viernes, 14 de octubre de 2016

Malestar social global



Por José Rubinstein

Noam Chomsky, prestigiado intelectual estadunidense, lingüista y filósofo, de 87 años, profesor emérito del Massachusetts Institute of Technology, sustenta que la baja valoración de los políticos a escala mundial, se extiende a empresas e instituciones como parte de un generalizado malestar social. “La escasa popularidad de los actuales candidatos a la Presidencia de Estados Unidos no es algo excepcional, sino forma parte de un gran malestar social global que amenaza a la democracia”.
Pregunto: ¿El generalizado malestar social que desvaloriza a políticos y líderes a escala mundial se debe a que éstos son incomprendidos o porque no han estado a la altura que los acontecimientos han requerido?
Considera Chomsky que el respaldo al candidato republicano Donald Trump se fue gestando con el prolongado desprecio hacia la hoy amargada y rencorosa clase trabajadora blanca, marginada durante el periodo del neoliberalismo, aunado al fortalecimiento del populismo y del ultranacionalismo a nivel global. “Hay correlación directa entre el apoyo a populistas autoritarios y los entusiasmados con Trump… de organizarse un movimiento trabajador activo y luchador que aglutine a los seguidores de Trump con los de Bernie Sanders, podría surgir un nuevo y representativo partido político. “Estados Unidos es un país de un solo partido político, el de la empresa y los negocios, con dos facciones, demócrata y republicana, las cuales sufrieron una mutación durante el periodo neoliberal”.
Barack Obama culmina con dignidad y plenitud física sus ocho años en la Presidencia, a los 55 de edad. De resultar electa Hillary Clinton iniciaría su mandato con 69 años de edad. Donald Trump asumiría la presidencia a los 70 años. Cronológicamente, el relevo generacional será en reversa. En ambos casos, el próximo presidente de Estados Unidos gobernará entrado en su octava década de vida. Resulta ocioso señalar el esfuerzo mental y físico que requiere ser el comandante en jefe de la primera potencia mundial.
Las expectativas hacia la próxima presidencia norteamericana son reducidas. Hillary Clinton ha sido figura pública por casi 30 años, sería algo así como más de lo mismo, sin grandes cambios. Donald Trump ha sido un empresario inmobiliario, dueño de casinos y estrella de reality shows que decidió meterse a la política, debutando como presidente de Estados Unidos. En el primer caso, la candidata está muy vista, en el segundo caso al candidato no queremos ni verlo.
Aunque las opiniones tras el primer debate entre Clinton y Trump han disentido, prevalece la fundada percepción de que Hillary resultó ganadora. Si buscando la aceptación de millones de televidentes, Donald Trump interrumpió 51 veces a Hillary Clinton, ¿qué sucedería siendo presidente de Estados Unidos, negociando o dirigiéndose a simples mortales?
La estrategia de Hillary consistió en dejar que el boquiflojo Trump se explayara hasta enredarse con su propia lengua, preparada para recibir cada dardo con una sonrisa. Trump abrió boca acusando a México de robarse nuestros empleos, advirtiendo que el TLCAN tiene que renegociarse, es el peor tratado comercial jamás pactado. México y China están destruyendo los empleos industriales de Estados Unidos. Cuando vendemos a México pagamos una tasa del 16 por ciento, cuando ellos nos venden no pagan nada. Trump se refirió a Obama como fundador de EI y a Hillary Clinton como cofundadora. Trump en su laberinto confunde el no pagar impuestos y el incurrir en repetidas quiebras comerciales con poseer astucia mercantil, así como se abroga el derecho a no pagar a proveedores al no quedar satisfecho con sus servicios. El cínico candidato condicionó mostrar su historial de impuestos a que Hillary presente los 33 mil correos electrónicos enviados desde su buzón personal –vaya lógica–. Ya en las postrimerías del debate, Trump se vio exhibido por un aparente comentario intrascendente de hace 20 años a la entonces Miss Universo, criticándole su exceso de peso, incidente que hoy lo coloca en el banquillo de los misóginos. Luego del debate, Trump explica –explican los perdedores– haberse contenido de mencionar las andanzas de Bill Clinton, por respeto a su hija Chelsea. O sea, no lo dijo, pero sí lo dijo. Previene Trump que será más incisivo en lo sucesivo. Más le vale no serlo, referirse a un tercero le acarrearía mayor simpatía a Hillary, además que Trump, con tres esposas, no es ajeno a las anécdotas.
El reto para quien resulte electo presidente de Estados Unidos será transformar la escasa popularidad y tibia aceptación hacia las actuales candidaturas, en una venturosa gestión que aminore el generalizado malestar social.

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