martes, 25 de junio de 2013

Apuntes de la situación nacional



Vos el Soberano 

Por Gustavo Zelaya

Todo lo subsiguiente apenas trata de algunos momentos de la historia nacional, muy parciales,  arbitrariamente elegidos y muy apresurados, de tal modo que no intento exponer un tratado histórico-filosófico ni mostrar la totalidad de la dinámica social porque escapa a mis posibilidades, sea por limitaciones intelectuales y por no tener a mano las fuentes bibliográficas necesarias. Sólo es un remedo de ensayo a propósito de la Asamblea Nacional Extraordinaria del partido Libertad y Refundación. Que sirva esto de salvedad a posibles defectos en los datos y en la exposición.

Revisar aspectos de la historia nacional puede servir para entender un poco más acerca de los procesos actuales. Sólo que eso de “actuales” podemos referirlo a situaciones ocurridas en 1900 o en 2013. Más o menos se originan entre el siglo XIX y los inicios del siglo siguiente, pero impactan en los tiempos presentes. Por ejemplo, el surgimiento de los partidos políticos tradicionales en las primeras tres décadas del siglo XX, la dictadura de Tiburcio Carías que de algún modo resuelve las diferencias entre los caudillos político-militares de la segunda mitad de ese mismo siglo, la huelga bananera de 1954 que hace posible el nacimiento del movimiento sindical y de los grupos políticos de inspiración socialista,  la organización de las fuerzas armadas como entidad  autónoma y el acuerdo de la oligarquía local para expresarse en el Estado Nacional por medio de la supuesta alternabilidad de los partidos Liberal y Nacional, que hacen de los políticos tradicionales leales sirvientes de los intereses norteamericanos. Son más de cien años sin que se hayan producido resultados dramáticos a favor de la mayoría de la población y que han enriquecido a un reducido grupo oligárquico.

Todos esos momentos y el relativo desarrollo económico fueron ubicando al país en el mercado mundial. Son algunos períodos importantes que marcan la historia nacional pero no logran impulsar una producción material y espiritual similar a otros países de la región como Costa Rica y Panamá.  Es decir, parece que aquí hay gran lentitud en los cambios, una pausada evolución en las clases sociales y en la organización social. Esto puede rastrearse en distintos libros sobre la historia hondureña y en autores que han indagando cómo se han generado algunos grupos económicos y políticos a partir de las explotaciones mineras, de la extracción de la madera, de la formación del enclave bananero y más recientemente con la implantación de la industria de la maquila.

Así, aunque se intente introducir tecnología adecuada, a excepción de la llamada agroindustria, vemos pocos cambios en la agricultura y en la industria de forma que las relaciones agrarias siguen portando cierto acento feudal, y los dedicados a la industria y al comercio requieren de la protección  estatal, de los contratos con el gobierno y de los múltiples privilegios que se derivan de esa relación; hay, también, un fuerte acento patriarcal en la economía, la cultura y la política.  El desarrollo de una “burguesía” nacional se ha forjado a expensas del Estado, de los contratos, las concesiones, condonaciones de deudas, exención y amnistías tributarias, control de mercados en donde ciertas empresas acuerdan precios y sectores geográficos de distribución de sus productos;  pero también zonas de utilización de tecnología industrial como las maquilas en donde aparecen grupos de trabajadores no organizados, que trabajan por contrato, que se movilizan de fábrica en fábrica, y, especialmente, desde tiempo atrás se ha erigido un sistema educativo, cultural, que ha hecho posible la  creación de  una  mentalidad  conservadora en gran parte del pueblo, esto es, los vínculos familiares, la tradición política y los problemas culturales-psicológicos provocan en muchas persona ciertas creencias que hacen que muchos digan que se  “sienten de corazón” miembros del partido tradicional desde que nacieron, etc.

Esa lentitud se nota también en el campo de las ideas. Las ideas escolásticas, propias del medievo, llegaron con los españoles cuando en Europa esa filosofía estaba en decadencia; se conocieron las expresiones del racionalismo, el empirismo y de la ilustración  (Rousseau, John Locke, Montesquieu, Diderot y los enciclopedistas, etc.) cincuenta años después; los fundamentos teóricos del pensamiento y la organización política liberal se intenta aplicarlos entre 1900-1920, casi un siglo después de haber sido formulados en Europa. Por ejemplo, entre los años comprendidos entre 1955 y 1989, la discusión de las categorías socialistas (Marx, Lenin,  Stalin, Mao, Trotsky) se lleva a cabo con el apoyo principal de los manuales de divulgación de esas ideas y raras veces con la lectura de la obra de esos autores, y el ámbito de impacto ha sido limitado a círculos estudiantiles, intelectuales y posiblemente a ciertos miembros de la cúpula sindical.

¿Movimiento obrero, movimiento popular o clase obrera?

Los distintos partidos de izquierda que han existido en nuestro país han declarado ser la vanguardia de la revolución socialista encabezada por la clase obrera. Por causa del tipo de desarrollo capitalista que aquí ha existido, con poca industria instalada y con una mayor extensión del comercio, de los servicios y de la burocracia estatal, la cuestión es compleja y puede dudarse si realmente esos partidos han podido representar a esa clase o si más bien lo que han querido decir es movimiento popular en vez de movimiento obrero. Y el asunto no es un problema que tenga que ver con los términos utilizados, con la semántica, o que se vincule con la precisión en los conceptos y su relación con la realidad. Al estilo de las disputas feudales entre los escolásticos acerca de los términos universales y su origen. Es probable que en algunos casos la cuestión se haya desarrollado en forma similar  a esa discusión medieval  y se hayan esforzado por más de 60 años en proponer conceptos, voces, palabras, para después hacer encajar la realidad social en la teoría. Entre otras cosas se trata de saber si realmente es correcto, justo, decente, revolucionario, emplear expresiones como obrero, interés de clase, origen de clase, proletario, vanguardia, sujeto de la revolución, etc., en una circunstancia histórica como la nuestra.

En sentido estricto la clase obrera la forman los obreros industriales, ellos son los que incorporan su trabajo y valor a los productos, en nuestro caso tal formulación se puede ampliar e incluir en esa categoría a los obreros agroindustriales, a los que trabajan en áreas administrativas del sector industrial y que tengan que ver con la producción de objetos que contienen valor agregado, económicamente representados por los sindicatos y políticamente por los partidos ¿obreros? socialistas o comunistas; y otras expresiones al estilo de los frentes amplios y partidos multiclasistas. En sentido amplio, el denominado movimiento obrero o popular incluye un abanico de fuerzas compuesto por algunos sectores campesinos, cooperativistas urbanos y agrarios, trabajadores de los servicios, empleados estatales, algunos obreros industriales organizados en sindicatos o en movimientos políticos, estudiantes, intelectuales, comunidades rurales y urbanas representadas por patronatos, los desempleados, pequeños propietarios y otros que son parte de la llamada economía informal, grupos cristianos de cualquier denominación, personas con otras formas de creencias y espiritualidades, grupos indigenistas, feministas, profesores, algunos que se denominan independientes, ambientalistas, la denominada diversidad sexual, en fin, seguramente que hay otras organizaciones sociales y grupos marginados, marginales, invisibilizados por prejuicios patriarcales y por la explotación neoliberal que se consideran parte del movimiento popular.

En todo ese heterogéneo movimiento han existido formas de organización que muchas veces no ha sido tan abarcador, como ocurre con los sindicatos y las organizaciones  campesinas, con el movimiento estudiantil, el feminista y el magisterio, pero esa limitada cobertura no ha reducido su posibilidad de responder frente a la autoridad, de generar formas de conciencia, de intentar crear expresiones culturales diferentes a la oficial y de organizar importantes grupos de la población. Todo ese variado movimiento  social ha logrado expresarse en la  formación del FNRP y la movilización generada es prueba de las posibilidades reales del movimiento popular. A pesar de las diferencias y de debilidades. Es muy probable que esa diferencia existente entre organizaciones y entre las personas que conforman el movimiento popular sea la fuerza principal del FNRP y de su expresión política mayoritaria como es el partido Libertad y Refundación, y que tal pluralidad sea también la tendencia determinante de esta manifestación del pueblo y el principal contenido político en donde se fundamenta su vigencia.

¿Podrá ser una fortaleza del movimiento popular participar en procesos electorales para que, desde dentro, se pueda minar el sistema? En tal sentido, también se pretende desarrollar un proceso para restaurar las instituciones del Estado y que eso sea  uno de los objetivos de la lucha, pero qué o quién garantiza que antes de la participación electoral se efectúen algunas reformas que han sido enarboladas como reivindicaciones populares. Parece que se puede intentar transformar componentes del sistema social y reformar otros. Sin embargo, correrá por cuenta del FNRP y de las organizaciones políticas que se oponen a los partidos tradicionales mantenerse dentro del sistema electoral y defender las conquistas que se logren en procesos electorales. Y en ese mantenerse dentro de este elemento del sistema social, tendrán que hacerse cargo de cualquier tipo de consecuencia que derive de esa convivencia con la tradición política.

Además, de lograrse victorias electorales significativas, ello no significa que se haya conquistado el poder, tal vez el poder formal, gubernamental, legislativo. Pero durante algún tiempo se mantendrían intactas las bases materiales del poder más decisivo que es el económico. Es probable que el camino de las reformas sirva para democratizar un poco ese poder económico y se puedan lograr niveles más equitativos en la distribución de la riqueza social, incluso, modificar el rol de las fuerzas represivas y otras aperturas importantes en todo el Estado. Pero esto no significa que se logren cambios radicales en la estructura económica. Todo esto parece muy complejo y contradictorio pero hay momentos en el movimiento social en donde pueden coexistir aspectos de la tradición con otros realmente innovadores.

Algunos podrían molestarse de forma exagerada y descalificarán las reformas o el estilo socialdemócrata de organizar una sociedad, pero en esta circunstancia nacional  y con el significado histórico de nuestra  tradición política y cultural ¿se podrá menospreciar el dominio de los gringos y la respectiva coyuntura internacional? ¿Se podrá dejar de lado el rol de los militares como guardianes de la oligarquía? ¿Seremos indiferentes a la tradición cultural en la conciencia de grandes sectores del “pueblo”? Lo menos que se puede pedir es el establecimiento de relaciones respetuosas entre países con desarrollo desigual. Esto puede ser fundamental. Hay otra cuestión más: ¿será cierto que hay un crecimiento en la conciencia social y que ahora somos más críticos? ¿Qué tan grande será ese crecimiento de la conciencia?

Aunque las respuestas sean complejas y el papel del movimiento popular sea mediatizado por la inserción en el sistema electoral, aunque se provoquen dudas sobre la composición de la dirigencia de  los grupos políticos opuestos al golpe de estado, al sistema neoliberal y que ahora hablan de refundación nacional, un paso hacia adelante que dé el movimiento popular –FNRP-LibRe-Convergencia Refundacional-FAPER-Unificación Democrática y otros con objetivos afines, ese paso que se dé  será un indudable progreso en la edificación de una sociedad que supere el modelo neoliberal.

¿Estamos en una situación revolucionaria?

Un poco después del golpe de Estado contra Manuel Zelaya el Comandante Fidel Castro, impresionado por las masivas protestas y por la permanencia de esa lucha, afirmó que aquí se “gesta una revolución”. Se estaba refiriendo a un proceso que estaba mostrándose en cada momento de la resistencia contra la ruptura constitucional, que no decaía a pesar de la durísima represión y los asesinatos cometidos por los golpistas y sus fuerzas represivas. Habría que diferenciar entre el significado de ese gestarse una revolución de la llamada situación revolucionaria.

Una situación de ese tipo puede ser consecuencia de al menos tres causas:

1.- La ruptura que existe entre el desempleo, el atraso, la crisis económica  y el afán desmedido de la oligarquía nacional por aumentar sus ganancias.

2.- La monstruosa ruptura entre legalidad que aparenta el sistema judicial y la dudosa legitimidad del mismo; y al menos existen cinco eventos que muestran esa ruptura: el apoyo de la Corte Suprema al golpe de Estado, la creciente impunidad, la corrupción y la ineptitud de las fuerzas de seguridad en el combate a la delincuencia, la probable infiltración del crimen organizado en todo el sistema (jueces, policía, fiscalía, políticos), la continua formación de “comisiones interventoras” oficiales para investigar casos concretos y no resolver ninguno de ellos y el caso particular de Enrique Flores Lanza que sacó a la luz una nueva categoría ¿jurídica o social? “el sicariato judicial”.

3.- El sentimiento generalizado por la desigualdad y la injusticia en el trato a las personas.

Además, puede decirse que el aumento de las ganancias, o al menos una ganancia aceptable dentro de la crisis, de la inmensa mayoría de las empresas nacionales y las transnacionales  no se ha debido a un aumento de su producción, a la calidad de sus productos y al fomento del consumismo y del uso de las tarjetas de crédito, sino a especulaciones financieras, a la corrupción,  a los contratos con el Estado,  a los préstamos bancarios que se orientan sobre todo al consumo y a una pocas actividades industriales; y toda esa actividad revestida de un ropaje legal, parece  oponerse a la legitimidad y a ciertas convenciones morales cuando buena parte de la población hondureña está en condiciones precarias y el dinero que obtienen apenas le alcanza para comer, muchos están desempleados o subempleados. Además, si el FNRP y otras organizaciones sociales y políticas pretenden representar intereses y reivindicaciones populares, tendrá que hacer mucho más en materia organizativa y propagandística para hacer creer a la mayoría de la población que tras de sus banderas están los verdaderos anhelos de justicia, igualdad y democracia.

Es probable que a los hondureños nos interese que el Estado no nos cargue de tantos impuestos, que los funcionarios públicos sean honestos y eficientes en su labor, que los fondos nacionales sean invertidos en mejorar el sistema educativo y de salud, que el sueldo alcance, que el salario mínimo sea justo y que se respeten sus organizaciones gremiales y sindicales. Mientras que cuando se habla en los programas políticos, en las proclamas o en los discursos de los líderes políticos, de solidaridad, de refundación, de socialismo proliberal, de socialismo democrático, del socialismo del buen vivir, de socialismo a secas, de igualdad, etc., suena más bien como pura palabrería o simples emotivas exclamaciones  cuando hay profesores que no reciben sus salarios o son despedidos ilegalmente, en donde hay miles de desempleados y otros empleados que no reciben el salario mínimo, niveles asesinos de desnutrición infantil, en cada día y en cualquier rincón del país aparecen personas cruelmente asesinadas  o  ese sangriento conflicto en el Aguán que ha desangrado familias enteras,  son situaciones muy claras que deben ser enfrentados con acciones concretas y prácticas en unas circunstancias de descalabro financiero y de crisis general. Esas acciones deben manifestarse en los programas de gobierno y tienen que estar presentes en la campaña electoral.

¿Crisis económica?

Si observamos desde estas perspectivas la situación económica-social de la Honduras del Siglo XXI nos damos cuenta de que: 1, no es posible producir empleo masivo en el  corto plazo; 2, la cantidad de desempleados aumenta y muchos de los despedidos quedan sin prestaciones por falta de fondos; 3, los problemas derivados de una aparente integración ciudadana entre gente del campo y los de la ciudad puede ser una bomba de relojería cuando el empleo escasea, la infraestructura pública se desmorona y el consumo de recursos nacionales se dispara porque son utilizados en la campaña electoral o simplemente son robados por los que ocupan el poder político.

Un dato del COHEP dice que hay alrededor de 1 millón 600 mil desempleados y que diariamente se cierran empresas por culpa de la cantidad de impuestos que se tributan y por las extorsiones del crimen organizado. Además del alza en la canasta básica, en los combustibles, en el transporte público, la carencia de vivienda digna, la vulnerabilidad del territorio frente a los fenómenos naturales, se complica el acceso a la educación y a la salud. Todo ello es parte  de la crisis social que parece no tener solución.

Pero, independientemente de la crisis general, tenemos algo que no existía antes el 28 de junio, al menos abiertamente. Una discusión apasionada, en los barrios, las colonias, los amigos y amigas haciendo y debatiendo sobre política, sobre la libertad colectiva, los derechos, el rol del FNRP y de las distintas expresiones políticas que creen representar al pueblo;  una estrategia y una táctica que tal vez esté formándose  mediante la polémica de si es conveniente o si es de “revolucionarios” participar en los  procesos electorales. Y la gente que dice ser “resistencia pura” queriendo demostrar algo diferente: es decir, parece que hay energía social y disposición para la acción colectiva inmediata. El FNRP y el partido LibRe tienen la debida  conciencia  que la historia los ha colocado en la posición de vanguardia inteligente del proceso de liberación. El momento no lo hemos elegido. La situación, tampoco. Los dirigentes políticos que el neofascismo nacional tilda como más “radicalizados”, supuestamente “más críticos”, parece que no aspiran a jefaturas ni a  cargos futuros. Eso lo desprecian en público. Y es algo que incomoda a los voceros de la derecha cavernaria.  Pero con esos dirigentes populares, estigmatizados por la tradición política, se debe contar para participar conscientemente en el  movimiento social que tiene como bastión político al partido Libertad y Refundación y a su candidata presidencial Xiomara Castro.

¿Y la crisis Política?

El gobierno actual está controlado por enlaces militares en todos los ministerios y en las instituciones autónomas, vemos empresarios privados participando en asuntos públicos, nos envuelve un sistema judicial que genera desconfianza,  nos acechan fuerzas represivas a las que se les perdió el respeto, existe una posible implicación de jerarcas políticos-militares-empresariales, en la narcoactividad y vinculados con el crimen organizado, desprestigio de partidos tradicionales, y una fuerza política importante que por ahora no puede acceder al poder pero que pone en crisis al poder tradicional.

Todos esos eventos que llamamos crisis económica, crisis social y política, hacen suponer a algunos que estamos frente a una serie de condiciones propias de lo que se conoce como situación revolucionaria ¿Será cierto o es una superficial ilusión?

A cualquier luchador social y político se le hace claro que la transformación de la sociedad hondureña  no es posible si no hay una situación revolucionaria, y que esa situación no significa que se llegué a una transformación del sistema. Por lo menos hay tres signos en una situación revolucionaria:

1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; que exista tal o cual crisis de las “alturas”, una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpe el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar que “los de abajo no quieran”, sino que hace falta, además, que “los de arriba no puedan” seguir viviendo como hasta entonces.

2) Una agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas.

3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad del movimiento popular, que en tiempos de “paz” se dejan despojar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos “de arriba”, a una acción histórica independiente.

Sin estos cambios objetivos, no sólo independientes de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la transformación social es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se denomina situación revolucionaria. Esta situación se dio en 1905 en Rusia y en todas las épocas revolucionarias en Occidente; pero también existió en la década del 60 del siglo XX en Alemania, en 1859-1861 y en 1879-1880 en Rusia, a pesar de lo cual no hubo revolución en esos casos 

¿Por qué?

Porque no toda situación revolucionaria origina una revolución, sino tan sólo la situación en que a los cambios arriba enumerados se agrega un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de los grupos sociales excluidos de llevar a cabo acciones  lo suficientemente fuertes para romper o debilitar el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, “caerá” si no se le “hace caer”. Y esas acciones no necesariamente son armadas, pueden ser de otro tipo como el paro general, la movilización constante o un triunfo electoral.

Significa también que debe alcanzarse un desarrollo en la conciencia social y en la organización ¿Tenemos ya ese desarrollo en la conciencia social? ¿O confundimos la conciencia social  y la organización del grupo cercano o de los amigos y amigas con la de todo el pueblo oprimido?

Como no trato de inventariar todos los elementos de una crisis ni de una situación revolucionaria, es muy posible que existan más elementos importantes, más necesarios que ayudan a diferenciar entre la crisis general que se notan en las deprimentes condiciones económicas y sociales y la situación que conduce a una transformación social.

No se puede saber por adelantado, ni indicar con exactitud matemática, en qué momento de estos procesos es posible una transformación o una refundación del país. Tal vez pueda descubrirse en el crecimiento de los movimientos sociales y políticos,  en la influencia sobre grupos urbanos, sobre los campesinos y la pequeña burguesía de las ciudades, etcétera; y por el debilitamiento político y económico de las clases dominantes.

Y si se pudiera  aplicar estos criterios a la situación nacional, vemos que:

a) Las condiciones económicas y sociales existen y se vuelven más apremiantes y agudas.

b) Sin embargo, todavía estas condiciones económicas no provocaron una respuesta psicológica. No es suficiente que exista un cambio en las condiciones económicas o que se profundice la pobreza y el desempleo, ya intolerables, sino que tendría que generarse un cambio en la actitud de las distintas clases hacia la inaceptable y catastrófica situación que vive Honduras.

El desarrollo económico de la sociedad es un proceso gradual, que se mide en siglos y décadas. Pero cuando se alteran radicalmente las condiciones económicas, la respuesta psicológica, ya demorada, puede aparecer muy rápido. Por ejemplo, a partir del 28 de junio, muchos hondureños desarrollamos el nivel de conciencia social, pero no lo suficiente. Y así sucedan rápido o lentamente, esos cambios inevitablemente deben alterar el estado de ánimo de las clases. Solo entonces se puede creer que tenemos una situación revolucionaria.

En términos políticos, puede significar:

a) Que el movimiento popular y el pueblo que supone representar debe perder su confianza no sólo en los conservadores y en los liberales sino también en el sistema de gobierno y en todos sus componentes (judicial, electoral, seguridad, educativo, etc.). Tiene que concentrar su voluntad y su coraje en los objetivos y métodos que conduzcan al cambio de la situación actual.

b) Que la clase media pierda sus creencias en el sistema político y social y logre coincidencias con el llamado movimiento popular.

c) Que las clases poseedoras, las camarillas gobernantes, rechazadas por las masas, pierden su confianza en sí mismas.

Estas actitudes pueden desarrollarse  pero todavía no existen en buena parte de nosotros. Pueden desarrollarse en un lapso breve debido a la agudeza de la crisis. Este proceso puede llevar dos o tres años, o más tiempo. Pero hoy es una perspectiva, no un hecho. Tenemos que basar nuestra política en los hechos de hoy, no en los de mañana. Las condiciones políticas de una situación  que provoque transformaciones se desarrollan simultánea y más o menos paralelamente, pero esto no significa que maduran todas al mismo tiempo; éste es el peligro que siempre va a existir. De las condiciones políticas en sazón, la más madura parece ser  el FNRP y las organizaciones políticas del movimiento popular. No está excluida la posibilidad de que la transformación del movimiento popular y de la clase media, y la desintegración de la clase dominante, se desarrollen más rápidamente que la maduración de esas organizaciones. Esto significa que podría darse una verdadera situación revolucionaria sin un partido revolucionario adecuado, según la tradición de la literatura de izquierda. O que se exprese de otra forma: como FNRP o una alianza amplia de fuerzas democráticas mucho más abarcadora que la que existe dentro del partido Libertad y Refundación.

En todo ese proceso social de crisis  está la posibilidad de que aparezcan situaciones de calma momentánea en donde los grupos en conflicto se reorganizan, replantean formas de lucha, analizan situaciones, o negocian y ceden espacios; sea por agotamiento, acomodamiento, emotividad, nuevas coyunturas y por presiones internacionales. Aquí es donde se puede saber cuál es el nivel de conciencia y de organización logrados; se ponen a prueba lealtades, aparecen fugas, traiciones, etc. Y pueden ser seguidos por momentos de estancamiento y fases de represión violenta, asesinatos, desaparecen militantes, agresiones físicas, etc. Tampoco hay forma exacta de medir la duración de esas etapas y sólo se superan con organización y movilización popular, y la Decencia demostrada por el movimiento popular y muchos  de sus líderes.

Por último: durante todo este proceso y desde el 28 de junio de 2009, se prometió, se esperó, se exigió, la huelga general, el paro nacional que nunca fue efectivo por diversas razones: debilidad del movimiento popular, debilidad política, duras condiciones represivas, poca organización, un movimiento sindical sin presencia en los centros de trabajo, etc. Aunque el momento actual parece tener una tendencia principal que es la actividad electoral. Sin embargo, de lograrse triunfos electorales se espera que al poder político no deban llegar arribistas políticos tradicionales que medran dentro del movimiento popular, sino que los elegidos realmente representen al pueblo, aunque provengan de la tradición vernácula pero con superiores compromisos sociales como ser la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, para edificar una Honduras más digna..

Por lo tanto, la organización democrática del movimiento es una cuestión crucial, no sólo para el crecimiento de la lucha, sino también para la solución de la cuestión del poder que sirva a los intereses y aspiraciones del pueblo trabajador indignado. Hay que considerar también que muchas de las opiniones presentadas por los diferentes grupos de intelectuales y de cualquier índole en el movimiento popular como “insurrección nacional”,  “refundacionales”, “electoreros ", “bloqueros”, “procedimientos directos",  "democracia a través de sms y e-mails", “redes sociales”, “barrios y colonias”, “resistencia pura”, “diversidad sexual”, los que nos atrevemos a escribir algo sobre socialismo o sobre reforma,  y tantos más que se presentan como "democracia directa", como luchadores populares en resistencia tal vez tengamos poco que ver con los problemas inmediatos o con la futura democracia, tampoco proporcionamos la última palabra, pero intentamos contribuir en el esclarecimiento de la situación nacional siempre y cuando nos debamos al pueblo, a la Resistencia Popular, a Libertad y Refundación y a la victoria electoral de Xiomara Castro.

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