sábado, 8 de octubre de 2016

Tegucigalpa: Capital de desigualdad, autoritarismo y política vacía


Es martes. El trabajo nos ubica en el Congreso Nacional; al concluir la sesión legislativa -8 y 30 de la noche- salimos en busca del transporte público, para ello debemos por cruzar la mitad del centro histórico de Tegucigalpa. 

El recorrido inicia frente a Plaza La Merced. Allí, aún quedan mujeres vendiendo pan y verduras, hombres que ofrecen chip y memoria para celulares. A unos pasos, los empleados de restaurantes de comidas rápidas comienzan a tirar las bolsas con las sobras; que para un hombre, no mayor de 35 años,  y su perro es la comida del día.

A mitad de camino nos encontramos la Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel, frente a ella capitalinos y capitalinas que todavía tienen un poco de valor y platican en las bancas cubiertas por la sombra de los pocos árboles que extrañamente el alcalde “Papi a la Orden” no ha ordenado botar. También, como quien pide clemencia en oración, vemos a hombres enfermos levantando la mano para pedir un lempira.

Los lustra botas ya no están, su lugar lo ocupan los niños y niñas para resguardarse de la brisa mientras aspiran pegamento amarillo. En la otra esquina, las trabajadoras del sexo son rodeadas de hombres que exigen un menor precio por sus servicios.

Llegamos a la estación de taxis. Los conductores y despachadores ven con desesperación el reloj, en 20 minutos el reloj marcará las nueve de la noche, hora que saldrá el último grupo de pasajeros. “Cerramos el punto a las nueve porque hay mucho asalto, suficiente tenemos con el impuesto de mil semanales por cada taxi que pagamos a los mareros”, nos cuenta unos de los transportistas.

Beneficios para la clase media

Mientras miles de capitalinos viven pensando cómo subsistir en una ciudad que solo ofrece política, el alcalde nacionalista, Nasry “Tito” Asfura, anuncia, en el marco del 438 aniversario del Distrito Central que “vienen 33 proyectos nuevos, todos seguidos, pido disculpas porque la ciudad va a tener muchos problemas de tráfico, pero a finales de enero de 2018 se van a sentir satisfechos porque todas esas obras se están haciendo con sus impuestos”.

Esos 33 proyectos no incluyen la instalación de un servicio de agua potable para los más de 100 barrios y colonias periurbanos de Tegucigalpa y Comayaguela hasta los que no llega el Servicio Autónomo Nacional de Acueductos y Alcantarillados (SANAA).

La falta de acceso a los  servicios públicos y la indigencia en las calles de la capital hondureña son problemas latentes que “las élites han querido ocultar también algunos cronistas de periódicos hablando de una Tegucigalpa idílica, romántica hermosa pero no profundizan en las contradicciones sociales”, señala Edgar Soriano, historiador y catedrático universitario.

“Hay un problema latente en Tegucigalpa que es la desigualdad, la imposición de las élites y el autoritarismo, y eso con la explosión demográfica se viene a acentuar más. Tenemos una administración municipal que está preocupada por la construcción de alguna infraestructura enfocada hacia la clase media que utiliza automóviles, además que se supone que el alcalde está involucrado en las compañías que realizan estas obras”, analiza Soriano.

Sin fomento a la cultura y el cuidado del medio ambiente

El edil capitalino, con bombos y platillos, informó que  desde el inicio de su administración en 2014 se invirtieron 700 millones de lempiras, 900 en 2015, mil 200 en 2016 y mil 400 que se ejecutaran en 2017.

Gran parte de ese presupuesto se ha utilizado para reconstruir y terminar de construir el Trans 450, sistema de transporte masivo -bus de tránsito rápido- para el Distrito Central, una obra en la que se destinaron 1,200 millones lempiras en la administración del ex alcalde Ricardo Álvarez.

Los pasos a desnivel, los parques y rotondas bañadas de cemento tienen un precio: los cientos de árboles de Guanacaste y Acacia que daban aire fresco en los bulevares, colonias y centro histórico de una Tegucigalpa saturada del humo que provoca la sobre población de vehículos y el ambiente de corrupción que despide la clase política.

“Yo nací en la colonia San José de la Vega donde hay un Ceibo de más de 200 años, llegó la noticia que lo van a cortar para construir una rotonda y un paso a desnivel; hoy sigo sin entender esas decisiones de cortar esa vida e historia que cuentan los árboles”, dice Jorge Albero Laínez, cantautor hondureño.

Con la  plaga del gorgojo descortezador la montaña de La Tigra y en las zonas aledañas que cubren el Distrito Central perdió más de tres mil hectáreas de pino, nos cuenta Jorge, quien además de ser músico trabaja como ingeniero ambiental.

Jorge nos recuerda a las decenas de artistas que llenan las esquinas, los semáforos y el Paseo Liquidámbar del Centro de la ciudad; trabajadores y trabajadores del arte y la música que son excluidos del programa cultural municipal que se impulsa desde los medios corporativos y las élites.

Frente a esos proyectos excluyentes “El Aullador”, como se le conoce artísticamente a Jorge, propone la recuperación del espacio público a través de la organización  de los barrios y colonias para rescatar las tradiciones que se han perdido: “creo que mucho tiene que ver la clase política y económica, pero mucho tenemos que aportar nosotros como ciudadanos, sino nos organizamos en nuestros lugares será difícil devolverle a este Distrito Central los brillos que tenía”.

“Siga construyendo puentes porque Dios necesita de ellos, para que sus hijos lleguen temprano a sus destinos”, le dijo Monseñor Juan José Pineda al alcalde “Tito” Asfura, mientras oficia la misa en honor a San Miguel Arcángel, patrono del Tegucigalpa.

Así, en medio de la desigualdad, la defensa de los intereses de los grupos políticos y económicos, el irrespeto al medio ambiente, Tegucigalpa y su hermana gemela Comayaguela cumplen 438 años de fundación. 

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