sábado, 2 de enero de 2016
Teatro-debate, medios y votos
Rebelión
Por Juan Ignacio Zubiarrain
"No sé muy bien qué he dicho, pero pueden estar seguros de que ni una palabra era cierta"
Pozzo (Acto I, p.53) "Esperando a Godot"
Dos perros rabiosos en la pantalla
Ganó el electorado. Hemos visto como estos dos señores, uno en la presidencia y otro en la oposición -da lo mismo antes o después-, están bastante afectados por sus diferencias personales, y maduran belicosidad mutua que será muy difícil que beneficie al resto del país en un futuro parlamento conformado por los bipartidistas. Ya lo hemos visto durante los últimos treinta años, las duplas Felipe y Aznar; Aznar y Zapatero; Zapatero y Rajoy; Rajoy y Rubalcaba-Sánchez. Duetos que embriagados de vanidad imponían a sus bancadas, el voto de partido para bloquear propuestas del otro. Aburren.
Es decir, ¿por qué cambiarán ahora?, ambos se bloquearán mutuamente en el parlamento. Lo hicieron hasta ahora y responden a intereses de sus propios partidos que a los intereses generales. A partir de allí, nos queda a los electores decidir. No se ha observado en el debate la serenidad del estadista en ninguno de ellos. Tampoco la sapiencia del veterano, ni la humildad de aquel que conoce las fronteras del sufrimiento humano, tampoco lucharon en Vietnan, ni tampoco estuvieron en las trincheras, ni tampoco se percibe que han sufrido la impunidad de un estado opresor. Viven de la política hace ya unos cuantos años. Tampoco fue un ejercicio de dialéctica, a través del cual se llega a conclusiones, (Tesis, Antítesis, Síntesis), o la posibilidad de encontrar la verdad o la búsqueda de soluciones consensuadas. Si inesperadamente el adversario se muestra irritado ante un argumento, debe utilizarse tal argumento con insistencia, señala en una de las 38 estratagemas el texto de Schopenhauer, A.(1997) Dialéctica erística o El arte de tener siempre la razón (expuesta en treinta y ocho artimañas). Facultad de Filosofía Universidad Complutense, y, la erística deja a un lado la verdad objetiva, ya que lo único importante es lograr la victoria, sin importar que los fundamentos sean ciertos o falsos.
El medio es el mensaje
La recurrente pregunta de quién ganó el debate produce vergüenza ajena cuando se escucha en boca de los figurones del periodismo, pero evidencian los compromisos adquiridos con sus empresas contratantes, y tienen que darle continuidad al show. Estos comunicadores, que desde los micrófonos y televisiones inducen y promueven la diferencia, el comportamiento violento entre los participantes con el solo objeto de generar carnaza mediática.
Los medios generalistas, fieles a sus principios de hacer caja, disfrazan de interés público el espectáculo del enfrentamiento político, enfrentamiento deportivo para un partido de futbol, enfrentamiento económico y geopolítico para la migración. Todo al mismo nivel, un clásico de futbol, un debate político, los inmigrantes cruzando el mar y el día de la marmota. Los medios generalistas dibujan el camino, y la audiencia, narcotizada por millones de mensajes, sigue el camino dibujado por los medios, y los políticos ansiosos de apariciones se acoplan al juego.
Poco margen de reflexión y mucho de invasión mediática. Un BDS mediático permitiría renegar de la inducción de modelos de sociedad que alientan el egoísmo, el consumo desmedido y la vanidad. El espectador/audiencia, sería interesante, que además de cambiar de canal, pueda elegir con su BDS doméstico, a quién se da acceso a ocupar nuestro tiempo de ocio, para financiar los programas que le gustan y de alguna forma también ser protagonista de, como integrante y coparticipe de la audiencia, establecer qué anuncios prefiere consumir. El grado de cinismo de escuchar los spots publicitarios bancarios y empresariales y su entrega a ayudarnos o a que compremos, abramos cuentas, es el colmo de la hipocresía.
Cambia, todo cambia
En la obra de referencia, -Beckett,S. (1995). Esperando a Godot.Barcelona: Tusquets Editores S.A.-, pinta, entre otra infinidad de cuestiones, la des-espera-nza del ser humano de, en ocasiones, estar a la espera de alguien o algo, que siempre está a punto de llegar pero que por una razón u otra no llega, no llama, no viene, no asoma, despertando la ansiedad, pero sin dejar de abrirles ilusión y espectativas. La eterna zanahoria de la promesa y el engaño para unos, mantenerse en el poder y otros hacerse con él. Es rutinario observar como aquellos aspirantes a la presidencia y estos actúan un personaje salvador de las desgracias de los españoles, se totemizan, se admiran a sí mismos, diciendo lo que los oídos de millones de votantes quieren oír, para luego una vez en el poder, aducir unas razones u otras de por qué no pueden cumplir sus promesas. Entre la herencia recibida y los presentes problemas, es difícil llevar a cabo lo que prometimos ayer para cumplirlo hoy, -aducen- y entonces la ley del eterno retorno se cumple. Volver a esperar.
Efecto espantavotos
El votante incrementa su valor real sobre sus tres años de valor nominal pasados. Los políticos dejan la pesca con mosca, y sacan las redes para capturas en masa, y en un par de semanas borrar con la goma del tiempo y la arrogancia del poder todo lo que dijeron, todo lo que hicieron, leyes mordaza, ajustes salariales a la baja, recortes, declaraciones hirientes, manifestaciones, mareas blancas. Los políticos que ejercen el poder se vuelven comprensibles y razonables, de un día para otro cambian su manera de decirnos las cosas, pasan de la amenaza policial o ejecutiva a la comprensión divina. Se vuelven buenos, de una mañana para otra, sus caras dejan de lado el espíritu de prócer, sus cejas pasan de ángulos rectos a resultar arqueados, sus caras dibujan una sonrisa, cuando hace unos días levantaban una ceja para insultar a la masa irresponsable que no encuentra trabajo o que vive del paro, o que llora las penas de no llegar a fin de mes, y ahora no. Ahora son ciudadanos a los que sin falta les daremos apoyo, comprensión y nos subirán las pensiones/salarios y prestaciones. Un mundo feliz de promesas que bombardean la mermada voluntad y la inocencia de aquel que integra una familia de cuatro millones que día a día, des-espera por ese llamado laboral, esa oportunidad, espera a un Godot que no llega.
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