lunes, 1 de abril de 2013

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Rebelión

Por Lilliam Oviedo

Hace 17 años, Elliott Abrams (quien en la década de 1980 fue estrecho colaborador de Ronald Reagan y cómplice de las sangrientas dictaduras del Cono Sur y de Centroamérica), consideró necesario que los Estados del Caribe renunciaran a la soberanía. Hoy, de nada sirve preguntar por qué Barack Obama, político que prometió convertirse en agente de cambio, no desautoriza las infames declaraciones que Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado, ha emitido a favor de Henrique Capriles, el acaudalado candidato opositor venezolano. ¿Hay que renunciar a la soberanía y colocar en la presidencia de Venezuela a un lacayo del poder hegemónico?
Obviamente, Roberta Jacobson nada ha dicho que no responda a la línea trazada por sus superiores en el Gobierno de Estados Unidos.
Poco después de ser electo presidente de Estados Unidos, en el año 2009, Barack Obama prometió abrir "una nueva página, un nuevo capítulo" en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Hace poco más de dos meses, tras ser electo para un segundo período, Obama prometió establecer "alianzas de igualdad y respeto" con las naciones de América Latina.
¿En qué momento comenzarán esas relaciones de cooperación y ayuda y no de injerencia?
En el año 2009, la base militar de Palmerola sirvió de puente para el golpe de Estado contra el presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya. El general Douglas Fraser, quien era jefe del Comando Sur, admitió que los golpistas llevaron allí a Zelaya cuando lo secuestraron, pero dijo que el personal estadounidense nada tuvo que ver con la operación. ¿Acaso trabajaban allí los militares más distraídos?
Y si nada vieron quienes estaban en la base Coronel Soto Cano, en Palmerola, nada saben los que estaban en Paraguay cuando fue depuesto el presidente Fernando Lugo. ¿Está desligado, entonces, de este hecho el interés de Estados Unidos en debilitar la influencia del sector progresista en Suramérica, y particularmente de los gobiernos de Brasil y Venezuela?
La toma de posición a favor de Capriles de una alta funcionaria, deja claro que el Gobierno de Estados Unidos tiene las manos metidas en todo cuanto acontece en la zona.
En cuanto a la política hacia Cuba, hay que decir que en el gobierno de Obama continúa la asignación de fondos a la contrarrevolución. El Ministerio de Interior de ese país dice que desde el año 2010 a través de la agencia cultural USAID, Estados Unidos ha gastado 28.4 millones de dólares en el financiamiento a los grupos contrarrevolucionarios. Y a todo esto hay que sumar los fondos que reciben las mal llamadas estaciones Radio y TV Martí, y los fondos que se destinan a capítulos secretos.
Es condenable la entrega de fondos a organizaciones y agencias como la New American Foundation, el Instituto Republicano Internacional y el Grupo de Apoyo a la Democracia, pero la desfachatez con que esto se hace, es, además, una ofensa.
Ofende a la dignidad de nuestros pueblos el hecho de que Estados Unidos se arrogue el derecho de destinar fondos en dinero, equipos tecnológicos y personal para conspirar contra el Gobierno de Cuba y que, además, actúe como si ejerciera un derecho legítimo. ¡Es el colmo de la prepotencia imperialista!
En cuanto a la base militar de Guantánamo, el Pentágono se propone ahora ampliar algunas de sus instalaciones… Usurpan el territorio y realizan desde allí operaciones que nadie está en condición de supervisar. ¿Qué otro elemento hace falta para definir el abuso?
Roberta Jacobson habla en nombre del gobierno al cual sirve, y el presidente Obama, al no desautorizarla, pone en evidencia que él ha trazado la línea. 
Ellos quieren una Venezuela gobernada por un privatizador, por un neoliberal dispuesto a colocarse bajo las órdenes de Washington… Y cuando el interés de los agentes del sometimiento se manifiesta, es obvio que los pueblos tienen que actuar en dirección contraria… ¿Acaso somos ingenuos para dejarnos aconsejar por Obama y sus voceros?

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