miércoles, 19 de junio de 2013
La situación de la cultura en Honduras
Por Anarella Vélez
La descomunal diferencia entre el presupuesto asignado a la Secretaría de Seguridad y a la Secretaría de Defensa y la Secretaría de Cultura Artes y Deportes (SCAD), mientras alas dos primeras se le conceden L. 7,785,427,629 a la SCAD se asignan L. 238,818,556.
Históricamente, las nociones de cultura y política van de la mano con la construcción del Estado Nacional. En este devenir la pregunta de:
¿qué es ser hondureña/o? ha sido el eje conductor de la búsqueda de una explicación de nuestros orígenes y nuestros rasgos culturales propios.
Por ello, reflexionar en torno a la situación de la cultura en Honduras supone un examen de la sociedad en su proceso de cambio.
Vale reconocer que estas reflexiones parten de la convicción de que en la actualidad coexisten formas nuevas de producción de la cultura que se mezclan con las tradicionales e históricas, y que esta compleja realidad genera públicos distintos y también, otro modo de presentación de estos productos culturalesante la sociedad.
Por otra parte,se debe entender que este proceso de producción, distribución, circulación y consumo de bienes culturales en el contexto de la globalización adquiere particulares formas de expresión y que ésta especificidad afecta a la cultura en sus múltiples manifestaciones. Las políticas públicas no pueden desconocer estas transformaciones del nuevo siglo.
Así mismo, el neoliberalismo y la denominada crisis económica internacional, que no es más que un reacomodamiento del sistema, también tienen un impacto en los discursos culturales que dan paso al resurgimiento de las identidades restringidas o culturas marginales, las cuales se definen y redefinen, ya que no son rígidas ni inamovibles, y poseen rasgos de consumos globalizados, los que, en una sociedad democrática deben ser consideradas como parte de la vitalidad de la cultura hondureña.
La ciudadanía de nuestro país tiene plena conciencia acerca de la inexistencia atávica de una política de Estado para el desarrollo de la cultura, de ahí que hasta hoy, no encontramos bien definidos sus límites, sus imaginarios. En este mismo orden de cosas, la educación pública no ha jugado el papel tradicional de homogeneizar valores, identidades, subjetividades. Le ha dejado este papel a la iglesia.
De suerte, la sociedad civil ha contribuido a generar proyectos sociales y culturales, y tras el golpe de Estado del 2009, se ha gestado un nuevo público con nuevas demandas y exigencias de ofertas culturales que ha derivado en un campo cultural autónomo, que logra saltar sobre las barreras que le imponen las instituciones del Estado y va más allá, se trata de una producción cultural que se insubordina ante el modelo económico y político que le impone obstáculos.
Estas nuevas propuestas cuestionan las connotaciones ideológicas que subyacen a la división entre cultura popular y cultura de élite, tan profundamente vinculada a una visión de la historia que contrapone la civilización a la barbarie. Esto ha generado un discurso artístico, cultural, profundamente marcado por la política, a pesar del castigo económico por el que atraviesa la sociedad hondureña.
Desde el sector cultura, se cuestionan las políticas de privatización de lo que deberían ser empresas públicas, como aquellas de divulgación cultural –museos, medios de comunicación, entre otras- que ha reflejado la debilidad del Estado en el sentido de no establecer normativas claras al respecto.
Y lo más grave aún, es la descomunal diferencia entre el presupuesto asignado a la Secretaría de Seguridad y a la Secretaría de Defensa y la Secretaría de Cultura Artes y Deportes (SCAD), mientras a las dos primeras se le conceden L. 7,785,427,629 a la SCAD se asignan L. 238,818,556. Por estas razones, la ciudadanía está convencida que la política cultural debe ser revisada para alcanzar lo que actualmente se denomina democratización de la cultura.
Hoy en día nadie duda que uno de los elementos que contribuyen al desarrollo de los pueblos es la inversión en este sector. Nuestra Nación está conformada por diversas nacionalidades y etnias y se nutre de los diferentes aportes de la sociedad. Los aspectos de mayor trascendencia a la hora de abordar esta problemática es el de la conservación y el desarrollo de la identidad cultural en su diversidad.
Una Secretaría de Cultura, para que sea funcional y eficiente, deberá ser dotada de facultades y de una estructura organizacional que permita gestionar, crear políticas culturales y desarrollo social de calidad, para lo cual es conveniente conocer las propuestas, demandas y criterios del sector, a fin de formular los conceptos claves necesarios para generar una visión de las políticas públicas de la cultura que responda a las necesidades de toda la ciudadanía.
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