedidos de justicia? ¿Hay algún mensaje para dar?
Yo creo que lo que tiene Argentina es una historia de memoria y de lucha que incluso para nosotros como pueblo ha sido importante tomar. Ejemplos concretos como las Madres de la Plaza resistiendo durante muchos años han sido los que nos han ayudado a fortalecernos, a enarbolarnos, y hemos sentido acompañamiento. Creo que todavía no se alcanza a dimensionar qué es Honduras y cuál es la situación concreta y hay que empezar a trabajar en relación a eso: de cómo nos afecta verdaderamente el sistema extractivo, la violación de derechos humanos sistemática en América Latina, en territorios concretos. Creo que sí sería bueno profundizar alrededor de eso y después empezar a ver cómo el ejemplo y la lucha de mi mami son un ejemplo acá en Argentina (lo que hablaba antes: el fracking, la minería, el monocultivo, son cosas que no son exclusivas de Honduras sino que también se ven acá; y el accionar de las empresas en relación a parar estas resistencias que se dan alrededor de todas estas violencias también está comunicado, porque son muchas veces las mismas empresas, son los mismos financiadores, los que están aquí o en Honduras, o aquí y en Panamá). Entonces, empezar a entender la vinculación, la red que hay detrás de todas estas violencias que estamos viviendo, es algo que puede ayudar para fortalecernos y seguir juntos como pueblos del mundo defendiendo lo que nos toca, que es la vida y es hacernos cargo de esta historia dura que nos ha tocado, pero que también es un momento que nos permite como seres humanos crear, digamos, otro mundo.
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