viernes, 29 de enero de 2016

Lucha de clases y lucha popular-democrática en Ernesto Laclau (a vueltas con el populismo)

Rebelión

Por Xavier Granell Oteiza *

Engels definió el materialismo histórico como esa concepción de la historia universal que ve la causa final y la fuerza propulsora decisiva de todos los eventos históricos importantes en el desarrollo económico de la sociedad, en las transformaciones del modo de producción y de cambio, en la división de la sociedad en distintas clases y en la lucha de estas clases entre sí. Así, la lucha de clases es un elemento fundamental en la teoría marxista. Por clase debemos entender una categoría histórica, es decir, está derivada de la observación del proceso social a lo largo del tiempo. Sabemos que hay clases porque la gente se ha comportado repetidamente de modo clasista, diría Thompson.

Dentro del sistema capitalista (entendido como un modo de producción donde la fuerza de trabajo se transforma en mercancía) hay dos clases que se encuentran en polos opuestos: la burguesía y el proletariado. Laclau, en su primer libro “Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo”, establece una distinción entre la lucha de clases y la lucha popular-democrática. La lucha popular democrática debe entenderse como la interpelación del sujeto-pueblo frente al bloque de poder dominante. En este libro, Laclau establece dos tesis fundamentales: (1) solo es lucha de clases aquella que constituye a las clases como tal; (2) no toda contradicción es, en consecuencia, una contradicción de clase, pero toda contradicción está sobredeterminada por la lucha de clases.

Por tanto, tenemos dos tipos de enfrentamiento entre clases: un primer enfrentamiento donde las clases se enfrentan entre sí y se constituyen como tal, y otro donde, habiendo clases enfrentándose entre sí, el enfrentamiento se produce entre el pueblo y el bloque de poder dominante. El antagonismo pueblo/bloque de poder, entendido como la contradicción dominante en el nivel de la formación social, al depender de la contradicción determinante en última instancia proletariado/burguesía, producida en el nivel de las relaciones de producción, es pausible de ser articulado por parte de los dos actores en la lucha de clases, en tanto que construcción hegemónica orientada por sus respectivos intereses.

Aquí vemos que la lucha de clases es el terreno sobre el que se construye la lucha popular-democrática, es decir, no hay una separación en bloques independientes (esferas), sino que la lucha de clases es la condición previa que sobredetermina a la lucha popular-democrática; por tanto se establece una prioridad de la primera frente a la segunda, ya que esta última tiene lugar a nivel ideológico y político (el “pueblo” no existe, evidentemente, a nivel de las relaciones de producción).

La lucha en el terreno ideológico no es siempre populista. No es la mera presencia de interpelaciones popular-democráticas en un discurso lo que lo transforma en populista, pero, como que sabemos que el populismo está directamente ligado a la presencia del “pueblo” en el discurso, hemos de concluir que lo que transforma un discurso ideológico en populista es una peculiar forma de articulación de las interpelaciones popular-democráticas del mismo. La tesis en el pensamiento de Laclau es que el populismo consiste en la presentación de interpelaciones popular-democráticas como un conjunto sintético-antagónico respecto a la ideología dominante. Este ejercicio transforma la diferencia en antagonismo frente al bloque de poder.

En este libro, el populismo quedaba definido de la siguiente manera: las clases no pueden afirmar su hegemonía sin articular al pueblo en su discurso, y la forma específica de esta articulación, en el caso de una clase que por afirmar su hegemonía debe enfrentarse al bloque de poder en su conjunto, será el populismo.

Laclau empieza a desplazar este esquema en el libro que escribe junto a Chantal Mouffe: “Hegemonía y estrategia socialista: hacía una radicalización de la democracia”, para analizar los llamados Nuevos Movimientos Sociales (ecologismo o feminismo, por ejemplo), llamados así para diferenciarlos del movimiento social por excelencia: el movimiento obrero. La proliferación de estos nuevos antagonismos conduce a una crisis de la formación hegemónica de postguerra. Pero la forma de superación de esta crisis está lejos de estar predeterminada, ya que la manera en la que los derechos van a ser definidos y las formas que van a adoptar las luchas contra la subordinación no están establecidas de manera unívoca, por tanto, las diferentes formas posibles de articulación de los antagonismos son resultado de una lucha hegemónica.

En Laclau, el surgimiento de estos antagonismos se encuentra fuera del terreno determinado en última instancia por la lucha de clases. Se sitúa como un antagonismo liberado a sí mismo: la manera mediante la cual sea articulado no está predeterminada en otros terrenos de la formación social previos al discurso. La lucha principal para construir una democracia radical y plural se encontraría en la lucha por la máxima autonomización de las esferas, sobre la base de la generalización de la lógica equivalencia-igualitaria.

Al desligar demandas y necesidades materiales, Laclau utiliza la noción de significante vacío como el símbolo que unifica las diversas demandas. Así, la formación del pueblo como actor político se basa en la transformación de demandas individuales en demandas colectivas (o la transformación de demandas democráticas en demandas populares, como las llama el autor). Estas demandas, como ya hemos dicho, son unificadas mediante los significantes vacíos, que consolidan la cadena de equivalencias (conjunto de demandas que tienen en común el significante que las unifica). La cadena de equivalencias se mueve siempre en una tensión, entre la lógica de la diferencia y la lógica de la equivalencia. Diferencia y equivalencia son incompatibles (las demandas nunca abandonan del todo su carácter particular); al mismo tiempo esta tensión es insalvable y necesaria para la propia construcción de la cadena de equivalencias.

Para la construcción del “pueblo” es necesaria la división del campo político en una frontera antagónica que enfrente dos campos irreductibles estructurados alrededor de dos cadenas de equivalencias incompatibles. El antagonismo es constitutivo de los actores políticos: la frontera entre las demandes insatisfechas que forman la cadena, por un lado, y el poder insensible a ellas, por otro. 

Bibliografía utilizada:

- Engels, Friedrich. (2000) Del socialismo utópico al socialismo científico. Marxists Internet Archive.

- Laclau, Ernesto. (1978) Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo, Siglo XXI de España Editores, S.A.

- Laclau, Ernesto. ( 2005) La razón populista, Fondo de Cultura Económica de Argentina S.A.

- Laclau, E., et Mouffe, Ch. (1987). Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia. Siglo XXI de España editores, S.A.

- Vergalito, Esteban. (2007) Devenires de la teoría del populismo: marxismo, postestructuralismo y pragmatisno en Ernesto Laclau Ponencia publicada en Lértora Mendoza, Celina (coord.) Evolución de las ideas filosóficas: 1980-2005. XIII Jornadas de pensamiento filosófico argentino, Buenos Aires, FEPAI, págs. 36-46. 

* Xavier Granell Oteiza. Estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Valencia.

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