sábado, 24 de agosto de 2013

La cantidad de bien que podemos alcanzar


Diagonal

Por Belén Gopegui

Es mucho lo que Google no sabe, es bastante lo que la red no puede saber, porque sucedió hace tiempo, cuando la red aún apenas comenzaba, o porque aún lo escondemos o porque no se graba ni se escribe. Hoy he buscado en Google Juan Blanco y ha sido como si todo eso, lo que Google ignora, lo que se oculta al otro lado de las lindes, emergiera mostrando su fuerza. Cinco, seis, diez entradas a lo más que aludan al Juan Blanco nacido en 1928, filósofo y maestro, muerto en 2002. Que esto sea así no indica una torpeza excesiva por parte de Google. Cierto que para llegar a otras entradas hay que introducir más datos y saber de antemano que están ahí. Pero cierto también que Juan Blanco huyó de la escritura, quiso ser ágrafo pues pensaba con Sócrates que las palabras solas eran incapaces de defenderse a sí mismas e incapaces de enseñar suficientemente la verdad. Quien no conociéndole quiera saber algo de él, puede acudir hoy a un libro de Sixto Rodríguez, Juan Blanco, el último filósofo griego, excelente colección de algunos escasos escritos dispersos suyos, junto con multitud de textos sobre su magisterio. Y a los artículos de Francisco León y Valentín Fernández sobre su filosofía. Es poco, pues Juan hizo su apuesta, no puso sus semillas en los jardines fáciles de la escritura, sino en los más turbulentos de acción y la virtud que sostienen el acto de pensar. Cabe suponer que Juan Blanco se habría divertido con la red, como lo hizo con tantas otras cosas, y no dejaría de admirarle esa capacidad, adquirida mediante la conexión, de algunas palabras para defenderse a sí mismas de troll, del argumento falaz, del dato borrado, ni esos discursos que, trenzados en común, logran difuminar la distancia entre lo hablado y lo escrito. Siguiendo a Kant, Juan definía la libertad como la cantidad de bien que podemos alcanzar, pero no olvidaba a Hegel ni a Marx, ni el papel del movimiento, la praxis y la lucha para construir las condiciones en que ese bien posible sea alcanzable. Trato de imaginar a Juan Blanco allí, al otro lado de las lindes, en el entorno donde las cosas pesan, y le veo una vez más animándonos a recordar, en la lucha para construir las nuevas condiciones, que una sola vida nos ha correspondido a cada hombre y a cada mujer y que el fin de la misma no es vivirla, ni siquiera vivirla bien, el fin es una vida en común buena.

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