miércoles, 20 de enero de 2016

Avanzar y rectificar, retos para la izquierda


Rebelión

Por Lilliam Oviedo

La victoria de la derecha en Argentina el pasado 22 de noviembre y su triunfo en los comicios parciales en Venezuela el 6 de diciembre, ponen de manifiesto la vulnerabilidad de los procesos de avance político en América Latina. Esos reveses, sin embargo, serán la antesala de nuevas victorias si se descodifica la advertencia contenida en ellos. 
Definen como dañinas las decisiones políticas generadas por el pragmatismo y el inmediatismo, evidencian que es necesario aumentar la eficiencia en el ejercicio económico y en la gestión política, y ratifican que la participación popular debe crecer en términos cualitativos.

A la capacidad de convocatoria de las organizaciones de masas, es preciso sumarle un activismo dirigido a elevar los niveles de conciencia. Esta tarea ha de ser permanente, pues la propaganda del enemigo no cesa.

Las reglas del juego

Los gobiernos progresistas de América Latina han aceptado las normas de la democracia burguesa, sin tomar en cuenta que la oligarquía global prostituye el sufragio.

La afirmación no es tremendista. En Estados Unidos, el costo de la campaña electoral del Partido Demócrata o del Partido Republicano (sujeto al período legal y a lo que figura en declaraciones), en el año 2012 rondaba los mil millones de dólares.

En América Latina, la derecha actúa como bloque para enfrentar a los sectores progresistas y en el terreno electoral mueve dinero de cualquier procedencia para jugar con ventaja.

Por eso se expresó como bloque contra el liderazgo de Hugo Chávez, quien impulsó la proclamación de una nueva Constitución y mantuvo una línea de denuncia y enfrentamiento.

Hugo Chávez, Evo Morales (de Bolivia) y Rafael Correa (de Ecuador), son los presidentes de América Latina que han impulsado reformas de mayor alcance, seguidos por Dilma Rousseff (de Brasil) y José Mujica (de Uruguay).

El gobernante Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, de El Salvador, y el Frente Sandinista de Liberación Nacional, gobernante en Nicaragua, han tenido posiciones muy moderadas.

El gobierno de Nicaragua, a pesar del discurso casi siempre certero del presidente Daniel Ortega y de su adhesión al bloque progresista, ha protegido a la minera canadiense B2Gold, concesionaria de una importante reserva de oro, y ha reprimido a los trabajadores y al pueblo. Esto es solo una muestra de que el gobierno no pretende desmontar las piezas del Estado burgués.

En Chile, la presión popular y la correlación de fuerzas en el bloque gobernante, han logrado medidas importantes como la educación gratuita, pero el gobierno que encabeza Michelle Bachelet no es un gobierno de izquierda.

En Argentina, el sector peronista constituye una fuerza progresista pero no revolucionaria. El peronismo ha sido históricamente un proyecto populista y, en sus orígenes fue asistencialista, no propiamente revolucionario.

La expresidenta Cristina Fernández, negó en junio pasado ser contraria al empresariado y dijo que los peronistas “han articulado y conciliado el rol del trabajador junto al rol del capital para hacer grande un país y construir una nación…”. En sus numerosos mensajes, Juan Domingo Perón, en la primera mitad del siglo pasado, se identificaba con los industriales, comerciantes y el resto de los sectores capitalistas, porque entendía necesaria la estabilidad social.

Obviamente, el peronismo valida las normas burguesas.

Se entiende, entonces, por qué Néstor Kirchner y Cristina Fernández, auparon a un antiguo deportista y exitoso hombre de negocios (ligado al negocio de electrodomésticos por tradición familiar, y vinculado a la empresa multinacional Electrolux), hijo de conservadores y sin arraigo en los grupos más avanzados del peronismo.

Daniel Scioli, cuando el accidente en el cual perdió el brazo derecho mermó su capacidad para seguir cosechando éxitos en la motonáutica (continuó, pero en menor medida) se entregó a los negocios y posteriormente a la actividad política. Llegó a ser candidato presidencial, pero no cautivó al electorado peronista hasta mermar la abstención y el voto en blanco, y se convirtió en perdedor ante un Mauricio Macri ultraderechista que demagógicamente prometió impulsar una mejoría en las condiciones de vida de las mayorías.

En grupos peronistas numéricamente importantes Scioli fue percibido como un enemigo de clase igual que Mauricio Macri.

El ejercicio de conciliación de clases, mediatizó por igual la gestión de Nicolás Maduro y del grupo que lo ha acompañado en el gobierno surgido de las elecciones tras la muerte (muy probablemente inducida por el enemigo) del líder Hugo Chávez Frías.

La cúpula del gobierno de Venezuela ha desvelado la guerra económica, mas no ha procurado castigo para sus impulsores, quienes siguen siendo tratados (James Petras lo reconoce y lo advirtió el año pasado) como grupos de oposición política.

Por eso, al voto duro de la oposición se sumó el 6 de diciembre el de sectores chavistas con escasa formación política, que entendieron que colocando en las instituciones a la oposición se pondría freno al agiotismo, al contrabando y a la especulación con los precios.

Leopoldo López fue hecho preso tras montar un verdadero “show” politiquero, pero sus cómplices sustentadores de la guerra económica siguieron y siguen en las suyas. Dan golpes con hechos de sangre (como el asesinato de Robert Serra) y esconden, trasladan de manera irregular y venden a sobreprecio los productos de consumo diario.

Los dirigentes del Estado no les han puesto el sello de delincuentes que les corresponde y un grupo los favoreció con el voto. ¡Peculiar relación entre el accionar de la vanguardia y el comportamiento de las mayorías!

El pragmatismo como vicio

En la historia del movimiento revolucionario, los ejemplos están a la mano. Los estudios de Marx sobre la situación política y la composición social de Francia en el siglo XIX (Las Luchas de Clases en Francia 1848-1850, y sobre todo El XVIII Brumario de Luis Bonaparte) y las reflexiones de Engels sobre la conciencia de clase del proletariado europeo (en la introducción a la edición de la primera obra después de la muerte de Marx), dejan claro que la vanguardia política tiene la responsabilidad de contribuir a elevar el nivel de conciencia de las mayorías, y que sin ello es imposible preservar un proceso de avance.

En los inicios del siglo XX, están documentadas las discusiones entre Antonio Gramsci y Benito Mussolini en el Parlamento de Italia. Gramsci afirmó que es imposible conciliar con el fascismo, y los acontecimientos posteriores le dieron la razón.

En la historia reciente, figura el revés del sandinismo en Nicaragua en 1990 tras hacer concesiones al enemigo de clase.

El pragmatismo es un vicio, aunque no es el único en el accionar político contemporáneo.

El combate a la corrupción, la eliminación de privilegios de grupos y la búsqueda de niveles cada vez más altos de eficiencia en la gestión económica, son objetivos hacia cuyo logro en cada realidad nacional se puede caminar por rutas diferentes, pero sin desviaciones que afecten la esencia.

Hacer posible lo imposible

Preservar las Misiones Sociales (Misiones Bolivarianas como las llamadas Misión Vivienda, Misión Educación, Misión Salud, Misión Vuelta al Campo, Gran Misión Vivienda…), impedir la reprivatización de empresas estratégicas que han sido nacionalizadas desde 1999 hasta la fecha, y mantener las conquistas sociales logradas, es tarea que el gobierno encabezado por Nicolás Maduro tiene que asumir realizando acciones puntuales.

Es la forma de rescatar la adhesión al proyecto revolucionario de una porción de la población que entendió prudente votar por la oposición de derecha.

Es, también, el único recurso válido para restar fuerza a la inminente acción conspirativa de la derecha, ahora con mayor control institucional.

En el plano nacional, la derecha buscará un referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro o creará las condiciones para dar un golpe de Estado (como en Paraguay con Fernando Lugo o en Honduras contra Manuel Zelaya).

En el plano internacional, buscará el concurso de sus aliados en el intento de restar fuerzas a mecanismos de integración como la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) y a dar orientación entreguista a otros como UNASUR.

El gobierno de Mauricio Macri ya ha comenzado a actuar contra proyectos regionales como la cadena Telesur.

El proyecto de la derecha es global, y tienen que ser de alcance global las acciones para impedir que se imponga. ¡Aunque Obama y Kerry eleven los gritos al Cielo y pidan tomar en cuenta los intereses de los poderosos afectados por las políticas soberanas de defensa a las mayorías!

En los inicios de la década pasada, la acción oportuna del bloque progresista impidió la puesta en marcha del Área de Libre Comercio de las Américas, un proyecto de ultraderecha para sellar el sometimiento.

La derecha es demagógica, pero sus acciones la retratan. Es momento de asumir los grandes retos. Si es interesante la muy citada frase del Che Guevara de que en el imperialismo no se puede confiar “ni tantito así”, mucho más elocuente es el enunciado introductorio en la voz del guerrillero: “Porque es la naturaleza del imperialismo la que bestializa a los hombres…”

Se revela, pues, como urgente y necesario accionar para aniquilar políticamente al imperialismo y a sus servidores, y no ceder al inmediatismo apuntalando su ejercicio de dominación.

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