martes, 19 de enero de 2016

Vence la indiferencia y conquista la paz



Estamos comenzando el año y no queremos dejar pasar por alto la propuesta que hace el Papa Francisco sobre la paz en el mundo. Viene resumido en el lema de su discurso: “Vence la indiferencia y conquista la paz”. No se limita a las fronteras eclesiales pues lo dirige a “cada hombre y a cada mujer, cada familia, cada pueblo y nación del mundo, así como para los Jefes de Estado y de Gobierno y de los Representantes de todas las Religiones”.

Francisco es de los pocos líderes mundiales que contextualizan su discurso y nuestro mundo. Es directo puesto que dice sin ambages: estamos “ante una tercera guerra mundial en fases”. Muestra de todo ello son las guerras, atentados terroristas y persecuciones por motivos éticos o religiosos. Y a nivel cultural el que la humanidad está sumida en lo que conceptualiza como “indiferencia”; es decir, vivir éticamente a espaldas de las mayorías y encapsulados en la posición social, en las relaciones de poder, en una neutralidad existencial y sin implicaciones socio-personales.

En razón de ello recuerda una vez más que “la paz es un don de Dios y obra de los hombres; confiado a todos los hombres y mujeres para llevarla a la práctica”. Con lo cual la propuesta de paz del Papa deja de ser un discurso vacío, retórico y mediático. Si es obra/tarea de todos no podemos refugiarnos tranquilamente satanizando o culpabilizando la ausencia de paz a los poderes gobernantes, élites, políticos, la oposición o todo tipo de dirigencias.

Otro elemento a destacar es la lucha contra el fatalismo y el determinismo apocalíptico, bien sea de tipo religioso o político-social, que es moneda corriente entre nosotros. Por eso subraya que “no hay que perder la esperanza en la capacidad del hombre para superar el mal, con la gracia de Dios, y no caer en la resignación y en la indiferencia (…) Me refiero a la capacidad de la humanidad de actuar con solidaridad, más allá de los intereses individualistas, de la apatía y de la indiferencia ante las situaciones críticas”.

Y una vez más se subrayan dos elementos irrenunciables de los “seguidores de Jesús”: la “preocupación por los miembros más frágiles y la protección del bien común. Esta actitud de corresponsabilidad solidaria está en la raíz de la vocación fundamental a la fraternidad y a la vida común”. Si es cierto que la opción por los pobres y el bien común son patrimonio eclesial es necesario que también sea patrimonio del mundo de la política, de la economía, de la cultura, de las religiones y de la geopolítica mundial.

Como el eje central del discurso es la indiferencia pasa a definirla en los siguientes términos: “la indiferencia es la actitud que cierra el corazón para no tomar en consideración a los otros, de quien cierra los ojos para no ver aquello que lo circunda o se vade para no ser tocado por los problemas de los demás. Esta tipología ha superado el ámbito individual para asumir una dimensión global y producir el fenómeno de la “globalización de la indiferencia”. La indiferencia provoca sobre todo cerrazón y distanciamiento, y termina de este modo contribuyendo a la falta de paz con Dios, con el prójimo y con la creación. Para Francisco la “indiferencia” es más que una categoría religiosa y abarca todo lo humano: lo político, social, económico, cultural, lo antropológico y lo valorativo.

Por último, el Papa Francisco formula dos principios ético-inclusivo: es, por un lado, tarea de todos los actores y sujetos sociales; y, por el otro, es prioridad para los gobiernos e instituciones que toman las decisiones globales. En sus mismas palabras nos dice que:

Ø “la indiferencia es una falta grave al deber de cada persona de contribuir, en la medida de sus capacidades y del papel que desempeña en la sociedad, al bien común, de modo particular a la paz, que es uno de los dones más preciosos de la humanidad”.

Ø hacemos “un llamamiento urgente a los responsables de los Estados para hacer gestos concretos a favor de nuestros hermanos y hermanas que sufren por la falta de trabajo, tierra y techo”.

Cerramos este editorial recogiendo el triple llamamiento que hace el Papa Francisco:

1. Evitar arrastrar a los pueblos a conflictos o guerras que destruyen no solo las riquezas materiales, culturales y sociales, sino también la integridad moral y espiritual.

2. Para abolir o gestionar de manera sostenible la deuda internacional de los Estados más pobres.

3. Adoptar políticas de cooperación que, más que doblegarse a las dictaduras de algunas ideologías, sean respetuosas de los valores de las poblaciones locales y no perjudiquen el derecho de los niños por nacer.

Agradecemos una vez más el liderazgo mundial que está asumiendo el Papa Francisco para conducirnos a una auténtica paz mundial basada en el respeto, la dignidad y los derechos de todos y todas.

No hay comentarios: