lunes, 10 de octubre de 2016

“Práctica científica española: Aceptación del criterio de autoridad, ausencia de debate científico y uso de la prensa para rebatir las ideas”

Rebelión

Por Salvador López Arnal

Alfredo Iglesias Diéguez (Vigo, 1966) es discípulo de Gibert, con quien trabajó en Orce y Cueva Victoria desde 1984. Doctor en Historia, es profesor de Ciencias Sociales en el IES Maruxa Mallo de Ordes. Desde su juventud está vinculado a movimientos sociales, sindicales y políticos de izquierdas. Es colaborador habitual de la prensa y autor de numerosos artículos y libros sobre algunos de sus temas de interés: evolución humana, historia desde abajo, historia de la ciencia,…
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Me llegó una información en la que se hablaba de Josep Gibert. Me picó la curiosidad y me atreví a pedirte una entrevista. Te pregunto desde abismos de ignorancia sobre el tema.¿Quién fue Josep Gibert?

Fue, desde mi punto de vista, uno de los grandes paleoantropólogos que tuvo España en los últimos 50 años. A Gibert, cronológicamente, habría que situarlo en la generación formada en la dictadura con científicos como Miquel Crusafont (el gran evolucionista catalán de los años sesenta) que comenzó a renovar la ciencia española -concretamente la paleoantropología-, en los primeros años de la II Restauración borbónica. De hecho, su etapa más fecunda, científicamente hablando, habría que situarla entre 1983 y 2007, el año de su muerte. A concretar esta primera respuesta creo que podemos dedicar las siguientes preguntas.

De acuerdo, lo hacemos tal como dices. A pesar de su gran valía científica, salvo error por mi parte, Gibert no es un científico muy conocido. ¿Por qué?

Gibert, efectivamente, no es un científico que se le venga a la cabeza a un ciudadano o a una ciudadana con un nivel de estudios medio, de eso no hay duda; no obstante, tuvo sus momentos de protagonismo mediático, al calor del descubrimiento del ‘Hombre de Orce’, allá por los años 1983 a 1984. A partir de ese momento, a medida que se consolidada su reputación científica en determinados ámbitos internacionales -e incluso entre algunos sectores de la comunidad científica española-, los que podríamos considerar pares en España y sobre todo la prensa, en el mejor de los casos se olvidaron de él o hicieron como si no existiese.

Era, como has dicho, un paleoantropólogo. ¿Qué es un paleoantropólogo?

Gibert tenía formación geológica y paleontológica y desde luego humanística. Sus conocimientos científicos y su formación le permitieron conocer e interpretar correctamente el registro geológico, sedimentológico, de los yacimientos que estudió y, a la vez, estudiar la fauna fósil que se descubría en ellos. No obstante, a partir de los años 80 se especializó en el estudio de los fósiles humanos y de la evolución humana. Es a esta disciplina científica a la conocemos con el nombre de paleoantropología, que traducido sería algo así como estudio de la humanidad antigua o fósil.

¿Fue profesor, según creo, en un Instituto de Terrassa (Barcelona)? ¿Qué sabes, qué recuerdas de su tarea de enseñante?

Yo no fui alumno suyo en el instituto. Mi historia personal, de acercamiento a Gibert, corre por otras sendas. Aunque yo era alumno de instituto en el momento en que entré en contacto con él por primera vez, en el año 1984; yo estudiaba en Vigo. No obstante, mi condición de alumno de instituto me permitió inscribirme en un programa que promovía él y otros compañeros docentes del Egara (Terrassa) y el Pau Vila (Sabadell), donde enseñaba geología a los alumnos de COU. La intención de este grupo de docentes era acercar la práctica científica al alumnado: se trataba de llevarlos al laboratorio…, pero en este caso el laboratorio era una excavación arqueológica. Allí, sobre el terreno, durante un par de semanas, alumnos y alumnas de instituto, de 16 ó 17 años de edad estamos hablando, tomaban conciencia, a través de la experiencia directa, de cómo se produce conocimiento científico: de dónde proceden los fósiles que después nos van a permitir conocer nuestro pasado, cómo sabemos que pasó en el pasado, que metodología, que técnicas hay que emplear para obtener información de una tierra blanca y reseca que esconde unos fósiles blanquecinos… Todo aquello fue una experiencia inolvidable. Además, el ambiente que creaba Gibert en aquel ‘campamento’ de verano era de ganas de aprender… Recuerdo que en el año 1986, cuando montamos un Museo científico en Orce, el ambiente de debate, las ganas de aprender, las conferencias improvisadas… eran continuas. Es una pena que hoy, esa experiencia científico-didáctica-educativa, con las leyes en la mano, sería inviable…, los requisitos administrativos harían imposible la experiencia.

¿Y por qué, con las leyes en la mano, tal como dices, esa experiencia sería ahora inviable?

Sin entrar en mayores detalles, sobre todo porque la legislación al respecto varía entre comunidades, ahora mismo simplemente salir al campo con ‘ojos’ de arqueólogo o en menor medida de geólogo -los que tengo por mi formación, por ejemplo-, me llevaría a cometer un delito administrativo si descubriese algo, porque habría realizado esa actividad de campo sin la preceptiva autorización administrativa. En su momento, discutí sobre esto con Gibert y con otro gran prehistoriador gallego, Antonio de la Peña Santos, y siempre llegábamos a la misma conclusión: la legislación vigente en materia arqueológica profesionalizó la actividad profesional de la arqueología -eso es innegable-, pero se cargó todo aquel caudal de voluntarios protectores de nuestro patrimonio que después de cada excursión informaban de nuevos descubrimientos… Todo eso ahora rozaría el delito y la prueba de que la actitud ante nuestro patrimonio cambió es que ya no hay esa actividad tan intensa que en tiempos realizábamos los voluntarios y amadores, como yo antes de ser arqueólogo profesional.

Eso sin mencionar el hecho de que ahora, para realizar una excavación, hay que demostrar un nivel de competencia que un alumno o una alumna de instituto no tendría; que para excavar hay que tener un plan de protección laboral, estar contratados por una empresa… En fin, ni en sueños se podría montar algo parecido a lo que hizo Gibert en los años 80.

No sabía nada de lo que acabas de contar. La prensa, en su momento, habló mucho de él, positivamente, pero luego le criticó fuertemente, de muy malos modos. ¿Por qué? ¿Se le llegó a acusar de fraude?

Aquí se mezclan muchísimas cuestiones: al servicio de que intereses está la prensa, la dependencia científica del extranjero, el criterio de autoridad en el seno de la academia española…, la herencia del franquismo…

Nos explicas lo más importante.

Resumidamente, la cuestión se puede presentar así: en mayo de 1983 Gibert, junto con sus más estrechos colaboradores en aquel momento, publica en la revista del museo de paleontología de Sabadell un artículo en el que da a conocer el descubrimiento de un resto humano de más de un millón de años en el sureste de la península Ibérica. El descubrimiento era sensacional y… así fue tratado por la prensa. Gibert era el científico del momento: fue entrevistado en televisiones, radio y prensa escrita, se le solicitaron artículos de opinión -en tribuna, se titulaban algunas de esas secciones-, en revistas de divulgación científica, participó como contertulio en “La Clave”, de Balbín…

Yo fui un asiduo de aquel programa pero no tengo presente su intervención. 

  A este respecto, lo único que recuerdo, de una forma muy vaga, es que participó en ese programa en la segunda mitad del año 1983. No recuerdo más, entre otras cosas porque ese programa en concreto no lo v i .

No obstante, por razones que detallaré en las siguientes respuestas, a partir de 1984, sólo un año después, a raíz de una filtración a la prensa sobre la no humanidad del ‘Hombre de Orce’, todo se vino abajo en unos instantes. A partir de ese momento, sólo algunos titulares parecían mantener el criterio de objetividad que se le presupone a la prensa.

Es cierto que en la prensa aparecieron acusaciones de falsificador, pero, desgraciadamente, se hacían eco de opiniones de miembros de la comunidad científica española o de burócratas de la administración.

No obstante, quizás lo que más daño le hizo fueron las descalificaciones personales, que también las hubo. Por ejemplo, una portada que le dedicó El Papus fue especialmente denigrante.


Pero a fin de cuentas, la prensa hizo de correa transmisión de los conflictos y los debates científicos del momento, si bien siempre tomando partido a favor del clientelismo y el servilismo, por lo que llegó a jugar un cierto papel de ‘poder’ en relación con la administración y la burocracia.

Nos recuerdas o nos describes de algún modo esa portada del Papus…

  A lo mejor, vista desde una perspectiva actual es difícil ver en esa portada un ataque contra el trabajo científico de Gibert, pero en aquel momento, esa portada resultaba ofensiva: en un mismo texto se mezclaba un tratamiento de las investigaciones incomprensible (para nosotros no hubo nunca un ‘misterio’ en Orce: esa forma de tratar la investigación científica como misterio, enigmas… que se resuelven es muy poco ‘científica’ y casi religiosa); una burla hacia lo andaluz que creo que es brutalmente ofensiva (asumiendo zafiedad, actitudes retrógradas y brutas…); y una alusión al ‘yo amo a Fraga’ que todavía no entiendo. En fin, un retrato de Gibert, o así es como lo interpretamos, completamente ofensivo.

Por otra parte, recuerda que a parte de la prensa, el tema transcendió al mundo de la cultura en general y uno de los grandes personajes de la movida: Julián Hernández, de Siniestro Total , compuso una letra en la que se preguntaba si era el Hombre de Orce nuestro antepasado.

¿Y por qué esas descalificaciones personales?

Como te decía antes, la academia -sobre todo la academia que todavía arrastraba comportamientos franquistas… (quizás haya que ‘recordar’ que un catedrático español dijo una vez por aquellos años que ‘l a verdad la tenemos los catedráticos y Dios ’) -, mostró unas actitudes poco éticas, creo. En 1985, tres catedráticos de paleontología difundieron una carta en la que acusaban a Gibert de no contrastar sus hipótesis, siendo esa la diferencia entre un científico profesional y un ‘coleccionista de fósiles’: ahí tenemos una grave descalificación personal para quien se dedicaba a hacer ciencia. Más tarde, también se le acusó de hacer ‘ciencia patológica’, de falsificar dibujos, de romper fósiles… En fin, ya sabes aquello que se dice cuando caes en los insultos y en las descalificaciones personales, es porque te faltan argumentos...

Te cito: “rompió un paradigma robustamente establecido en Europa -todo aquello que se decía de la 'colonización europea de Homo erectus hace 500 mil años'-, estando al margen del sistema académico y no admitiendo sumisión a las autoridades -en aquel momento Lumley -si hubiese publicado con Lumley en el 1983, no hubiese pasado nada”. ¿Nos lo explicas con un poco más de detalle?

  En primer lugar, creo que hay que puntualizar dos cosas: primera, estamos hablando de una disciplina científica que es un verdadero campo de batalla ideológico, estamos hablando de la plaza que ocupa la humanidad en el mundo, de sus orígenes y evolución; segunda, tenemos que hacer el esfuerzo de situarnos en los años 80 (hace 30 años) y tener claro todo lo que varió nuestro conocimiento sobre nuestra evolución.

Es importante lo que dices, hay que situarse ahí.

Pues una vez dicho esto, la contribución más importante de Gibert al debate científico fue romper el paradigma vigente en ese momento, según el cual los humanos llegaron tardíamente al continente europeo, es como si quisiésemos mantener a distancia nuestra relación, como europeos, con los orígenes africanos de la humanidad. Fíjate, en aquel momento Homo erectus, llegaba a Europa plenamente formado y en apenas unos miles de años evolucionaba a neandertalense y de ahí a sapiens, nosotros. Hoy la historia es más complicada, aparte de que existen varias hipótesis que son incompatibles entre si, pero todas se apoyan en el modelo que defendió Gibert: una penetración temprana (hace aproximadamente 1,5 millones de años) en Eurasia; otra cosa es el debate de las rutas, de la especie que realizó esa primera penetración, de su continuidad evolutiva en nuestro continente… A ese respecto Gibert defendió hipótesis muy novedosas que se están confirmando en la actualidad. Asimismo, Gibert, aunque no fue el primero, sí que fue de los primeros en hablar de formación de la humanidad y no de ‘origen del hombre’; de penetración humana en Eurasia -en eso casi diría que sí fue el primero-, frente a la tan militar-imperial de ‘colonización’ de Europa…; incluso, son esas cosas que nunca sabes si están en el ambiente y escuchas algo parecido, recuerdo que fue en una conversación que manteníamos los dos cuando surgió esa frase que tantas veces repito: “los europeos somos africanos de origen y entramos en Europa sin papeles”.

No está mal, nada mal.

No obstante, más allá de modificar esa cuestión de la penetración de los humanos en Europa, Gibert fue uno de los primeros en promover la idea de que a lo largo de nuestra evolución coexistieron varias especies inteligentes, fue el introductor de novedosas metodologías de trabajo en nuestra área de investigación (uso de la paleoinmunología, de técnicas hoy habituales en los diagnósticos médicos, como las tomografías…, pero en aquel momento poco habituales)… Y, que yo recuerde, fue uno de los introductores del concepto de medio, crisis ecológicas, adaptación al medio… en el discurso paleoantropológico español en relación con los procesos de diversificación, dispersión y evolución del genero Homo.

Además, y con esto enlazo con el principio de la respuesta y con la siguiente pregunta, Gibert se enfrentó con las autoridades científicas del momento dentro y fuera de España. Yo trabajé con él 23 años y sé cosas que nunca hicimos públicas, pero a estas alturas de mi vida tengo muy claro que si en aquella jornada de agosto en que el matrimonio de Lumley llegó a Orce, Gibert hubiese aceptado el modelo imperante en la forma de hacer ciencia habitual en aquel momento: el científico de prestigio -en ese caso los Lumley-, firmarían el estudio anatómico del fósil; en segundo lugar el científico local -el descubridor del fósil y quién realmente hace el trabajo, en este caso Gibert- y a los que estábamos haciendo trabajo de campo con Gibert nos deja fuera -yo en aquellos momentos, por supuesto no tenía nada que firmar-, todo hubiese transcurrido dentro de los cauces normalizados de hacer ciencia y no hubiese pasado nada.

Te contaré una anécdota personal.

Es muy interesante con lo que cuentas. Adelante con la anécdota

En el II Congreso de Paleontología Humana que se celebraba en Turín en octubre de 1987, cuando los ataques a Gibert eran constantes; uno de los colaboradores de Gibert, Francesc Ribot, emplazó en público a la doctora Lumley a debatir con Gibert esa misma tarde durante el pleno y después de la ponencia de Gibert sobre la humanidad del Hombre de Orce… Hecho el anuncio, varios científicos españoles se nos acercaron a decir que ellos también iban a participar en el coloquio para dejar las cosas claras… Al terminar Gibert su presentación, la doctora Lumley, que no había parado de tomar notas, cerró su block y no dijo ni una sola palabra… te imaginarás que todos los críticos que se habían dirigido a nosotros para decir que iban a quemar a Gibert en la hoguera pública quedaron callados. No obstante, en España, en ese mismo momento, los críticos usaron la prensa para difundir un mensaje completamente falso sobre nuestro trabajo científico.

Así es como procede, en muchos casos, la práctica científica en este país: aceptación del criterio de autoridad, ausencia de debate científico y uso de la prensa para rebatir las ideas.

Nos damos un respiro si te parece.

De acuerdo.

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