martes, 11 de junio de 2013
Haití, la primera víctima de la tentación imperialista de Brasil
Por Joël Léon
"Garantizar la seguridad pública es ocuparse de que nadie sea asesinado
ni sea víctima de ninguna forma de violencia”
Amnistía Internacional
Antes de la llagada a Haití de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH, por sus siglas en inglés), cuando se hablaba de Brasil, se hacía referencia al fútbol, al rey Pelé o al carnaval de Rio, que constituye una maravilla artística y cultural. Esto es tan cierto que en su cruzada por ganar los corazones y espíritus de los haitianos, el 18 de agosto de 2004 el gobierno utilizó a la selección brasileña de fútbol para jugar un partido de fútbol bautizado “Por la paz” contra la selección haitiana. Aquel día supuso un tormento para nuestros patriotas haitianos que vieron a nuestro congéneres aplaudir a los jugadores brasileños en detrimento de sus compatriotas. Y para crucificar aún más al país, los jugadores y dirigentes brasileños se fueron al país vecino a pasar la noche después del partido, lo que significaba que Haití no era digno de honrar la hospitalidad de las estrellas brasileñas. ¡No importa! Hoy, además del fútbol y la cultura brasileña, también hay las masacres de pobres personas, el cólera y también la arrogancia natural de un ocupante para con los sujetos vencidos. Y, sin embargo, desde un punto de vista geopolítico y estratégico, la realidad brasileña es radicalmente diferente y está guiada por el empeño en extender su influencia sobre los demás países de la zona.
La manera más simple de definir el imperialismo es la siguiente: “Aquello que busca extender su autoridad sobre otros”, en especial, los Estados más pequeños. Con su presencia militar en Haití Brasil ha entrado en una fase imprudente en la que es indispensable causar víctimas para proteger su estatuto de potencia regional. Brasil es hegemónico ya que controla el 40% de la economía sudamericana. Es una transformación lógica. Tanto los imperios como sus sistemas nacieron “entre sangre y sudor”. La dominación no tiene corazón; aunque unos dominadores sean más feroces que otros, todos se basan en la necesidad imperialista de sometimiento para poder saquear mejor las riquezas de los demás a beneficio de sus clases dirigentes, ya sean castas o tribus. En este contexto del siglo XXI en el que la complejidad del mundo ampliado es más difícil de controlar el juego de las alianzas en más trágico que nunca. En el mundo hay demasiadas convulsiones, demasiados fuegos que hay que apagar, demasiados pueblos en ebullición… Hay otros socios, sin duda menos poderosos pero capaces de imponerse en los conflictos de débil intensidad para salvaguardar los intereses de los más poderosos. Así se presentó Brasil.
Nos es casual que Estados Unidos y Francia hayan elegido a Brasil. Conocen sus ambiciones imperialistas de segundo amo del hemisferio desde el punto de vista económico: su obsesión declarada de formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU y también está la experiencia de los años de la dictadura en la represión y el asesinato, elemento esencial de la tarjeta de visita internacional de Brasil. Sin desdeñar, sin embargo, el interés de los ricos de este país por extender sus producciones y cultura por todas partes en la zona. Cuando estos dos conquistadores solicitaron sus servicios, sabían a ciencia cierta que el entonces presidente Lula Da Silva no se podía resistir a esta propuesta. Para ello había que sacrificar los vínculos y las convicciones ideológicas para llenar su tarjeta de conquista. Así, los estadounidenses, canadienses y franceses han legado al país de las favelas el mal de “aprendiz tutor” ya que ellos están demasiado ocupados en hacer frente a otras convulsiones creadas a medida en el mundo.
La misión del Brasil de Lula es “estabilizar” Haití. En términos no diplomáticos, Brasil debe desempeñar un papel de gendarme. Los reveses sufridos por Estados Unidos en Somalia en 1994 y 1995, y el estancamiento en Iraq y Afganistán, y más recientemente en Libia y Siria son demasiado recientes para aventurarse a otro problema en el que se enfrentan negros. Lula Da Silva había abusado de los estrechos lazos culturales existentes entre ambos pueblos, Haití y Brasil, para poner en práctica la política conquistadora.
¡Atención, progresistas haitianos!
Algunos progresistas haitianos se dejan engañar por la lógica de las proximidades ideológicas con el partido en el poder en Brasil manteniendo un silencio cómplice ante la agresión imperialista brasileña contra Haití. Acto que debe ser considerado una violación palpable del primer capítulo de la llamada doctrina del mundo libre, la autodeterminación de los pueblos. El ejército brasileño asegura la ocupación de Haití con 1.200 hombres y unas docenas de policías que deliberadamente fusilan a los pobres y poseen las mujeres haitianas con apetito. Este comportamiento es digno de cualquier ocupante; por consiguiente, el Estado brasileño no es progresista. Por el contrario, es depredador y le hace el trabajo sucio al imperialismo.
Tras la salida de Jean-Claude Duvalier en 1986 quienes contribuyeron a la perpetuación de su régimen por medio del terror y de la tortura se volvieron molestos. El tristemente célebre torturador Albert Pierre, alias “Ti boule”, fue invitado a embarcarse hacia Brasil, un Estado que, sin embargo, no había firmado ningún tratado de extradición con Haití. “Ti boule” se quedó allí sin que nadie le molestara hasta su apacible muerte sin poder dar cuentas de sus crímenes odiosos contra la nación haitiana. Así pues, existen antecedentes no reglados entre ambos Estados que merecen que los expertos los analicen para desvelar si no existiría algún rencor histórico del Estado brasileño contra Haití. ¿Brasil es moralmente competente para desempeñar este nuevo papel de policía?
¿Es Brasil moralmente apto para estabilizar Brasil?
Por desgracia, Brasil no se salvó, como fue el caso de Venezuela, del caudillismo en las décadas de 1970 y 1980. Al igual que nosotros en Haití, el pueblo brasileño conoció la feroz dictadura militar, pero contrariamente a nosotros, el expresidente Lula no abolió el ejército y ni siquiera lo purgó. Y he aquí que veinticinco años después esta misma institución represiva se propulsa a la escena internacional como guardiana de la democracia y de la estabilidad. Me pregunto en nombre de qué moral se atribuyó esta misión al ejército brasileño, a no ser la de la ironía.
Recuerden que yo había mencionado el carácter represivo de Brasil, “competencia” que tuvo mucho que ver en su elección como nuevo amo de Haití. En un documento en 2005 Amnistía Internacional señala que Brasil contaba con 52.2 homicidas por cada 100.000 jóvenes, mientras que Estados Unidos cuenta/contaba con 32.2 homicidas por cada 100.000 jóvenes e Italia 2.1 homicidas por cada 100.000 jóvenes. Esto indica que este país está mucho más enfermo que Haití en materia de seguridad pública, sin embrago, Brasil ha sido elegido como jefe de misión de estabilización en Haití.
Últimamente, durante la visita del ministro de Justicia estadounidense a Haití, Eric Holder, este declaró que países como Jamaica, Puerto Rico, la República Dominicana son los más violentos de la zona, ¡no Haití!
Amnistía Internacional continúa: “El hecho de tener la piel negra [en Brasil] es un factor de riesgo suplementario”, la policía brasileña es racista, lo que explica plenamente las intervenciones asesinas de las fuerzas armadas brasileñas en barrios pobres [de Haití], como Cité Soleil, Bel-Air, etc. Amnistía Internacional define de la siguiente manera cómo garantizar la seguridad publica de un país:
“Garantizar la seguridad pública es ocuparse de que nadie sea asesinado ni sea víctima de ninguna forma de violencia” . Las fuerzas públicas brasileñas cuentan en su historial con muchos casos de masacres en su propio país. Así, el 31 de marzo de 2005, “29 personas fueron asesinadas en Baixada Fluminense […] por hombres armados pertenecientes a la policía militar […] entre 8:30 y 11 horas, al abrir fuego contra las personas que pasaban”, según Amnistía Internacional.
Citemos algunos de los excesos cometidos por los gendarmes brasileños:
1.- Masacre de presos desarmados en la cárcel Carandiu, en Sao Paulo en 1992. 2.- Se liquidó a niños que dormían sobre las escaleras de la catedral Candaleria en 1993. 3.- Unos habitantes de una favela de Vigario, militantes por los derechos de la tierra en Eldorado dos Carajas, fueron asesinados en 1997. 4.- Solo en el año 2003 los policías de Sao Paulo y Janeiro, apoyados por el ejército, mataron a 2.110 personas, una barbarie que calificaron de legítima defensa. 5.- “En Brasil la cantidad de homicidios es una de los más elevadas del mundo”: circulan en este país 17 millones de armas ligeras, de las cuales 9 millones se poseen de forma completamente ilegal.
Por consiguiente, los duelos que siembran las fuerzas de ocupación en Haití, fuertemente dominadas por Brasil, forman parte de una serie de prácticas nacionales transferidas al seno de la institución dirigida por un comandante brasileño. Con esta “licencia para matar” concedida a los ocupantes por los gobiernos haitianos de los últimos nueve años, la inmunidad otorgada a los cascos azules corre peligro de ahogarse en los enredos de la impunidad: recordemos la indignante dejación de sus responsabilidades por parte de la ONU en la propagación del cólera que causó miles de muertos en Haití. En el peor de los casos, el organismo internacional se niega a pagar cualquier tipo de indemnización a las víctimas de esta terrible epidemia que continúa cargándose a hombres, mujeres y niños.
¿Es consciente la presidenta Roussef de su papel de verdugo?
Según el analista haitiano Camille Chalmers, “de los 20 miembros del Estado Mayor de la MINUSTAH, apenas hay dos sudamericanos. Los demás son estadounidenses, franceses, italianos y canadienses”, palabras citadas en RISAL [Red de Información y Solidaridad con América latina]. Pero si bien aparentemente Brasil parece el amo de la situación, quien detenta el verdadero poder entre bastidores es la alianza estadounidense-franco-canadiense. Se ha legado a los soldados sudamericanos el papel represor de los pobres. Da la impresión de que las ambiciones de Brasil le vuelven ciego, lo cual puede llevar a la presidenta de este país a cometer crímenes odiosos, como es el caso de Haití hoy. Lula ha transferido esta visón imperialista a su delfín Dilma Rousseff, actual presidenta del país, la cual, como su tutor, prosigue con la humillación acelerada de Haití.
La postura de los patriotas haitianos debe ser firme y sin ambages frente al comportamiento agresivo de las fuerzas de ocupación, porque representamos el último reducto de los indígenas. Ya se trate de estadounidenses, de franceses, de canadienses o de cualquier otro pueblo, en cuanto cruzan las fronteras de otro Estado, no tienen más objetivo que la subordinación. Nuestro deber de pueblo consciente consiste en luchar hasta que se vayan.
Así, se acogió con calor y esperanza la conferencia del 31 de mayo al 1 de junio de 2013 en Port-au-Prince sobre la salida de las fuerzas de la MINUSTAH del país. Esta muy loable iniciativa que tiene como coordinador al honorable senador Moïse Jean-Charles partió del Senado haitiano que exigió por unanimidad la salida de los ocupantes del territorio nacional para el 28 de mayo de 2014. A esto hay que añadir la gran manifestación popular ante el busto de Jean-Jacques Dessalines, fundador de la nación haitiana, en el Champ-de-Mars, para exigir la salida inmediata de las tropas extranjeras del país: elementos todos ellos que demuestran la hartura del pueblo haitiano ante la presencia de colonos modernos en las calles haitianas.
Lo que están defendiendo en Haití son los intereses nacionales brasileños y están dispuestos a todo para ello. Esto es válido también para los demás Estados presentes en el seno de la MINUSTAH. Hay que poner de relieve que no hay fuerzas venezolanas o cubanas en Haití, es decir, que Dilma Rousseff (Brasil), Michelle Bachelet (Chile), Christina Fernandez de Kirchner (Argentina), Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y otros Estados podían rechazar la oferta intervencionista. Por consiguiente, si decidieron entrar en Haití son ocupantes, todos ellos contribuye a humillar a nuestro pueblo, nuestra grandeza histórica y nuestra cultura. Lula prefirió ceder a las peticiones estadounidense, canadienses y francesas en vez de a las del pueblo haitiano que resiste heroicamente a la servidumbre.
Son arrogantes como lo es cualquier invasor. El general saliente que mandó las tropas de la MINUSTAH está tan cómodo en su aparato de ocupador asesino que exigió que se volvieran a formar las fuerzas armadas Haití, que se había disuelto legalmente. Es un cálculo a medida hecho por el gobierno brasileño. El ejército de Haití que se había transformado en partido político fue obra de la ocupación estadounidense de 19 años y su papel fue el de perpetuar la ocupación mucho tiempo después de la salida de los marines. Brasil, que tienen el mando de las tropas de la MINUSTAH, quiere tener esta misma responsabilidad de crear un ejército nacional con vistas a mantener un control sustancial sobre el conjunto de las instituciones nacionales por intermediación de su estructura militar dejada en el país.
En conclusión, todos los países latinoamericanos que forman parte de las fuerzas de ocupación de Haití lo único que hacen es defender sus intereses nacionales en detrimento de nuestra dignidad de pueblo, de nuestra grandeza histórica y cultural. Brasil, país que tiene el mando de las tropas, responde a sus ambiciones estratégicas, aunque en el plano interno vive una situación más dramática que la de Haití. Hay que señalar la hipocresía que demuestran los gobiernos de Ecuador y Bolivia en esta situación, ellos que se jactan de ser revolucionarios. El presidente ecuatoriano Correa luchó valientemente para cerrar la base militar estadounidense en su suelo. El número uno boliviano Evo Morales ha logrado fama desde el punto de vista nacionalista al expulsar a USAID y a la compañía Coca Cola de su tierra natal. Sin embargo, sus ejércitos participan en la degradación de Haití vía la MINUSTAH. ¡Qué hipocresía! ¿Dónde se sitúa la práctica revolucionaria de estos dos? ¿Acaso quieren cambiar el léxico revolucionario invitándonos a creer que los haitianos son unos animales que no están preparados para la democracia? Además, ¡qué falta de gratitud! Nuestros ancestros no ocuparon una parte de los países andinos después de haberles ayudado a conquistar su independencia. Sin embargo, durante la cumbre panamericana de Panamá estos mismos andinos nos habían indexado, ¡por supuesto, a petición de Estados Unidos! Hoy han reincidido. ¿Qué quiere decir “ser revolucionario” para Correa y Morales?
Progresistas haitianos, toda ocupación lleva necesariamente a la humillación. No hay ocupantes buenos, todos son malos y masacradores. Es esencial luchar contra la ocupación del país hasta que se vaya el último soldado extranjero.
¡El pueblo de Haití va a convertir el 28 de mayo de 2014 en día nacional de la desocupación del territorio nacional!
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